Trópico de la Mancha

sábado, 26 de noviembre de 2011


LEO, con detenimiento, El sentido primero de la palabra poética, de Antonio Colinas. Mucho Colinas, mucho.
Lo hago conmovido porque, en pocos autores, la palabra y el ser, el pensamiento y la poesía van convocándose en un estado de gracia sublime, en un desvelo que trasciende la realidad nombrada. Una palabra detrás de otra, una oración que completa a la siguiente, armado todo en un resorte semántico impecable, bello, armonioso.
Decía Ortega y Gasset que el principio de la filosofía debía ser la claridad. Y ese requisito se resuelve en las páginas, creativas y ensayísticas, de Colinas. Una claridad que no es simple, sino armoniosa, una claridad que no es vacua, sino compleja. El uno es un todo y el todo al que aspira un informe.
Hay una claridad tan meridiana, tan certeramente silabeada que, ante la música y el ritmo de su palabra y de su pensamiento, se queda uno aturdido y bellamente asediado por  el río puro del sentir poético.
La palabra de Colinas nos concilia con la vida y es justo volver a ella para remojarse en sus aguas calmas, en esa dimensión a la que ni siquiera algunos llegarán a reflejarse.