domingo, 21 de junio de 2020

Con el verano incipiente, Unamuno, Han, Simenon y Vuong.

CON el verano llegaban las tardes interminables: los niños no salíamos a jugar a la calle hasta que el sol dejara de implantar su justicia con ferocidad; uno, por aquellos tiempos,  podía entretenerse, jugar o divertirse con cualquier elemento. Leer, escuchar música, construir, jugar con un vecino, ir a la playa...ya de mayor, estudiar. Recuerdo, por esa época, escuchar en un formato innovador, -CD-, las sinfonías de Mozart o los conciertos de Bach mientras otros amigos acudían a "Héroes del silencio" o a "Nirvana". Uno convivía con ellos, no había discriminación alguna en las preferencias de cada cual con la música o la actividades que cada uno realizaba; ni palabras que depreciaran las preferencias de uno ni nada parecido. Tampoco al contrario. El respeto venía de suyo, no había que alabarlo ni invocarlo. Es más, a veces, debatíamos, como juegos de infantes, sobre los gustos personales.
  
Y hoy se me ha venido a la mollera una de esas tardes en que iba y venía al cuarto y agarraba un libro de los que mis padres, aun sin ser lectores ni con formación académica, me iban comprando con una dedicación flamenca. Aquí está uno, con su volumen de Niebla, de Unamuno, del año 95, con el nombre escrito con la caligrafía de entonces; y lo abro y aparece aquella luz blanca del sol en los edificios, aquella brisa marina que penetraba por las ventanas de la vivienda, aquella quietud y dilatada sensación de que todo seguiría eternamente en esa tarde, en esa escena, en aquel individuo del que solo voy teniendo ya recuerdos y añoranzas. 

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Termino el libro de Han, La desaparición de los rituales (Herder, 2020). Me han gustado algunos pasajes, ciertos capítulos en los que ofrece una visión punzante y certera de la realidad actual. En otros, se deja llevar por su excesiva visión contraria a la confabulación neoliberal que tanto señala a cada párrafo. Me quedo, sobre todo, con el estilo de escritura y con la bibliografía, en general, que ha utilizado para escribir el libro, pues no pocos autores y volúmenes que nombra los tiene uno en sus estantes y forman parte de la biblioteca desde hace tiempo. Libro menudo pero sagaz, que ofrece reflexiones sobre los rituales en la época moderna que bien pudieran llevarse a otras esferas de lo individual. 

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Y ahora acudo a Simenon...trataré de terminar La nieve estaba sucia (Acantilado), un libro excepcional, con el que se aprende a escribir, en el que la carpintería de la escritura deja muchas virutas para poder usarlas en los escritos de uno.

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Un descubrimiento reciente, Ocean Vuong, En la Tierra somos fugazmente grandiosos (Anagrama, 2020). He leído, tan solo, el primer párrafo del libro: la forma epistolar, el estilo, el tono, los temas me han levantado una emoción y una atención inusuales. En cuanto termine con Simenon trataré de leerlo. 




 

sábado, 13 de junio de 2020

En tanto que fugaces

ÚLTIMAMENTE leo y escribo basta en la cocina. Hoy, por ejemplo, estaba terminando una extraordinaria novela de G. Simenon, La nieve estaba sucia (Acantilado, 2019). El olor a fruta lo envuelve todo, el melón se convierte en un perfume envolvente y comienzo a recordar ya el verano próximo, el que no haya, el que siempre es el mismo de la memoria de niño. 
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No todo es brillante en Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales. Cuando en el capítulo "Imperio de los signos" reflexiona sobre la poesía percibe, el lector avezado, que el autor aborda el asunto desde una visión erróneamente política: no hay mercancías ni lenguaje trabajador, ni lujos o excesos, ni pobreza ni excedentes en la poesía. Entender así la poesía es referirse a la no-poesía.
 
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Para ejercer en lo público debes desgajarte de lo íntimo; para pensar en público has de dejar de ser en vivo; para escribir de sangre y púrpura no existe más allá que la concordia de tu corazón.

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Solo la música anida en la consciencia sin idiomas.

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En tanto que somos fugaces pervertimos los días en bullicio.

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Tiene la humedad en sus surcos el aroma profundo del mar en el vacío.

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Están los pájaros revueltos con la levedad de la mañana y mi corazón concorde a la claridad del sur.

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En el hospedaje de la soledad el trino es de los dioses.

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Está el arrogante, que termina onanista; el intrépido, que vive de los aledaños; el narcisista, todo fue su yo; el holograma de Bartleby, el que copia de los demás... Sucedáneos y versiones humanamente tristes de ser escritor...porque los poetas suenan en el silencio de su obra.



viernes, 5 de junio de 2020

Singladuras de luz

"LA escucha en silencio une a los hombres y genera una comunidad sin comunicación", afirma Byung-Chul Han. Nada más alejado de la realidad de estos días: bullicio, desaforadas opiniones, juicios de valor sin fundamento. El silencio hace estar a la escucha, entregar la atención más profunda hacia lo que el otro va a manifestar con su palabra. Cuando alguien habla edifica un mundo pasajero; cuando un poeta verdadero escribe, se construye un templo perpetuo de vida. 

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El silencio puede darse en monólogo y escucharse a uno mismo; es la liturgia de la soledad nutricia, la armonía de un solo individuo que se arroja al canto polifónico de lo diverso.

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Volvemos a escribir con más asiduidad, a leer y a escribir la lectura. Camino ya de trece años de diario, de lecturas escritas, de glosas y márgenes que han ido trazando una vida. Vuelve uno a sus pasos para ver el camino y no hay huellas, solo evocaciones; ninguna señal cierta solo singladuras de luz en la memoria.  

 


jueves, 4 de junio de 2020

Rituales y vida

VOY acabando el libro de Byung-Chul Han La desaparición de los rituales. A pesar de su brevedad es un volumen cargado de sugerentes párrafos, hilvanado con ideas que, a cada paso, despiertan un subrayado, una escritura en los márgenes. Cada vez pienso que el rastro de lo que voy siendo están en los márgenes de todo. 
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Llega el tiempo en que uno solo piensa en vivir para uno, en edificar la belleza del vivir en cada momento solo para sí. Como leemos en La lámpara maravillosa de Valle-Inclán: "La belleza es la posibilidad que tienen todas las cosas para crear y ser amadas". 
  
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"El poeta debe buscar en sí la impresión de ser mudo, de no poder decir lo que guarda en su arcana y luchar por decirlo y no satisfacer nunca", volvemos a leer, mientras la lluvia convoca al mar en un diminuto idilio, en La Lámpara maravillosa