martes, 17 de julio de 2018

Dice que solo dijo que "si fuera"

SUENA, como de costumbre en época estival, Chopin. Siempre me pareció un prodigio para los humanos poder escuchar la música de este compositor. F., aquí a mi lado, pachucho de vientre y atento al piano, escucha, por momentos, el compás del Nocturne in B-flat minor Op. 9 No. 1.

En la mesa he amontonado un puñado de libros escogidos al azar en ese juego de selección azarosa y fortuita que tanto me agrada. Apollinaire, una antología de Lírica española de tipo popular, Lecturas para minutos de Hesse, Alicia a través del espejo y los Cuadernos de Valéry. Siempre sucede un cedazo en la literatura que vincula los libros aun sin que ellos hayan surgido con ese propósito.

"-Dice que solo dijo que "si fuera"...afirma una de las reinas rojas que se encuentran con Alicia.

Ese aserto bien guarda toda una teoría de la realidad y la ficción; en ella misma, en su construcción, la literatura se autoafirma para desvencijarse toda.
Cuando acabo de leer este pasaje, -y mientras F. observa los dibujos de las dos reinas que rodean a Alicia-, leo en Herman Hesse:

" El sentido y la esencia no están detrás de las cosas, están en ellas, en cada cosa".

Y, entre Alicia y Hesse, trato de edificar una suerte de entendimiento de la realidad circundante. La realidad como lo primario, como quería Aristóteles, pero igualmente como el misterio más cercano de esa esencia. En uno de los poemas a Lou, en el XXXVI, escribe Apollinaire los siguientes versos:

"esta mente que dono
a tu gracias, oh demonio,
oh pura desnudez
de la CLARIDAD
del pálido verano"

La poesía de Apollinaire, en estos giros de calado lírico, me conducen a los trancos musicales de Chopin, también de Satie, por no faltar a la verdad. Los leo de nuevo, sobrecogido ya por los nuevos Nocturnos que siguen sonando en la casa. Casa que solo habitamos F. yo como dos ermitaños sonámbulos y peregrinos de no sabemos qué ciencia.

Y, por último, la lírica antigua. Y el sur atlántico de mi infancia que detona en el recuerdo el fraseo y la cadencia del paso de la edad. Ora meditativo ora en estado de melancolía, leo los versos de Gil Vicente con F. entre los brazos:

"Soledad tengo de ti,
¡oh, tierras donde nací!

sábado, 14 de julio de 2018

Una década de Trópico de la Mancha. Aristeia y areté en una sola voz.

DIEZ años, una década, de vida y escritura. Comencé a escribir este diario hace exactamente diez años. Todo comenzó tras una charla sobre libros y literatura que principió este ejercicio que ha terminado por formar parte de mi vida. Podría decirse que desde entonces he leído todo lo que he escrito y que he escrito todo lo que he leído. Vivir, leer, escribir terminaron por confundirse en una sola acción de cuerpo y mente, en una sola figura del que hoy solo testimonia los pasos de otro que fui o que quizás imagino ser. 

He mantenido el sesgo, la ética, la razón, el ideario originario de todo como un cofre secreto que solo la palabra puede resguardar. De este diario han salido sucedáneos y reconvertidos a otros géneros literarios. Poesía, sentencias, aforismos, libros independientes. Cada uno de ellos nunca escritos con el fin de crear un libro, jamás con el convencimiento de que necesitaran salir de este Trópico para adquirir carta de naturaleza de otro tipo.

Toda palabra que puede leerse en este diario surge de un mismo convencimiento que transgrede la vida y lo que entendemos como tiempo. En la consciencia existe el diáfano y solícito estremecer de finitud y esa presencia de lo finito, de que somos mortales, ha establecido un principio de acción en la palabra y la idea. Pero la idea de la muerte necesita de una danza para convivir con ella, en mi caso ha sido la palabra nutricia. 

No ha sido una moda de una época ni una pericia eventual del que escribe. Este espacio ha funcionado a modo de espejo en el camino, como quería Stendhal, pero de espejo cóncavo, natural, invisible, filtrado por el cedazo de la ficción, de la literatura, de lo que Carlos Fuentes llamaba "el territorio de la Mancha". Recuerdo que, en una breve conversación con el difunto Francisco Ayala, en Santander, me preguntó si escribía. Le dije que sí, que trataba de hacerlo, pero que no estaba seguro de qué escribía, si diario o novela o diarivela. Reía el ya avejentado Ayala, pero me dijo, mirándome con sus ojos vivos y menudos, oscuros ya como la muerte, "déjelo todo y lea. Déjelo todo".

Aquellas palabras las he mantenido en la memoria tan vivas como ahora; sin duda, zarandearon por aquel entonces toda ilusión y toda entrega a escribir. Con el tiempo, me he dado cuenta de que no hablaba Francisco Ayala sino que era ya la literatura misma en aquel cuerpo recoleto y entumecido la que parecía encarnarse, pues no hace otra cosa la poesía sino que conducirte al silencio torcal y nutricio, de música en el serrallo y aritmética de valentía.

Nuestros maestros clásicos nos enseñaban que el combate (la aristeia) es el fundamento de todo. Areté (valor, virtud) y aristeia (combate individual) tienen la misma raíz y cuando eso se lleva a la vida misma se producen encuentros y desencuentros, armonías y disarmonías con las que hay que convivir. El silencio y la soledad solventan esas vicisitudes y te devuelven al lugar originario, que siempre es búsqueda y razón. 

  

  

domingo, 1 de julio de 2018

El lenguaje desconocido de la memoria.

AGARRO el volumen de Valèry que he tenido que colocar en la parte más alta de las baldas porque F. siempre quiere cogerlo para dibujar en él, abrirlo, -como una naranja en gajos-, o ponerlo debajo de sus pies para subirse al sofá. Como conozco ya sus intenciones, lo dejo junto a la obra de Virgilio, arriba, en la cima del parnaso de alcoba. 
Con el lápiz en la mano, abro el libro por cualquiera de sus páginas. Sea cual sea el pasaje, leer a Valéry es siempre un estímulo hercúleo, un zarandeo, una suerte de encrucijada en la que la consciencia, gracias a la lectura, se transforma y renueva. Leo lo siguiente:

"No hay que olvidar que las sensaciones no sirven sino a través de la memoria. Sensaciones sin recuerdo solo son un lenguaje desconocido".  

Más adelante, termina con afirmando lo siguiente:

"Es la memoria lo que hace del hombre una entidad. Sin ella solo tenemos transformaciones aisladas". 

En efecto, la memoria es el hilo de Ariadna que edifica a los individuos. Es la suma y la resta, pero también la selección. Y en la memoria funciona tanto lo vivido como lo leído, tanto lo supuestamente indicativo como lo subjuntivo. Lo que se entendía en la novela total como el Realismo en su más eficiente y plural concepción: todo lo que sucede, hubiera sucedido o sucería si...la realidad como un arsenal de posibilidades que se aúnan a lo que parece suceder en lo cotidiano. 

En este trasiego del tiempo la memoria es capital para establecer la identidad de un individuo. En los ritos chamánicos o de iniciación, como enseña la antropología cultural, el individuo debe perder la consciencia propia para poder llegar a ser y entender lo venidero. Desprenderse de sí es una secuencia que desemboca en las dimensiones de la memoria individual. 

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Tornasolados, los cuerpos verdes y erguidos tratan de sostener la flor ya desposeída del sueño de la luz. Cómo Ícaro han dejado de batir sus alas, oro bruñido al sol, y queda aletargado el tamaño de su recuerdo sobre las lomas.


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Ahora, en la madrugada, la prosa de Proust se transforma en un salmo de cítara celeste.