miércoles, 31 de julio de 2019

Una ilusión del bien para la propia existencia.

CON LA VIVEZA con que penetra el levante en su primer repunte acudo al cuaderno que mantengo en la mesa desde junio para volcar algunos poemas incipientes, ideas, fragmentos, retales que surgen entre el bullicio de lo cotidiano. Una serie titulada "Matinales" que ya van siendo escritas en las primeras horas del día, cuando la luz aún es todavía sortilegio de la noche. Al fin conforman una pequeña serie de poemas escritos en la primavera pasada. 
Vuelvo al cuaderno, a la prosa extensa que acompañan el pensamiento, como decía Unamuno. Es julio de 2019 y comencé este escritura en julio de 2007. Casi de forma continuada no he dejado de escribir en este cuaderno y, las más de la veces, motivado por las lecturas. 
Llega el punto en que la vida va tornándose hacia uno mismo y es mejor escuchar, callar, contemplar que decir sin rienda ni suerte por el mero hecho de salir a lo público. Aun así, hemos regresado a este espacio con brío y con nuevas perspectivas de escritura. Esos ángulos nuevos son el incipiente reflejo de una vida cambiante, vita nuova, de Dante. Prosa y poesía en una misma evocación de la palabra primera en el hombre. 
Para concluir este primer tanteo de verano acudo a Simone Weil toda vez que Quevedo me devuelve a la poesía tras leer a los poetas de mi tiempo. Qué poca prestación, qué poca virtud y qué desdeñable palabra  poética la de los poemas actuales. Decía que Simone Weil me deja un par de enunciados con los que principio el día: "El placer es la ilusión de un bien a su propia existencia".