martes, 17 de octubre de 2017

El ser del hombre es el ser del tiempo. Escribir sin leer es como vivir sin ser.

Comencé, hace un tiempo, a ir espigando las sentencias, los aforismos, las facecias, las ocurrencias, los breves textos que iban almendrando este trópico. Nunca había tenido la intención de hacer ese trabajo porque no tenía consciencia de que hubiera una suerte de veta creativa o estímulo hacía lo breve, pero por circunstancias que no vienen al caso, comencé a poner los ojos del entomólogo entre las páginas de este diario.

Considero que escribo en el diario de la manera más libre que encuentro, sin atender a géneros literarios preestablecidos, sin responder a las hormas encalcetadas de los géneros, que tanto amo, por cierto.
Tras una cata desde los comienzos de este diario, allá por el 2007, hace una década, encontré el reluciente fervor hacia la sentencia y el aforismo que, en ocasiones, trataba de acercarse la afán de la creación poética y que, en las más de las veces, ocupaba el sitio de la imposibilidad creativa de un poema. En resumidas cuentas, ante la falta de ingenio en la edificación poética, surgía el aforismo como el lugar de apariciones de la idea que se gestaba.
Así las cosas, J.R.J. me dejó un título que resume, así lo creo, la esencia de todos estos textos, Suprema moralidad, ya que el poeta onubense afirmaba: "Ser breve, en arte, es, ante todo, suprema moralidad. 

Aquel proyecto queda ahora en este Trópico como una vertiente más, Junto a las Cancioncillas y decires, y ahora el nonato Nocturnalia, voy espigando aquí y acullá y recopilando los textos breves de las composiciones más extensas. He aquí otro ramillete de distinta suerte y conmoción. 

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La valentía es un afluente de la voluntad. Querer ser es el recorrido del ser.

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Sigo pensando que el conocimiento profundo de la literatura es el que puede transmitirse como fuego que hiela; leer como sístole y diástole.

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Así en la vida como en la literatura. Igual que no hay sucedáneos en las lecturas tampoco en las amistades. Eres quienes te rodean.

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El canto rayano en la víscera, que debe ser bello y armónico, traslada un alud estético de verdad. Sigo meditando en el centro indudable.

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Todo es levedad pero la levedad no está en todo.

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En Cádiz, donde el cielo y el mar son unidad.

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Duermen. Comienzo a leer como si perteneciera s un conciliábulo secreto. Sí, lo es, la lectura como afrenta al silencio de la nada.
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El ser del hombre es el ser del tiempo.
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Quizás la poesía haya perdido el ímpetu lírico porque los individuos, los mortales han dejado de profundizar e ellos mismos.
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La consciencia diáfana arroja la geometría celeste a la palabra poética.
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Deseo y temblor, un mismo equilibrio sin aritméticas; fugaz y permanente, inconcebible. LLameante de helada. Solo tú, en ti, poesía.
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Los avances intelectuales en la sociedad se producen en el espíritu de un solo hombre; luego, se expande, como volcán, al resto.
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Leer es un hallazgo permanente del cristalino reflejo de nuestra fugacidad; la búsqueda, la transformación a la pluralidad que nos acoge.
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La libertad creativa en poesía no es más que el encuentro numinoso con el centro indudable.
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Escribir sin leer es como vivir sin ser.
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La poesía dirige al hombre desde la lengua hacia lenguaje, de su ecuación finita al tanteo con el conocimiento luminoso.
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En las obras de los siniestros va también la suciedad de espíritu y el gris de su condición. Tiemblo cada vez más. Toco las piedras.
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En poesía el qué se transfigura en en el cómo; y el cómo no es más que una forma del qué. Podría decirse lo mismo de Filosofía.
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Hoy eras roja, noche, expandida en el círculo de mis ojos, tañías una música secreta de figuras y símbolos. Hoy, tan eminente y fugitiva.
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La belleza conduce a la belleza, imantada de signos y símbolos, la poesía deviene en verdad si es bella su presencia.
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En cualquier texto de Quevedo o J.R.J, de Rilke o Eliot, de T.Mann o Proust es evidente la veneración a la literatura. Ahora todo es falacia
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Despertamos en el campo, los cuatro: el canto del pájaro, el sigilo del mar, la tierra sonora en zozobra de lentitud y el corazón palpitante
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«Vanitas vanitatis» o cuando el peso de tu levedad es más ancho y ajeno que el sonido de la permanencia.

martes, 3 de octubre de 2017

SI la literatura no existiera esta sociedad mo se molestaría en inventarla

"SI la literatura no existiera esta sociedad mo se molestaría en inventarla. Se inventarían lasa cátedras de literatura y las páginas de crítica de los periódicos y las editoriales y los cocktails literarios y las revistas de cultura y las becas de investigación, pero no la práctica arcaica, precaria, antieconómica que sostiene la estructura", añado yo, de la práctica literaria de leer y escribir.

Este pasaje pertenece a Prisión perpetua, libro del argentino Ricardo Piglia, uno de mis más admirados escritores. El pasaje lo tenía subrayado y anotado en la libreta desde hace, justamente, una década, pues la primera edición en Anagrama es de octubre de 2007. 
La había guardado co celo, para mostrarla justo cuando cayera en la consciencia, de lo que sucede a mi alrededor, de que la literatura, como tal, hubiera quedado relegada, aún más, a lo frugal y accesorio.

Es cierto, la podía haber revertido hace años, pero hoy me siento con una melancolía "negra", de tuétano y espanto. Por eso acudo a los libros y a sus páginas, a los subrayados de siempre, a los que terminan por reflejar la sombra de mí mismo.