Trópico de la Mancha

domingo, 17 de marzo de 2013

AYER, en una librería, en el pueblo, año de 2013, después de que en el mundo occidental podamos leer la palabra de Platón o el verso de Rilke, abrí uno de los libros de poemas que acaban de publicar. El autor, F.L., es alabado por muchos. Qué triste lo que hacen con la poesía y qué bárbaros los no-poetas.

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HOY son las seis de la madrugada y leo a Tólstoi. Comencé a escribir cuando terminé de leer aquellos pasajes en que Lev se refiere a vivir, a ser. Son ahora las ocho de la mañana. Sigo leyendo. Vida. Plenitud. Somnolencia. 


Al final, terminé comprando Diarios (1895-1910) de Lev Tolstói, en la edición y traducción de Selma Ancira. En la primera página puede percibir uno la hondura de pensamiento y la extraordinaria sensibilidad del escritor ruso en cada palabra, en cada tramo de la realidad que nombra; se refiere a la vida vrdadera con estas palabras: "Lo que hay de confuso en su concepción proviene de que la gente no reconoce que vivir es participar en el proceso de perfeccionamiento de uno mismo y de la vida. Ser mejor y mejorar la vida".

De Tolstói asombra el humanismo que empapa sus escritos. Desde su más estricto entendimiento individual, siempre hay en su paabra una proyección hacia lo humano; eso es un magisteio en extinción, que nada tiene que ver con la literatura actual: "La vida verdadera está en el mvimiento hacia delante, en el mejoramiento de uno mismo y en el mejoramiento  de la vida del mundo a través del mejoramiento de los otros seres humanos". 

Estremecido, después de leer la entrada del día 26 de febrero, escrita en Moscú ("Enterramos a Vániechka...), salgo a dar un paseo a la playa. La desembocadura muestra, al fondo, junto a la silueta de Doñana, una neblinosa prsencia que se introduce en el alma, que se introduce en la vida misma.