viernes, 30 de septiembre de 2011


AYER escribió AMM una reflexión en un instante que lo que más lo aleja de los ambientes culturales o intelectuales o literarios españoles es el prestigio del desdén. El desdén como el prejuicio instaurado sobre el desconocimiento. Cita, para ello, la recurrente posición de los que ven en Galdós una antigualla sin haber leído ni uno solo de sus libros, por ejemplo.
Es frecuente escuchar sentencias relativas a la tendencia que ha mantenido la literatura española hacia un realismo ramplón, con lo que, -pienso ahora-, dónde quedan las obras desde la lírica cancioneril  pasando por San Juan hasta llegar al propio JRJ. Sí, evidentemente el apego al realismo ramplón es inexistente. Tendríamos que matizar y advertir que quizás ha sido cierta vertiente de la narrativa de una época la que, por diversas razones, vindicó esa estética y la que encontró en la crítica literaria un bastión para esta tesis. Cualquiera que sea el caso, tan solo quería detenerme en este aserto tan desvaído como poco enjundioso.    
Después del trance, comencé a leer algunos textos sufís: “Estar en el mundo, pero no ser del mundo”, dice el maestro Idries Shah. No hay así principio ni fin en poesía, no hay una cima que haya que alcanzar ni tan siquiera una dirección clara de los cauces por los que el poeta emprende la tarea de inspirar la armonía del silencio en la palabra. La cultura, en este entendimiento, es un elemento necesario, pues ella aglutina las manifestaciones de otras disciplinas y de otras actitudes ante lo bello, son matices, como diría JSM manifestaciones de la inteligencia (si tenemos en cuenta que inteligencia remite al étimo inter-legere, es decir, leer entre líneas, seleccionar en la realidad lo que está velado). No puede el poeta prescindir de ella, decía, pues quedaría miope y ágrafo de verdad.
Dicho esto, considero que existen formas distintas de incorporar la cultura a la poesía y es en esa ejecución en donde existen maestros, como Borges, Rilke o Dante o meros simuladores que la utilizan como pretexto para engalanar sus versos. Sea una u otra la elección del poeta, advierte uno con rapidez si el poeta vibra en la verdad, -como le sucede al compañero JMJ- o si los argumentos en contra solo vierten levantiscas irreverencias de músico desafinado.    

jueves, 29 de septiembre de 2011


DEBERÁ entenderlo el hombre, hay secuencias de la realidad que no lo presuponen.

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OPTARÉ por mantenerme en silencio y por aprender con anotaciones. Lo haré con gusto y con la puerilidad que poseo. No diré nada ni nadie será juzgado por mis palabras. En todas estas intenciones, se resguarda, indudable, la timidez extrema que detona mi ignorancia. 

PUDIERA poblarse la Balada N.1, de Chopin, como lo hace el nacimiento del infinito en el paisaje. Es un yermo caro, espeso, que va urdiendo una secuencia de la realidad con la que nunca nos hemos sentido unido, en la que nada puede verse ni nada puede serse. Es una estación total, de confluencias urdidas por una armonía irrevocable. Allí, -si puede usarse este adverbio-, nuestra voluntad queda anulada y solo presiente que algo nos conduce por los cauces intransitados. Interminable, extrema, hondísima es la quietud de ese estado. Es un naufragio deleitoso en que nada se intuye, pero en que todo es poseído. Comunión dinámica desde el centro estático, descubrimiento solemne de la búsqueda. La luz no posee relato.  


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EL poema es el lugar de las apariciones de la poesía.    

martes, 27 de septiembre de 2011


HE LEÍDO los versos de Virgilio y desde entonces es noche plena;  mis ojos han recorrido las sílabas prendidas de la Divina Comedia; he vivido en Italia, donde la piedra es luz y allí he contemplado la belleza toda reencontrada. He escuchado la música de Bach y también de los salmos y vendavales; he vertido mi espíritu en el terruño de la música y he querido que fuera semilla de luz, respiración unívoca, tratado del alma. Amo, amo como nunca antes lo había ensoñado y es fruto cierto  el corazón latente del amor perpetuo; he sido multitud en la voces ajenas y sigo siendo en los pronombres neutros, mas nunca he confundido la calma profunda de un desierto poblado, pues somos páramo por mor de la palabra, páramo caduco de los sueños talados, resistencia finita ante lo que nos hace verdaderos, infinitud inefable de lo intuido.   
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LLEVO unas semanas sintiéndome nota suelta, imprudencia, estorbo de todo. Mi torpeza es cada vez mayor y mi incapacidad me aterroriza. Apurar cielos pretendo con esta conciencia fiera de mi fracaso, un fracaso anunciado que, de momento, va cumpliéndose como una sinfonía. En cada progreso de la derrota, en cada acto que ejecuto con los marros previstos, se confirma el destino de esta hidrópica falsedad que me habita. Esta pulsión al silencio. A dejarlo todo en blanco, sin palabras, todo contenido en el linaje de la voluntad. 
   

lunes, 26 de septiembre de 2011


VALIÉNDOME de unas palabras de San Agustín, me atrevo a escribir esta tarde que, para el poeta,  vale más la búsqueda que el descubrimiento.  
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UN estado sin materia ni formas, acomodado en la luz, en las semillas de la luz; un discurso que emana desde el espíritu y que no conoce procedencias; una palabra callada, peregrina de no se sabe qué balbuceo.
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UN reposo silente sobre el alma.
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COMO en el poema de Leopardi, La Ginestra o Il fiore del deserto, la etopeya es evidente: lava calcinada, tramonte, retama, áspera memoria. Tierra que anhela la fértil presencia de la poesía, su fecundación, hombre abandonado por el hombre, humanidad sin anclajes. Es la tierra baldía, pero con el sesgo rítmico y proteico del poeta, es una finitud descrita que no se traslada a la lengua con forcejeos, sino con la naturalidad de lo que se contempla. Es la serenidad de la destrucción, la virtud, en cualquier caso, del poeta templado.   
Como el nudo que se anuncia en el poema, y que forman los astros y la Tierra toda, quisiera ver, en la hora de la muerte, esta claridad que todavía es tan solo búsqueda.
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ESA incesante imprecación del sujeto lírico de la Divina Comedia se mantiene en toda la obra, pero es realmente fascinante en el Paraíso. No ha desfallecido la fidelidad para con la realidad narrada y vertida a la palabra del poeta y eso lo traslada a la conminación recurrente al lector en una ejecución extremadamente moderna de lo literario, como en el Canto X, en la que el poeta vuelve a confabularse para que su contemplación y la del lector de turno sea un sola, para que contemple que ese estado elevado de entendimiento es posible cuando se le da a la caza alcance : “Alza, lector, hacia las altas ruedas/ con la mía tu vista hacia aquel sitio[…]”; y esa sensación de vuelo ayudado por la clarividencia del guía, como antes él mismo había experimentado con Virgilio, es la que nos sobrecoge en versos de este tenor: “ Quédate ahora, lector, sobre tu banco/ meditando en aquello que sugiero, si quieres disfrutar[…]Te lo he mostrado: come tú ahora/ de ello; /[…]esa materia de la que soy escriba” y que provoca que, a cada relectura, la emoción sea más profunda si cabe. 

domingo, 25 de septiembre de 2011


CUANTO menos tiempo tengo, más breves son mis textos, dicen algunos para justificar la brevedad o la poca producción de las últimas semanas. No creo que haya que justificar en la literatura ni lo breve ni lo extenso, pues hay música tanto en toda la Novena sinfonía, de Beethoven, como  en el Minuetto para chello, de Bach; tanto en El Quijote como en un soneto de Garcilaso, tanto en las pinturas de Nolde como en las de  El Bosco, tanto en la obra de Proust como en una elegía de Rilke.  
No entiende de adverbios cuantitativos la literatura, no es más literaria una obra que otra y menos en un diario. Si hay un cauce de expresión en que el autor puede escribir hoy de una forma y mañana de otra, presentar treinta páginas sobre un caso y al día siguiente dejarlo todo en una palabra, si hay un género en que se conjugan lo más banal con lo más categórico, es el diario. No quiere decir esto que pueda uno escribir como le da la gana  por el hecho de que pueda escribir de todo, pero si quiere encontrar la armonía de la expresión, deberá fluctuar en el pentagrama de la composición con silencios, blancas, corcheas y compases de espera.   
La diferencia está en cómo ha abordado la sustancia, en cómo ha aprehendido el  creador el pensamiento de lo literario y lo ha dejado, en este caso, por escrito. Puede ocupar eso tanto lo uno como lo otro y seguirán siendo todas variaciones de la literatura.
Claro que algunos dicen que en la brevedad la palabra está todo el tiempo en su máximo rendimiento literario, en su expresión sin materia grasa, y que, en las obras extensas, hay distensiones, relajamientos que se recuperan más adelante, después de esas concesiones. Cuando llega este argumento, siempre remito a los géneros literarios. El autor sabrá escoger la convención, el cauce que mejor se amolde a su intención y deberá, así,  conocer sus cualidades para verter, de una u otra forma, su palabra en esa lucha constante que es la literatura. Ahora bien, lo que es inconcebible es que un autor quiera defender que su obra, aun siendo panfleto, boletín u hoja suelta, pretenda ser poesía. En esos casos, la vanidad debe ser abolida ipso facto.  

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EN estos días, he tenido que releer muchas páginas sobre la poesía de Cancionero y sobre el romancero. He leído poemas que nunca antes había tenido la oportunidad de analizar, tanto de poetas de la corte de Juan II como de los Reyes Católicos. La curiosidad me condujo a leer ciertos poemas de la protohistoria de la lírica hispánica que me han conmocionado, pues me llevaron a la lírica provenzal e italiana. Todo estas lecturas, que se dan por realizadas, han sido una corriente de aire fresco entre tanto libro volandero que se publica en estos tiempos.  Cuando  todo ha acabado, me he sentido feliz por ello, pues he comprobado cómo, en la literatura, todo está siempre por descubrir.
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UN no sé qué que quedan balbuciendo…, escribió San Juan. Esto es, un éxtasis, la expresión de lo inefable dicho inefablemente. Aun así, en la lectura de este verso y de otros que han intentado acercase con la lengua a los límites de lo indecible, queda un elemento que convoca a la poesía en su hechura: el ritmo. La cualidad rítmica y musical del poema, y, por ende, del verso, es la que se sostiene incluso cuando el concepto roza en los límites de su reino, cuando el poema parece posarse en l que no tiene sustento. Ahora bien, una musicalidad  que es tartamudeo, ritmo puro, natural, surgido sin esfuerzo ni retorcimiento sin pretender llevar la sintaxis 8como afirman los poetas) a nuevas expresiones. Escuchen este verso en el silencio del bosque. 

sábado, 24 de septiembre de 2011

NO es cuestión de cantidades la poesía, ni de calibrar lo menos con lo más, ni lo más con lo menos. Es ahondamiento, anulación de los límites. Una suerte de cuántica del espíritu.

viernes, 23 de septiembre de 2011

LA palabra no nombra la realidad, es la realidad. Por lo que cuando el poeta se hace palabra, la cosa misma, cuando él es la palabra sin más y entra en la armonía, es realidad natural.



jueves, 22 de septiembre de 2011

LA estación en una plenitud de lo profundo en lo profundo, de lo externo nunca abarcado que sobreviene a lo interno nunca abarcado. Unidad, dicha contenida, diálogo sin interlocutores, solo una incipiente y cadenciosa presencia de Armonía.

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UNAS semanas de desasosiego y de inquietud, viviendo sin vivir en mí, pero con la certeza inconfundible de los días trascendentales. 



EL primer gozo se cante y sea ciego contemplarla,  que se diga el placer no gozado de lo fenecido. El segundo gozo es de cantar contra la voz más triste y ajena donde existe el amor pero no los amantes; sea el tercer gozo oído y entornado en la espesura de la confusa niebla del bosque, habitante profundo del vacío de los límites; en el cuarto menos claridad, la palabra fuerza su existencia y la virtud del silencio es un auspicio verdadero; quinto y gozado en el espejo, con los sentidos mostrándose sinestésicos; ya en el sexto gozo es la muerte vida pero aun el canto quiere permanecer resistiendo y en el séptimo, en el séptimo gozo de la crudeza, el final gozoso nombrado, que proviene de una tierra, que proviene de una muerte, que solo de un hombre fueron poseídas jamás en sus riquezas.
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 …viendo el no ver y procurando perder lo que nunca poseo.
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HAY una intuición, un presagio, un estado oracular. Luego, un breve encuentro que turba y deja sin sentidos. Solo después, sin haber vivido en su seno, deseamos volver su rostro boca arriba, pero se escapa, desfigurada, la palabra tremebunda que atisbamos. 

miércoles, 21 de septiembre de 2011


ESTE año, en el trabajo, estoy rodeado de archivos, papeles y números. Todo es una reducción, un acortamiento, incluida mi vida. Todo lo que allí existe solo existe allí; fuera del topos, junto a la tierra, la luz, el aire, lo verdadero, no significan nada. Entre esa nada y el todo me sitúo. Normalmente estoy solo en el habitáculo y, de vez en cuando, me sobreviene  un conato kafkiano o melvilliano u onettiano de sentirme solo una letra como toda la realidad que se nombra allí, solo allí, en  el habitáculo en que trabajo este año. Por tanto, podríamos decir que cuando penetro en aquel umbral soy T. y que cuando salgo soy Nadie; que cuando me adentro solo puede reconocerse la superficie del yo que me habita y que cuando salgo, en cuanto la humedad de la luz golpea la frente, soy un ajeno asentamiento sobre un ego, una tribu que danza.

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ME he acordado mucho de Kafka, demasiado. Y de Pessoa. Por eso voy al trabajo con las gafas y me he dejado un bigote. En cuanto llegue el invierno, agarraré el abrigo negro y comenzaré a danzar con zancadas de centauro. A sabiendas de los minutos en soledad, coloqué en la maleta los Diarios, de Kafka, y hoy he podido leer unas líneas salvíficas que llegaron como un salmo imperecedero para el absurdo, como un bálsamo indicado para esos estados de solipsismo.

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HE confirmado que la literatura no significa nada en la vida de la gente, ni siquiera entre los que proclaman su gusto por la literatura. La mayoría vive la literatura desde el cascarilleo, el anecdotario. Sobrevive de las convenciones sociales y cuando cree llegar a alguna conclusión, no sabe que esa idea fue fundada hace siglos por autores como Platón.  La literatura es una cosmovisión como lo es la botánica o como el entomólogo aprehende los complejos mecanismos de la realidad.
En ocasiones, intenta uno adaptarse a una conversación que le apetece poco y antes de lo que pensaba huyo, escapo, me persigo por de dentro. Cada vez más me  soporto menos y menos aún lo que me rodea. Solo haría permanecer por siempre la aspereza sensual del amor y la iluminación de las palabras. Me quedaría quieto de sol, mudo de luz, amante transformado en el silencio. Como dice Pedro de Santa Fe: “Los hombres de amor tocados/ ni hoyen ni sienten ni veyen:/ […] aquí es cierto que megua/toda savieza pensada;”.

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LA realidad posee su retórica como la luz que traspasa el vuelo de un pájaro solitario.

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POR mor de la fobia social, voy creyendo firmemente que escribo desde un limbo. Quizás desde donde no podemos identificarnos con nadie y donde la palabra persona vuelve a su étimo con naturalidad y sin histrionismo.

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EL MAR sepulta los sones de la bruma y devuelve pulidas las ansias del espíritu. Inmensa soledad ensimismada, mar de mar venido del origen; despierta con tu útero los rosales de la aurora. De ti la luz desprende la memoria de lo vivo, de ti la luz perfila el cauce de la noche más clara. No despertad el sonido del mar entre los brazos, soñad tan solo con el aroma de su cuerpo desprendido. Entre cimas, entre álamos fruncidos de azul, pasas tu lágrima por la tierra vencida, despojas a lo oscuro de su probable habitáculo. Oh, mar de luz, he sido en ti un destello del crepúsculo, racimo meditado del sueño que me habita.

LA poesía o es pasión y misterio o no es nada.

martes, 20 de septiembre de 2011


CURIOSA es la actitud de quienes escriben en suplementos o páginas de crítica literaria. Quieren  mostrarse ajenos a las modas, reivindicar el criterio infalible de lo literario, pero, justo cuando van a ejecutar su crítica de turno, se deciden por un autor conocido en la sociedad. Creo que ellos piensan que su crítica será más importante y que tendrá más repercusión. Incluso habrá quien tenga fe en quedar en la Historia de alguna recensio crítica de la literatura reciente.
Sin embargo, los críticos que abordan la lectura de un poeta más o menos consumado no hacen más que repetir lugares comunes, pasajes ya escritos, mixturar lo que se ha convertido en cliché sobre su obra. No atisbo ni una sola línea de alejamiento de lo establecido o de un enjuiciamiento objetivo que, diga, por ejemplo, que este poeta escribió unos libros magníficos hace años  o un solo libro magnífico, pero que el que tenemos entre manos no deja de ser un monumento a la mediocridad que, si no tuviera en la portada el nombre de marras, nadie se hubiera atrevido a criticarlo, excepto uno que es benevolente y se deja llevar por un conato de vanidad e importancia pública. 

lunes, 19 de septiembre de 2011


DESPUÉS de la charla de hoy con unos compañeros que realizan su trabajo en un estatus de relumbrón, en ciudades de ensueño y con todas las comodidades que alguien quiera tener para sí me siento a escribir como un desheredado de todo, lo primero de mi vida. Después de escuchar los grandes proyectos que tienen en cartera, me pregunto qué valen todas estas palabras al lado de tanta exuberancia, qué valen estas migajas, estas minucias de mesa-camilla. 
Se queda uno pintiparado y con la conciencia desvencijada, pues junto a los logros de los demás se siente uno minúsculo y no porque ansíe o desee lo ajeno, sino porque lo suyo parece que no apunta a esa notable realización individual. Qué importa que uno escriba poemas o complete un diario, a dónde conduce tanta palabra, dónde se sitúa el centro de todas las reflexiones, qué las imanta y qué las condena a no poder ser de otra forma y no dejar de brotar como lo hacen ahora, asustadas, acorraladas, aminoradas a huellas de gaviota pasajera. Hoy he sido más yo que nunca entre tanta dictadura de ególatras, pero lo he sido despojado, limpio, sin ser notado, transparente. 

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ANDALUCÍA es la tierra en que las alegrías se cantan por soleares. Por este motivo, cuando termino de escuchar el cante de un jerezano, de Juan Moneo, “El Torta”, me quedo prendado por uno de los versos que ha esculpido en el aire el cantaor: “La noche es más larga que la muerte”. Este acordeón semántico, unido a la excepcional voz del cantaor, me ha dirigido hacia donde nunca antes lo había hecho otro flamenco. Al cabo de unos minutos, escucho con atención una entrevista al susodicho y vuelvo a quedarme anonadado por las declaraciones: “Yo no sé cantar, esa es la única certeza que tengo”. Esta lección repentina me ha calado lo suficiente como para comprobar que el arte, en ocasiones, necesita del oxígeno de la naturalidad, necesita sacudirse el ropaje que, por cierto, JRJ creía que iba envejeciendo la obra artística. ha sido todo como en esa ocasión en que comencé a leer los cancioneros y vislumbré, en no pocos versos, como la sensibilidad  popular se había infiltrado en la cosmovisión de los cortesanos y posteriormente, en grandes composiciones como las de Garcilaso o mi admirado San Juan. 

domingo, 18 de septiembre de 2011


DESDE un vientre de sueños y de raíces mudas, sortilegio de voces y de auroras vencidas; desde un centro inspirado, blanco del blanco todo, en la profunda esencia de materia irradiada, sin nostalgias vertidas donde no existe la vida, sin la luz pronunciada de los hombres que tañen el tiempo en el deseo de armonía, palpo creciente el halo de una música, reptante profundidad en la nada que habito y que me habita antes de ser sueño o discurso, antes del ser que pretendo edificar, análoga presencia de lo informe que zumba, belleza natural sin cadencia de pájaro.          

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EL día de ayer, como fue todo una pérdida, provoca que hoy reaccione leyendo. En cuanto me he levantado, después de tomar un café espumoso, me he dirijido a los estantes como el sediento que encuentra un oasis en la soledad.
Recorro los lomos de los libros con las yemas de los dedos como si fuera un pianista que quiere sacarle al instrumento la afinación perfecta, que quiere diluirse en el propio sonido que emite o, como Gould, que quiere ser él mismo libro, palabra, literatura. Los ojos vivos recorren los colores y los títulos poseídos por la falta de concreción, pues  suelo llegar a las baldas sin previos tanteos. Llego virgen, observando y leyendo como si nunca antes lo hubiera hecho. Pero qué pocos autores se van quedando en lo prioritario, qué panoplia más comedida resulta de la selección. Qué paradoja, qué oxímoron. En este ejercicio y en cualquier momento en que uno va y compra un libro, se hace la crítica literaria en este país. Es la más tajante y verdadera.
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EN la palabra latina res el ser en un espejismo de la cosa

viernes, 16 de septiembre de 2011


ESTA mañana, después de haber estado la madrugada en vela, comencé a leer a JRJ. Antorcha toda, su palabra prende en el espíritu y deja conmovido y perplejo, anciano de los días.   Pasee por el frescor de su Alameda verde; qué grandeza y qué regocijo nunca antes advertidos. En ese transparencia, tañido por el silbo de la palabra inteligente, atisba uno qué puede ser poesía y qué poeta. La lección de este escritor consiste en dejarnos desgajados de todo para posicionarnos en la cosmovisión más armoniosa. Ética estética o las declinaciones del ser.
No hay equívocos ni sentencias furibundas; no hay declaraciones entregadas a la pasión de la circunstancia. Tan solo, y eso es un universo, el paseo por los dones de la Belleza que se bifurca en los arenales de la poesía. Un poema es como un diamante, como una estrella solitaria en el firmamento. Parece existir por sí mismo y en sí, pero pertenece a una galaxia que lo acoge y le otorga orden. Después de todo, la imagen antiquísimo del arquitecto del universo sigue perviviendo en la persona lábil del poeta. Esa es la secuencia vital que JRJ pretendía alcanzar aun a sabiendas de la imposible melodía del silencio fecundo.    

jueves, 15 de septiembre de 2011


TODO esto  no es más que un eterno diálogo. Partimos de las palabras de los demás para acondicionarnos en algunas reflexiones; de los demás analizamos comportamientos, acciones, decires; de los demás recordamos los versos memorables y de los demás observamos la cadencia uniforme de los mares vividos, el perfil soterrado de los vientos profundos, el vuelo solitario de las aves prohibidas. De los demás sustraemos reflexiones totales y decimos de ellos lo que realmente somos. Da lo mismo un joven, un ser extravagante. El ser humano sostiene en un hombre a todos los hombres, permite la conjetura de la humanidad en tan solo unos pocos.
La escritura es diálogo latente que percute en los paradigmas fosilizados. Sobre ellos se produce la danza de la renovación y, en una suerte de intertexto, creamos de nuevo en lo profundo. Esa reincidencia que no entiende de épocas, es el Arte.  Toda la escritura es ahondamiento. De lo demás, de la naturaleza; podemos conocer lo que nunca seremos, ni aire, ni luz ni tierra. Esa materia es deseo para los hombres. Anhelo contenido.  
La obra magna de la humanidad está construida sobre este discurso en que se suponen dos logos y dos interlocutores. Por ese motivo, los Diálogos, de Platón, seguirán siendo la materia definida de lo insuperable.
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LEYENDO las conversaciones entre Goethe y Eckermann. Hubiera querido  haber asistido a esas charlas, junto a la mesa, en silencio, con un cuaderno de notas y escribiendo lo que, al final de las hojas, sería lo más parecido a un retrato del espíritu del hombre.
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 Y cuanto más piensa uno estar en lo cierto, más nos desdice la naturaleza.

martes, 13 de septiembre de 2011


QUE la vida es sortilegio es la vida misma quien lo dicta. Que somos único sujeto en la bifurcación es el arte quien lo pronuncia. Que no somos nada ni nada será nuestra palabra es el poeta quien lucha por desdecirlo. Qué somos y qué nos sustancia pertenece a la palabra dadora de eternidad.  

lunes, 12 de septiembre de 2011


¿SI realmente no hay respuestas para las cuestiones fundamentales, por qué debe haberlas para la poesía?

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PÁJARO solitario, desnudo de color y de canto sobrante. Eres suave como suave es la aurora truncada del olivo. En el ramaje del viento que ofendes con tu pico, reclinas tu vuelo incandescente. Eres solo y solo querrás ser; ya estás en lo alto de todas las cosas, ya te observas en lo alto de la estancia ordinaria ya eres tú mismo luz, esencia, ingravidez.    

NUNCA tuve miedo al folio en blanco, solo a no encontrar mi alma.
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LA mayor tragedia del escritor es narrar su decrepitud. La del poeta, desdecir la realidad natural.
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LOS grandes poetas demuestran que la poesía es ahondamiento, no persecución. 
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CUANDO uno escucha a Bach puede atisbar la cuántica de la belleza, porque es Armonía. Todo lo contrario al contradiscurso. No puede el artista ir contra el arte, porque el arte no es un fin, es un medio que aspira al silencio. Así, la palabrería, más que creación autónoma, es tartamudeo.

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A un silencio fértil, no a la mudez yerma.    

domingo, 11 de septiembre de 2011


DE un tiempo a esta parte, comienzo a escribir con un punto de motivación que, finalmente, nunca se cumple.  Es un proceso que nunca antes había tenido tan constantemente. Incluso dejaba pasar las semanas para que esta grafomanía cesara por momentos y tuviera el reposo necesario. Escribía y luego tenía la obligación de borrar, deturpar y vituperar. Ahora sucede al contrario y la insatisfacción es la misma.
Compruebo que los textos últimos del diario son mínimas secuencias descriptivas, insinuaciones que casi mueren en su propio decir, a los pocos segundos de su lectura. Sin embargo, encierran tanto que no verbalizo...  
Esta circunstancia, me ha llevado a releer a San Juan de la Cruz, ya que no le he dedicado la debida atención  desde la composición de El huerto deseado. Esta mañana, ha sido Paul Valèry quien volvió a recordarme su grandeza al darme un bastonazo por esta falta de atención. En un artículo maravilloso del francés, “Cantiques spirituels”, publicado en Varieté, París Gallimard, 1944, mi admirado e infatigable escritor de los Cahiers dejó solucionado el problema continuo de las poéticas con una sentencia fastuosa: “certidumbres inexplicables”. Este enunciado fue el que utilizó Valèry para referirse a la poesía del carmelita y pienso que puede utilizarse para referirnos a todo aquello de lo que tenemos conciencia plena en otra dimensión que no puede siempre ser verbalizada, pues si ocurre, pierde y se despoja de su pleno existir.
Así las cosas, bien porque uno se excede en la escritura o bien porque uno resume y abrevia pensando en esos desmanes, la literatura no conoce de extensiones ni de análisis cuantitativos. A veces, como le sucede a uno, tanto lo breve como lo extenso son productos desdeñables, pero, al menos, entiende que la causa de estas reflexiones continuadas nunca llegará a ocupar más que la utopía escrituraria, que la secuencia de un juego. Escribe uno por el propio deleite interno de grafiar la realidad. 
No podemos pretender ser  testigos para nadie de la belleza que sugiere la obra literaria, pues como escribió el fraile de Fontiveros: “entréme donde no supe/ y quedéme no sabiendo/ toda sciencia trascendiendo”. Ese posterior “hacer quedar no entendiendo”, que es virtud de la belleza y que tiene claros ecos platónicos,  es lo que detona la filiación de la literatura, -sobre todo de la poesía-, con lo que venimos llamando lo sagrado.
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PARA querer ser en la poesía no puede uno querer ser en nada.
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HOY he recibido un mensaje de un poeta amigo, E.M.C. Son sus palabras sinceras.  Estaban, por lo demás, cargadas de gratitud y de benevolencia. Esas cualidades se atisban de inmediato en quien las posee y pienso que E.M. las desprende en cuanto uno observa su figura de bailarín de cabaret. Me agrada que, sin otras motivaciones, alguien decida escribirte únicamente para dejarte unas palabras gratulatorias. Y esto mismo que ha pasado, como en un juego de la taba, desde hace unos meses, me ocurre con frecuencia a pesar de que no participe en esos foros creados ad hoc para que los demás viertan sus saludos y sus caprichos en forma de egografía complementaria.
Estos actos intrascendentes van adquiriendo cada vez más importancia en mi vida. Intento observarlos de forma objetiva y pretendo partir de ellos para establecer otras actitudes de los que vivimos estas décadas.   Quizás sucede eso porque, a pesar de su incredulidad, a veces alguien viene a recordarme que siguen existiendo los actos de fe. Por este motivo, me identifico con un poema de E.M. que viene a reincidir en la convicción del poeta en el  recogimiento de la realidad en la poesía. A mí, igualmente, tampoco me asusta la muerte, ni los otoños, ni los futuros no vividos, sino la desmemoria, porque cuando ese estado llegue, se habrá establecido el fin de la mortalidad.     
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NO puedo dejar de escribir que el otro día pude observar al poeta JSM afeitado, sentado en un sillón de orejas,con una pierna flexionada sobre uno de los brazos del sillón, con las gafas de sol bien colocadas -unas verdes- y con un libro de Maurico entra las manos. Era tal la situación, que no pude ni saludarlo. Preferí dejarlo en su sometimiento a la palabra. El volumen era especial, parecía todo él una manualidad exquisita, como uno de esos objetos únicos que alguien guarda con recelo. Me mantuve en el quicio de la puerta, como un espía, por unos minutos, y justo cuando sus manos descolocaron las gafas de su nariz y pensaba que iba a dirigirse a mi persona, desaparecí. Comprobé cómo sus ojos se movían como reptiles siguiendo el rastro de las líneas en el papel.    

viernes, 9 de septiembre de 2011


AL VER la portada de Escribir la lectura (La Isla de Siltolá), recuerdo  unas líneas que Ricardo Piglia había dejado en Crítica y Ficción: “Alguien escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas”. 

jueves, 8 de septiembre de 2011


AMANECER a la altura del trigo y de los campos de zafiro. Rituales de la luz. Creciendo hacia la tierra. Considérate vivo y habitante de la muerte. Poco más que la luz transitada, poco más que la herencia del deseo.

TAL VEZ muerto ya es como mejor se escribe, sin pensar en lo concreto de una vida, pues todo lo que una vida tiene de concreto es espejismo.
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O QUIZÁS tendremos que completar el círculo que comienza con la consciencia definitiva de los actos que nunca podremos realizar, de los actos que pertenecen a la memoria aplazada, al otro costado, al encuentro que nunca será narrado por la palabra.  
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PUEDE que no sea ni uno ni otro el motivo por el que siento y oigo el silencio universal del miedo, el silencio trascendente de la continuidad que permanece más allá de los días y de todo delirio.
Qué inútil pretender la conciencia y la fundición de lo extático y lo móvil, de lo objetivo en plena subjetividad. La conciencia de la creación literaria es únicamente guía, contenido del corazón, luz, casa encendida, expectante anhelo, acaso el último resplandor que brilla en la mañana y que se diluye entre el alborozo de la tarde. Solo en la noche, en el punto más oscuro es reconocible. Esa es la consciencia definitiva, la que marca el signo profundo de lo irrealizado.   
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EL SILENCIO no es sinónimo de nada ni de nadie, es solo permanencia en el ser. 

martes, 6 de septiembre de 2011


APENAS cuando vaya a la muerte, solo quiero tener tu recuerdo. Con eso me basta y con eso anunciaré las proclamas más elevadas de la existencia.

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QUISIERA morirme como una cadencia de Mahler, reverberando en la melancolía, ascendiendo a la luz por la escalinata de los sauces. Quisera morirme ahora y dejarlo todo de repente, dejar intactos los deseos. Qué más da que uno muera o que uno termine por desaparecer como lo hacen las entrañas y los contrabajos. Como un violín mojado, que atraviesa con su cuerpo las anchas laderas de la música quiero morirme. Lo quiero sin precedentes, llegado de un golpe en tierra. Lo quiero cuando sea, en tiempo subjuntivo. Lo anhelo, a veces, cuando escucho, como ahora, perplejo, a Armonía ensillando el reino de lo bello.

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TODO esto, es decir, toda esta mugre de ambiciones que viene deL ser humano, ¿para qué? Creo que el humano embosca al ser en ambiciones que no deberían ocupar nunca las preferencias ineludibles. 

642...ESCRIBIÓ Emily Dickinson un poema que hoy, justo al entrar en casa, cuando creía que todo lo que reposaba en silencio y sin notarse era ajeno a mi vida, este poema lo cargó de razón y confirmó el arranque del mismo: “Expulsarme a mí misma de mí misma/ojalá yo supiera”. En la traducción, Jorge Oliván opta por un a traducción que resalta el valor subjuntivo del contenido poético que procede del texto original: “Had I art”. Ocurre que la vida sorprende con una sintaxis errabunda, repleta de hipérbatos que confunden y agobian al sujeto de marras.
Una vez que entiende uno que la vida se asemeja a un discurso literario, una vez que ha asumido el sujeto que nos vive que su azarosa presencia solo responde a una aritmética irreconocible, podemos adentrarnos en el poema y en la paz de los objetos quietos. Y eso mismo propuso Dickinson en un poema posterior, 1668, que dejo en su versión original: “If I could tell how glad I was/ I should not be so glad-/but when I cannot make the Force,/Nor mould it into Word / I know it is a sign/ that new Dilemma be/ From mathematics further off/ than from Eternity”. Los tres últimos versos son excepcionales, recobran para la poesía la sugerencia y la imprecisión del que pretende decir en lo poético lo exacto que es la contemplación de lo eterno en los objetos mínimos, tantas veces intentado en por los poetas y tan pocas escrito como en este. 

lunes, 5 de septiembre de 2011


A VECES, sueño con que otorgo al fraseo de la prosa la cadencia de una melodía de Brahms. Incluso he llegado a escribir ruborizado por la música de Beethoven o por los nocturnos de Mahler, porque la música del alemán es un ascenso a la luz.
Cuando eso sucede, cuando compruebo que la música es la única fórmula que me aleja de la palabra y me ofrece la transparencia y lo inefable, no puedo más que asentir y entregarme sin músculos ni esferas al ser.


LA imagen en la poesía puede ser un buen comienzo, una aproximación, en algunos bardos, incluso una singularidad que desarrolle el talento,  pero si esta se convierte en principio constitutivo, la inconexión, la yuxtaposición del ser que se ofrece, termina por quebrantarse y quizás por dejar incomunicado el único atisbo de su presencia.


HAY pocas cosas felices y menos alegres. Escribo esto después de que, por unos momentos, haya entrado en un alborozo interno porque J.S.M me envía un documento. Al verlo, se cristaliza en él una suerte de ajenidad. Yo es otro y el rema de mi sujeto aún no lo conozco, pero, a pesar de esta otredad primeriza, percibo una huida y presiento lo feliz porque en otros ojos se vio lo que no me pertenece.  


...sol abocetado en la sien de la piedra. Mármol espurio de cieno y levante. Horcajadas leves ligan el contorno de tu piel sibilina rauda de halcones.  

domingo, 4 de septiembre de 2011


Y SOBRE la mesa, junto a la edición azul de los Milagros, de la RAE, descansan Pessoa, Santayana, Manguel, Schiller, Valèry y Leopardi. Santayana trata a Dante, Lucrecio y Goethe como poetas filósofos y les dedica unas sabrosas páginas en que subraya la filiación de la poesía escrita con la hondura de pensamiento. Es lábil la frontera, -ya lo advirtió Machado-, entre la poesía y el pensamiento. Creo, más bien, que no hay fronteras, sino que comparten ese axioma, ese paradigma, ese trópico necesariamente. Toda la poesía, por muy sencilla formalmente que sea, surge impregnada de un pensamiento, no a la inversa. La poesía se sumerge en las aguas del pensamiento, de la filosofía, y cuando viene resplandeciente deja atisbar en ella el salitre resultante de ese contacto.

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LA lección de Lu Ji ,en Wen fu, –que puede extrapolarse a toda la literatura oriental-, consiste en la concepción de la creación literaria no como una segunda creación, como una recreación. No es el poeta un demiurgo secundario que crea ex nihilo, sino que la poesía emerge como el resultado del encuentro entre la sensibilidad del poeta y la armonía externa, natural. Es una comunión extática, de tal forma que, desde la subjetividad, quiere encerrarse la objetividad contemplada. Para ello es indispensable tener conciencia del espíritu interno y externo, de lo móvil y lo extático fundidos en uno.  
A todo esto podemos sumar unas cuantas reflexiones de índole filosófica.  Parangonando estas concepciones de hace siglos con la situación actual, es fácil establecer muchas diferencias. Sin embargo, la más trascendente es el alejamiento del individuo, del poeta, de sí mismo y de la poesía. Los poetas contemporáneos se han alejado de la poesía que está en su interior y fuera de él, porque han preferido desgastarse en los medios económicos, sociales y políticos. Cuando eso ocurre, podemos afirmar, sin miedo a equívocos, que el poeta se pierde para siempre.
Por el contrario, si el poeta tiene plena consciencia de que la obra de arte debe tratar, desde distintas perspectivas, los problemas esenciales del ser humano, estará obedeciendo a lo que Gong Bilan llamaba “la oportunidad de decir lo que se tiene que decir”. Así las cosas, para que el poeta y sus poemas cumplan con ello y la poesía sea esa verdadera transformación, debe emanar de la verdad para sugerir acaso la belleza. Es lo que sucede en Rilke o JRJ, por ejemplo.  
Desde esta concepción de la poesía, es obvio que todas las referencias que se añaden en un poema a circunstancias concretas (como marcas de ropa, bebidas, cantidades numéricas, etc.) son meros accidentes de los que se han desviado, marcas lingüísticas de que el encuentro no se ha producido, sino que solo se expresa lo que el individuo-poeta lleva: por de dentro: nada, lo común, lo no trascendente.
Hay, por tanto una comunión extática entre el poeta y el universo, y el poema es el encuentro de esas dos armonías desarrolladas después de la contemplación y en presencia del silencio. El silencio es el centro del lugar del génesis lírico; el centro,  como dice Chevalier: “es el hogar de donde parte el movimiento de lo uno hacia lo múltiple, de lo interior hacia lo exterior. De lo no manifestado a lo manifestado, de lo eterno a lo temporal, procesos todos de emanación y divergencia donde se reúnen como en su principio todos los procesos de retorno y de convergencia en su búsqueda de unidad”.
El poema es la manifestación de esa unidad. 

viernes, 2 de septiembre de 2011


ACABO de leer que el poeta J..A.V. llevaba un diario anónimo y que se ha preparado una edición del mismo. Ahora parece que el diario se va a convertir en uno de los documentos más valiosos de su obra y estoy seguro de que muchos saldrán a elogiarlo y a decir sus virtudes. He podido leer algunas páginas que se han adelantado en un suplemento cultural, ciertamente es un diario.
La armonía encerrada en la escritura natural de un diario, ¿es posible? Pienso que si el poeta quiso, sinceramente, verter en él aquellos aledaños de la poesía que no terminan en el discurso poético, pero que pueden fundirse en la prosa, tendrá alguna razón de lectura. Espero que no sea un producto montado ad hoc, porque los diarios d e calidad y puros en la literatura española escasean.

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NI DIARIO ni diarivela, ¿y si como dice Antonio Colinas, estos libros son tratados?A pesar de que Quevedo otorgaba más importancia al libro y consideraba el tratado con menor envergadura, un proto-libro,  me agrada más ese membrete para las páginas que no saben dónde se dirigen, que no tienen forma preestablecida, pero que comparten un sustrato conceptual común o una cosmovisión que va nutriéndose de las propias reflexiones. Un tratado, como dice Covarrubias: “El libro donde se tratan algunas materias”; o Autoridades: “Se llama al escrito o discurso que comprehende o explica las especies tocantes a alguna materia particular”. Claro, ¿qué materia, la vida, el arte? Quizás el tratado lo que haga es enderezar en un haz distintas materias, precisamente esas dos materias que, si se ungen entre sí, jamás podrán definirse indistintamente.

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ESTOY respirando cerca del mar, casi dentro de las aguas. Lo hago lentamente y desde hace bastante tiempo. La respiración fluye cada vez más y su sonido, el sonido breve de un leve sonido, va inundando la armonía de los pulmones. Contengo el mundo y lo expulso, el mundo me contiene y me olvida, accede y se marcha, recorre la horizontalidad que soy y se desnuda tras armonizar la luz respirada. Una vez y otra vuelvo a repetir el ejercicio con variaciones que no impiden su continuación. Una y otra, intimido al mundo despedazándolo en mi interior, pero lo devuelvo con parte de mi esencia. Esa esencia habitará en otros, en la naturaleza plena del silencio y tengo la certeza, poseo el convencimiento, de que en algún momento del que no tendré conciencia, el mundo seré yo en otro ser.

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HOY la lluvia ha devuelto al horizonte un gris de lino. Y ha lastimado las plantas dormideras del secano. También ha devuelto a los montes resecos la vigorosidad y el volumen. Y todos, en efecto, hemos acordado que su presencia ha sido una acción del hondo meditar de la tierra.

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AYER estuve hablando con el poeta J.S.M. sobre esto y aquello. Lo hicimos en verso suelto y rima libre. Reímos, dijimos un par de improperios, pero siempre con la intención de mundanizar, como antiguo, la poesía. Estuvimos imaginando, aunque nunca lo dijéramos, la hechura de una isla y de un desierto. En ellos era posible tener la certeza, la preclara, transparente y silenciosa certeza de qué es la literatura. Lástima que, no siempre, lo imaginado pueda ser verbo, pero, en lo ausente, creo que nos dijimos muchas verdades que retumba aún en la bóveda de armonía.   

COMO no he podido dormir en toda la noche, decidí que era un buen momento para releer a Petrarca. Los Triunfos me han dado unas horas de lecturas soberbias, sobre todo porque Petrarca es un autor de una sensibilidad moderna. Supo agarrar en su cosmovisión todas las posibilidades de expresión de eso que luego hicieron Rilke o JRJ, esto es, verbalizarse en lo inefable. Sabía el de Arezzo que solo cabía la evocación musical de lo pensado y es por ello por lo que insufló en toda su obra un pensamiento profundo y trabado con mesura. En Triumphus tempori entiende uno todo el arsenal interior que poseía el poeta, pero en Triumphus eternitatis se deja uno embridar por entero en el canto proclamado con la cadencia del ángel.
No en vano, Petrarca va advirtiendo, poco a poco, a los lectores –y pienso que sus imprecaciones se las dirige a él mismo- de la evanescencia de las cosas terrenales: “y vanidad terrible me pareció aferrarse a las cosas temporales”, en un exquisito y melodioso:  “E parvemi terribil vanitate/ fermare in cose il cor che´l tempo preme”.
A continuación,  me detuve en unos versos de John Donne. Para ser más exactos, en dos fragmentos de dos poemas inmensos. En uno, A lecture upon the shadow, puede leerse: “ Love is growing, or full constant light;/and his first minute, after noone, is night”. O lo que viene a ser una reminiscencia de los versos que acababa de leer del poeta italiano. Entre tanto verso esencial, no tuve más remedio que comenzar el proceso de escribir la lectura. No solo abrí el cuaderno de notas y comencé a esbozar unas impresiones generales sobre estos versos y poemas, sino que añadí, al nuevo poema que va construyéndose, ecos, referencias veladas, la música añadida de los genios.
En otro poema, Aire and Angels, Donne apunta lo que luego edificó Rilke, lo eterno en la trasnparencia respirada: “so thy love may be my loves spheare; “, así sería tu amor de mi amor esfera. Ese es la esencia del ángel que Rilke asimila en Las elegías de Duino, una figura que condensa la esfera que nos aguarda y que es pura, transparente, liminar, fronteriza y que puede ser respirada en el interior y expulsada hacia donde nunca sabremos habitar como mortales. De aquí a JRJ, “no entiendo ya hacia fuera/ mis manos. Lo infinito/ está dentro. Yo soy/ el horizonte recojido”, con término en Antonio Colinas: “Tiembla el álamo. Siento sed de duda./ Se alzó ya el sol sobre el otero, canta/ la piedra, y se enciende, y se desnuda./ Este aire limpio sabe a muerte santa.”
¿No son estos versos, acaso, siglos después, triunfos del Tiempo y de la Eternidad  que Petrarca mostró en su poesía?

jueves, 1 de septiembre de 2011

APUNTES al natural, reminiscencias más o menos fieles, disposición verbal de lo vivido y metalepsis.

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HAY quien escribe para extirparse el yo que le acompaña y quien escribe un carrusel para ese yo que lo domina.

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HOY, reencuentro con R.G, mi Ramón Gaya. A pesar de los días, creo que todo se ha retomado con la normalidad del que entiende que lo permanente y lo bello necesita un discurso de lo trascendente y de lo continuo.

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LLEGA uno a veces demasiado sometido a las actividades que perturban. Aun así, a pesar de esa rémora, no es óbice para que uno se dirija al diario, lo airee a la intemperie de su mollera y comienza a escarbar y escarbar con las garras de las sílabas. De pornto nota cómo el envío mental de información comienza a transformarse en un discurso que nunca había soñado ni atisbado. Es entonces cuando comienza la irreductible manía de la corrección pues, entiende el escritor que es posible restaurar el verbo cuando se lee y se relee con detenimiento. Después de ese ajuste, después de que el insensato crea además que está elaborando algo merecedor de lo público, y justo cuando está acabando el ejercicio –porque no dejan de ser ejercicios todos las obras literarias-, el señor que empezó sometido a los desmanes de lo laboral, comprende, solo por unos instantes, que en tan solo esas líneas, en tan solo esa minucia verbal que cree válida, que tan solo esa retención de lo inmediato que se enrosca en la sintaxis, que tan solo ese intento de soslayar la mirada ajena está siendo más autentico y puro que nunca.