domingo, 9 de septiembre de 2018

A vueltas con la eternidad.

RELEO un texto de Shopenhauer y de inmediato me voy a la estantería para rescatar Historia de la eternidad de Borges. Recuerdo el subrayado a la perfección: "Los individuos y las cosas existen en cuanto participan de la especie que los incluye, que es su realidad permanente". 
Claro está que en este aserto de Borges puede uno colegir toda una corriente de pensamiento universal en que confluyen  el I Ching con Parménides, el Tao Te King con Platón e incluso los textos de índole religioso de toda cultura. Sin embargo, la afirmación es un territorio idóneo para adentrarse en una reflexión sobre el ordinario suceder la realidad. En ese desencuentro entre lo que somos y lo que pensamos que vamos siendo. Uno es siempre todavía.   

El automatismo del diario, como individuo, no es cosa nueva, ni siquiera la exasperante incapacidad por frenar lo que sucede a nuestro alrededor. Todo conato de levantarse contra el devenir de alcoba, provoca una frustración eterna, un Sísifo permanente en cada uno de nosotros. 

El tiempo, la impronta del tiempo que poseemos, parece tener adherida la sustancia de sucesión. Y todo es sucesivo aparentemente hasta que un día, una noche luminosa, aparecen los destellos de una realidad y un jardín de senderos que se bifurcan: es la consciencia luminosa y con ella la gracia de saberse eterno para siempre mientras dura la eternidad.

En ese tránsito, en el ínterin, nos acompañan individuos con los que encontramos esa materia de eternidad para compartirla. Puede que ser hombre es hallar al prójimo que sucede en armonía con uno mismo.  



domingo, 2 de septiembre de 2018

Nuestra música de Fauno, libros. Paso del sur en la memoria.

Selecciono los libros que voy a llevar conmigo a mi nuevo espacio de trabajo. Esto mismo es un ritual cada vez que me traslado de ubicación en el trabajo o en la propia casa. Necesito establecer un hábitat, un entorno de autores que funcionen a modo de corifeo griego. Imagino sus voces, sus ideas, recuerdo párrafos, pasajes, igualmente momentos en que leí el volumen. Son, estos libros, una suerte de equipaje de vida que me acompaña a cada paso para que mi huella siga estando bien enterrada en las raíces y el origen. 
El primero de todos será Dante y muy cerquita vendrá Boecio. Los dos, con el tiempo, han ido mermando en mi memoria hasta trastocarla toda y revolverla como método y forma de vida. palabra luminosa, poética, de silbo único y afán verdadero. Los dos estarán rodeados por la edición con tapas naranjas con textos presocráticos. 
Valle-Inclán junto a Cervantes, haz y envés de la lengua española, uso y sentido en su más alta expresión. Quevedo para cuando sienta la trascendencia de alcoba; Leopardi siempre, siempre porque además las lomas y las vides contornan el espacio visual. 
Hesse, lecturas para minutos, encima de la mesa, junto a la ordinaria e insulsa mesa de trabajo. y algunos más, por añadidura, que irá tomando sitio en la balda correspondiente. Puede que algo de J.R.J. y de Proust vengan conmigo mañana. 

Pasan los días y la remembranza de la vida es cada vez mayor; muy pocas cosas van resguardando la importancia de entonces. Como un imperio, como el territorio que va decayendo y fragmentándose, así la vida y sus memoria. Como decía Borges nuestro recuerdo es la última imagen de la realidad que tuvimos no el hecho en sí ni la cosa misma. Incluso esas imágenes de entonces van difuminándose, como fantasmagorías en cadena, para transformarse en devenir. 

Aun en ese tránsito, en esa espera, los libros siempre percuten nuestra silueta, nuestra sombra y dictan, con el sentido oculto de lo bello y verdadero, la tonalidad adecuada de nuestra música de fauno.