lunes, 28 de febrero de 2011

Estos días, en la sierra onubense, junto a M.J e I. En la sierra, el aire se envuelve en una lozanía poco habitual para los que vivimos en ciudades. Así como la luz se asienta enraizada en las retinas de no sé qué mineral, la geografía tornea para la amistad un recogimiento vertical. Quiero decir que los perfiles de la sierra son las dentelladas de la vida y que cuando uno merodea por las faldas de una montaña o atraviesa un paraje repleto de encinas centenarias, el alma responde con un zumbido especial.
Junto a los amigos, hemos atravesado la frontera con Portugal. Al pasar por Rosal de la Frontera no pude dejar de recordar las hazañas de Miguel Hernández cuando ya todo era en su vida sueños de harapos y de hambruna. Hasta Serpa no cesé de mirar los caminos por los que probablemente el poeta pudo haber atravesado a pie. La soledad en los campos tiene acentos de almendro.
Unido a las risas, las conversaciones y las bromas de antaño, he comprobado cómo la vida sustancia los deseos de los semejantes, las manías con las que van empotrándose nuestros actos en un desván oculto, personal y solitario que solo conoce quien necesita decirse a pesar de todo.

***
Ni un solo momento me he olvidado de Tintoretto después de leer las páginas de Mazzucco. Hay varias lecciones en este libro. Por ejemplo, el pintor era un artista de raza, que obtuvo poca ayuda por parte de otros pintores como Tiziano. Un artista prematuro que encontró en las paredes de la tintorería de su padre sus primeros lienzos. Un señor que halló en la pintura la sensación absoluta de vivir: “Me he acostumbrado a mirar a los seres humanos como problemas técnicos”. Esta afirmación del narrador de la novela terminará por transformarse en una búsqueda de la parquedad de recursos, de la naturalidad en la pintura. Y es, en ese punto, en donde más me ha emocionado este extenso relato introspectivo. La búsqueda al natural de la verdad y la belleza.
***
“Vivimos en un tiempo en que la condición humana sufre hondas conmociones. El hombre moderno va camino de perder el conocimiento de los valores y el sentido de las relaciones. Este desconocimiento de las realidades esenciales es sumamente grave porque nos conduce de modo infalible a la transgresión de las leyes fundamentales del equilibrio humano”. Asombra leer estas líneas de Stravinski, escritas y pronunciadas en 1939, por la perfección con que disecciona la situación del actual hombre moderno.

domingo, 27 de febrero de 2011

Dice el Tao: “Lo miras y no lo puedes ver. Lo escuchas y no lo puedes oír. Lo usas y no lo puedes agotar”.


***



***



***

sábado, 26 de febrero de 2011

La poesía es materia fónica en perpetuo movimiento y es actualización con el lector y en la memoria de los lectores. La poesía no necesita en la memoria de la música, pero sin ella es imposible su recuerdo.

viernes, 25 de febrero de 2011

Hace unas horas, comencé a escribir la columna semanal que, desde hace siete años, mantengo en Información Sanlúcar. Es, sin duda, uno de esos ejercicios que se amolda a la necesidad de estar revisando los vericuetos de la infancia desde la atalaya de los días venideros. En esa columna, vierto no pocos recuerdos que aún perduran y se sazonan en la actualidad. Con todo, lo considero un intento de inmiscuirme en el desarrollo moral de los ciudadanos a sabiendas de su corto alcance.
Esta circunstancia ha provocado que esta mañana haya escrito a cuatro manos durante un buen tiempo. Por un lado, la elaboración de la columna fugitiva de prensa; por otro, las líneas que forman la entrada de hoy en el diario...tdo ello sin dejar de atender a mi cuaderno moleskine que posa con las piernas abiertas sobre la mesa.
Este diario, igualmente desde la distancia, se ve como un acontecimiento ajeno que se ha apropiado de unas virtudes y que se ha agarrado a no pocas deficiencias y manías. Se ha producido una merma en sus fundamentos lingüísticos y en la sustancia que lo atravesaba. Antes, invadían estas páginas libros, reseñas, menciones, subrayados y cualquier otra circunstancia de este pelaje. En cualquier caso, estas lecciones son de uno y no necesitan más justificaciones. No por dejar de mencionarse permanecen olvidadas las páginas leídas o los subrayados que garabateo en los libros. Ahora resuenan cifradas, subsumidas, infrascritas como un acuífero al que, a poco de tentarlo, estalla por de dentro.

***
Indica Stravinski que al artista le falta la sensación misma de la cosa. Después de leer la sentencia me veo en la incertidumbre de trasladarla a las letras a sabiendas de que la música actúa en otra dimensión de conocimiento y de belleza. Sin embargo, esa falta de sensación misma de la cosa es la falta de conocimiento de la cosa misma. En otras palabras, J.R.J. desarrolló su obra volcando sus esfuerzos en esta finalidad. El resultado, como en otros poetas como Baudelaire, Rilke o, anteriormente, Dante, es una obra artística que ha proclamado una vía de acontecimientos estéticos. Esos acontecimientos estéticos están prensados por una continua reflexión y un muy profundo acercamiento a la filosofía. Es el caso del mismo Stravinski, de quien me subyugan más sus reflexiones que su música. Por ejemplo, dice Stravinski: “melodía es el canto de melos, `trozos de frases´. La capacidad melódica es algo que no podemos desarrollar con estudios". Estas palabras valen más que cualquiera de sus atrofiadas melodías.
Por tanto, todo arte supone un trabajo de selección. Esa selección puede empezar a funcionar antes de la ejecución, pero casi siempre sucede durante la ejecución, esto es, es la ejecución la selección misma.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Imagino que un científico emplea todos sus días en copiar y transcribir los descubrimientos de otros, en repetir incesantemente las teorías ajenas a no ser que comience donde otros lo dejaron, que anden a hombros de gigantes y comiencen a vislumbrar novísimas aportaciones. No por ello puede considerarse un científico que aporta y desarrolla la ciencia, si no un conocedor de la materia que sabe tratarla.
Algo parecido sucede con la poesía, hay quienes manejan bien los elementos, pero no pasan de repetir una y otra vez la fórmula; hay quienes se piensan descubridores porque nunca antes han leído lo suficiente. Por este motivo, cuando un poeta conoce sus deficientes capacidades, lo mejor que hace es renunciar a la escritura. O se escribe a sangre o no se hace nada, o se vuelcan las tripas sobra la mesa o se queda uno mudo y sigue leyendo con virtud, que no es poco. Como dice el Tao: "Los sabios actúan sin acciones".

***
La prosa puede armonizar, en trancos extensos, las propiedades del verso. Pero no hay nada más impertinente que un verso prosificado.

***
Realmente, en los últimos meses, mi día es la madrugada. La madrugada de canto y de ámbares redimidos. La madrugada de un ébano audible. La tierna espina del planeta, la infinita mirada de una pupila de osario.

***
La misma página escrita todos los días. Semejanza de unidad. Imaginación sonora, pues escribo mientras la música azuza mi espíritu. La música es la unión de la sensibilidad y la inteligencia, de la razón y la subjetividad sensitiva. De la materia que se subsume al significado sólo intuitivo. En la música todo conocimiento es omnímodo. Es una estación en su propio ciclo, como en los versos de Eliot: “Midwinter spring is its own season”. Con la música parece que lo cíclico encuentra acomodo en lo finito, lo que Eliot escribió como: “This is the spring time/ but not in time´s covenant”. Es primavera, es tiempo de renovación, pero no del que dicta o rige el tiempo. Así la literatura, no perenece a ls gobiernos del tiempo actual.

martes, 22 de febrero de 2011

¡Vaya una vida! Quiero vivir, vivir, vvir,...quiero ser yo, yo,...ente de ficción, nivolesca sombra, duda perpetua, cuarteto baldío.

lunes, 21 de febrero de 2011

He leído lentamente Four quartets, de T.S.Eliot. En algunos pasajes, se me ha venido a la cabeza Dante; en otros, la Biblia, en otros, la filosofía presocrática. Todo ello mesurado por la cualidad poética de Eliot que, como un Dante moderno, descendió hasta las profundidades del ser: “In the middle, not only in the middle of the way/buta ll the way, in a dark Wood, in a bramble,”. Hay versos de una entereza moral insólita y aspectos del ritmo poético que valen por una teoría. Este libro me resulta más conmovedor que su obra cumbre, The Waste Land, porque en esta hay renuncias irreconciliables y hallazgos que sólo provienen de la búsqueda y la espera: “the only windsom we can hope to acquire7 in the wisdom of humility: humility is endless”.

***
Un nudo de fuego en donde la rosa y la luz forman un todo.

***
En ocasiones, de tanto pensar en las aguas de Heráclito, palidezco cuando asumo que las aguas provocan ondas y que esas ondas sonoras son la verdad. La música es el más ambicioso proyecto del hombre y aún permanece sin ser entendido. ¿Se encierra en ella, como creía Shopenhauer, el enigma sublime de las artes? ¿Por qué cuando suena Bach se anuncian en mis manos la humedad del océano?

***

Leo Tao Te Ching, de Lao Tse. En sus sentencias y aforismos se lamina un acontecer continuo. Mudanza. Estatismo. Palabras vislumbradas desde no sé qué sabiduría profunda: “el sabio realiza su obra sin actuar”. Una horizontalidad, podría escribir en relación a los días anteriores. Pero me resulta algo más grandioso que una mera descripción. Un prodigio y una cumbre, un insuperable reunión de pensamientos. Un lugar para convertirse en una presencia y aparecer por él, como holograma de un sueño. Quizás el sueño es la vida misma y la vida misma el reflejo de unas palabras pensadas por otro que imagina el mar, las ondas, la música.

domingo, 20 de febrero de 2011

Leo una reseña sobre un libro de poesía de uno de los que el mercado tiene por mejor poeta desde hace años. Junto a las palabras del crítico, que me resultan una renuncia inconcebible a sus credenciales y una reseña que pudiera aplicarse a cualquier otro libro del momento, se ofrecen un par de poemas. Los poemas son tremendamente nefastos desde todos los puntos de vista con que pudiésemos leerlos. Después de este ejercicio, me confabulo para mí que la literatura debe irse al garete y que debemos empezar de nuevo, cada cual, desde sus principios. Lástima que el mercado y la política y los medios de comunicación no lo entiendan así y que ellos alcen y eleven a un mediocre a la categoría de vate de la poesía de estas décadas.

***
Por el contario, comienzo a leer una novela prodigiosa de Melania G. Mazzucco, La larga espera del ángel, centrada en los últimos quince días de vida febril de Tintoretto. Con sólo leer las primeras líneas, ya sabe uno que se enfrenta a una ejecución sólida, meditada, ajustada a su propósito. Así mismo releo las páginas de Eugenio Trías sobre Stravinski y la coda filosófica que ofrece en el anterior volumen de sus ensayos titulado El canto de las sirenas. En este libro, podemos leer sentencias de este calibre: “La música no es únicamente un fenómeno estético. Es una forma de gnosis sensorial, una forma de conocimiento”. Palabras que, por otro lado, valen mil veces más que cualquier verso del inmundo poeta reseñado.
***
...y siempre Platón, cada vez más, con voz de encina, con voz de estanque macerado en la garganta del mundo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Esta mañana, al levantarme, se me ha ocurrido pensar sobre la horizontalidad y la verticalidad. El equilibrio entre dos vectores que configuran un estado de emoción. En ocasiones, las circunstancias externas pueden llevar al predominio de uno de estos trazos esenciales. La mayor de las veces, y por cuestiones forzosas, nos rendimos ante la horizontalidad: nada en ella es cumbre. Cuando esto se produce, cuando los actos que procuramos se encrespan en la dimensión social, no somos más que vanidosas presencias. Hay quien se agarra a su vanidad si saber de sus precarias luces.
Otra cuestión es la verticalidad, la profundización en uno mismo. Este ejercicio debiera ser virtud y constancia, pero no todos están capacitados para ello. Sólo los que buscan la dimensión ética y estética de la vida procuran verticalizarse, por ello se alejan del griterío, de la desmesura, de la tontuna de los que no ven en la vida más que transitorios y vacuos momentos. Por todo esto, cuando me encuentro con la insensata manía de la horizontalidad no puedo más que callar y profundizar, aún más, en los límites del vértigo en silencio. La falta de deseos y la asuencia de voluntades que laminen el quehacer diario son la consecuencia más nefasta de este mundo moderno de mediocres que asumen el mando y que no saben ejercer más allá de la coacción y la amenaza. Nunca la cantidad fue símbolo de ningún evento del intelecto, sino la cualidad y la formación.

viernes, 18 de febrero de 2011

Días de tránsito y desesperación. Menudencias de la vida. Anaclusa interminable que solo en la escritura se redime.


***

En la mesa Tao Te Ching, Los libros del Tao, de Lao Tse, de la editorial Trotta; Introducción al vocabulario de Platón, de G.Luri, de la Fundación Ecoem; Los once, de Pierre Michon y Poética musical, de Stravinski. Compás de espera. Mañana abandonaré la vida y leeré hasta el desmayo, hasta la extenuación. No conozco otro método para reavivar al que nos habita y conforma.


***

Stravinski, lección en el pentgrama: "Todo arte supone un trabajo de selección".

martes, 15 de febrero de 2011

Entregado, los extremos del cuerpo son los confines de esta lluvia.


***
Llueve. La naturaleza se despoja de sus acuíferos.

domingo, 13 de febrero de 2011

Los días, ir desnudándose de artificios, abandonar los trastos de la memoria e ir asiendo lo esencial. Lo esencial para el hombre es lo único que lo mantiene vivo y en vilo ante la muerte. Exactamente lo que nunca formará parte de la conciencia, pero lo que nunca debe dejar de estar presente. Hacerse presente es ir viviendo como en un punto que se es ido. Consiste en entregar su vida a uno o dos axiomas en que desarrolla su espíritu y su razón, eso si no es la razón la altura del espíritu.
Esta idea me sacude, me hace reprimirme de otras tantas ambiciones banales. O se es o no se es nada. Y con el mismo ímpetu con que aparece el sol cada mañana hay que escribir, leer, amar, quizás pensar en el seno mudo que soportamos. Llamamos levedad a lo que nos recorre y nunca percibimos. Nombramos la belleza como un sortilegio que conduce a la verdad. A una verdad a la que aspiramos porque no somos capaces de explicarla; racionalizar el mundo, la síntesis del mundo. Escribir es un infinitivo inamovible. Escribir no es más que un ejercicio de la razón espiritualizada, de la emanación de los imposibles a los que nos vemos sometidos por la precariedad de la palabra.

***
Quizás exista una belleza moral. La belleza moral es adecuar el arte al fin. El fin del arte es una aspiración individual, estrictamente individual. Y en la individualidad el artista encuentra lo permanente. Por este motivo, el arte no conoce modas ni artificios pasajeros, sólo lo inmutable en cada individuo.
Como decía Santo Tomás de Aquino en Summa Theologiae, II, 145, 2, en el siglo XIII : “La belleza espiritual consiste en el hecho de que el comportamiento y los actos de una persona estén bien proporcionados según la luz de la razón”.

viernes, 11 de febrero de 2011

En el concierto de piano, me sorprendió una pieza de Schumann, Kreisleriana Fantasien Op.16, interpretada por Rosa Torres Pardo con una soberbia y una personalidad extraordinarias. Fue realmente emocionante. Hacía tiempo que un concierto no me sobrecogía de tal forma. Además, terminó interpretando a Manuel de Falla del que hacía tiempo que no escuchaba de nuevo algunas de mis obras predilectas de su repertorio.
Por lo demás, los acordes de Schumann siguieron resonando en la noche con la ingravidez de un fruto auroral y el día tomó de la música, acaso, una conciencia que no le pertenece.

***
El recuerdo sucede en Perugia, mientras leía la obra de Dante. Recogido, en las mañanas mientras esperaba la llegada de M., leía incesantemente la Comedia. Hasta estos momentos, no he percibido que ha sido, sin lugar a dudas, una de las grandes experiencias lectoras. Una lectura de transformación, de incidencia directa sobre mi persona. Trastocadora, vertical, decisiva. Después de leerla, admiré a Cervantes y a Virgilio sin mesura. Y terminé adquiriendo una nueva percepción de la poesía, la que me ha dado más lucidez y claridad y algún sentido de lo poético si es que lo poético posee algún sentido.

jueves, 10 de febrero de 2011

Esta noche iremos al concierto de piano. Abandonaremos la costumbre de no ir a conciertos entre semana lo cual me resultaba injustificable cuando se trata de la música. El piano, en un monográfico mozartiano, saldrá al rescate de nuestros cuerpos de mediodía. Después de varios años, no conozco a nadie que pueda completar mejor la asistencia a un concierto como a M.C. Ella me ha mostrado cómo la sensación ingrávida de la música, de la lectura y del viaje puede ser compartida y cómo, en ese territorio común, encuentra uno frutos ajenos tan míos como yo mismo.

***
Qué palabras tan acertadas de Zweig: “[…]el gran arte siempre es más fuerte que las leyes de la razón y más sensato que la lógica; y se afirma en cada una de sus formas, hasta las más apartadas, a través de un misterio, que por serlo no se puede aprender ni transmitir”.
En primer lugar, el arte es amórfico a priori a pesar de todo idea preconcebida ya sea mental o esbozada; y se actualiza en sus formas, sean estas del pelaje que sean. En segundo lugar, están hilvanadas por un misterioso germen que permanece en ellas hasta siempre, lo cual las hace irrepetibles e inexplicables. Evidentemente, cuando esas formas van conformando unas tendencias, comenzamos a hablar de otros vocablos como géneros o convenciones. Y es en este maremágnum cuando nos alejamos del misterio que, con JRJ, es lo más importante de la obra a pesar de que no sepamos qué es.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El primer artículo que escribí en el semanario de mi pueblo tenía, como eje central, la nave de los locos. Esa era, por entonces, la mejor metáfora que encontré para abordar cómo la sociedad me resultaba totalmente descabezada de inteligencia y convicciones. Probablemente, mi cercanía al mar me hizo pensar instintivamente en aquel tópico que tan bien se ajustó a lo que quise expresar.
Con el tiempo, algún familiar me ha ido recordando, de vez en cuando, aquel artículo iniciático de hace ya unos años, en que puse, pienso ahora, buena parte de la visión oracular que me acoge estos días.
Hoy sigo pensando con los mismos términos. Asisto y me hacen participar en una pantomima, vestido de personaje de comedia italiana para que actúe por las mañanas. Entré en cólera ante el hedor a estulticia y a tontuna, a pesar de mis gestos diplomáticos y mesurados. Y no puedo dejar de escribir que, en alguna ocasión, alguien debe decirle a otro que si su vida es similar a la de los locos que se reunían en una nave a la deriva, allá él, pero que no empuje al resto a las profundidades. No seré yo quien los ate al mástil para que no salten.

***

M.C. lee emocionada Tutti i racconti y, cuando termina con alguno de los cuentos que más le entusiasman, comienza una diatriba oral sobre los prodigios narrativos de Primo Levi. Al escucharla siento una calurosa envidia, pues los lee en italiano con bastante soltura. Hace referencia a un personaje que va apareciendo en varios cuentos que poco tienen en común excepto al personaje de marras. Es un vendedor de aparatos estrambóticos y peculiares, máquinas, por ejemplo, para versificar, il versificatore. Introduce uno tema, la época, tipo de estrofa, incluso el tono. Cuando me explica todos los detalles del cuento le digo que ya podemos ponerle un membrete a esta época de poesía, i versificatori, el honor al personaje de Levi que ficcionalizó lo que sucede en la actualidad con los versificadores sin poesía. Al término le pregunté si nadie había inventado nunca una máquina para hacer realidad ciertos sueños, como el de la nave de los locos, para poder embarcarme en ellos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Este diario, que es búsqueda y armonía, se está convirtiendo en un remanso de plenitud por el que vuelco las inquietudes vitales. Leer, escribir, anotar lo vivido como una raíz de poderosa presencia. Con el tiempo, escribir va consistiendo en una carestía del espíritu, porque nunca nadie dejó dicho lo que el alba pronuncia. Escribir es provocar un amanecer continuo donde todo son sombras y egolatrías; encontrar en lo efímero lo permanente, acaso descifrar la armonía en un tratado cuyo rostro va figurando un vacío incomprensible.


***
Sobre la mcesa, unos libros. Cantos, de Leopardi. Wen fu. Prosopoema del arte de la escritura, de Lu Ji y I Ching. El libro de las mutaciones. Como escribir es una indagación del destino, leo en primer lugar el I Ching. En él puedo encontrar algunas páginas que me ayuden a la penetración del espíritu en la naturaleza hasta sus profundidades. Los caminos del espíritu son los de la naturaleza, porque ambos terminan desembocando en el mismo río inalterable y mutante del ser. La templanza moral frente a la indagación natural. Tránsito y quietud. Gerundivo ejercicio del alma.

***
Incluso Lu Ji, que atribuye a la voluntad las virtudes de la creación literaria, hace concesiones a la inspiración: “lo que viene no puede ser interrumpido, lo que se va no puede contenerse. […] Se queda uno entonces tan desnudo como los árboles sin hojas, tan vacío como un arroyo seco.” Estas reflexiones sobre la inspiración, que tanta controversia me producen esta tarde, son, sin embargo, un bálsamo benéfico para la mente. Retorciendo la razón llega uno a considerar los lugares más inhóspitos de su espíritu, quizás donde nunca reinó el yo que nos acoge y donde la naturaleza encuentra su seno en un aleph indescriptible.

***
El arte entendido como un puente que cruza todas las edades y que hace posible que el hombre pueda habitar en los espíritus antiguos, que son los más modernos. Expresar, como dice Lu Ji, la razón natural de las cosas, porque ellas nunca perecerán en la mente del hombre, porque es hombre desde el inicio al fin y al cabo, sustancia mutable en la serena y estancada viveza del tiempo. Como dijo Verdi: "Torniamo all´antico, sarà un progresso".

domingo, 6 de febrero de 2011

Como anoche no podía dormir –habitual manía de los fines de semana- decidí escuchar los Nocturnos, de Chopin, mientras me adentraba en la madrugada leyendo las páginas de Marc Fumaroli, París-Nueva York-París. Viaje al mundo de las artes y de las imágenes. Estuve recordando que, cuando estuve en el cementerio de Pére-Lachaise, en París, visitando la tumba del pianista, no pude dejar de traer a la memoria que Chopin decidió llevar su corazón a la Iglesia de la santa Cruz de Varsovia. Esa fue su última voluntad.
Mientras este recuerdo de un recuerdo sostiene en mi mente las imágenes de aquella caminata junto a I. y M.J, en una fría mañana parisina, intercalo algunos de los párrafos clarividentes de Fumaroli. Pocas veces he estado tan de acuerdo con un ensayista que cuestiona el arte moderno sin remiendos ni concesiones de ningún tipo. Advierte, en esta suerte de diario, a la hora de hablar del arte del Renacimiento: “viajemos por las aguas profundas de la vista que nos hacen entrever de dónde venimos, puesto que no sabemos ya, en la tierra y en la superficie, adónde vamos”. Esa es la cuestión primordial para Fumaroli, la ausencia de sentido en el arte moderno.
Desde luego, esa reivindicación del otium antiguo tamizado hasta nosotros en el otium cristiano o de aquella sentencia de Cicerón, cultura animi, en relación al estado moderno del arte, me parecen páginas muy incisivas y preclaras. Es así como entiendo el mundo moderno del arte, como un alejamiento de uno mismo, una afrenta contra la interioridad y la reflexión que frena el desenfreno de la imaginería y el lenguaje artístico moderno. Debo decir que, esta circunstancia, ha traspasado los límites de lo artístico y que ha llegado con fuerza incluso a los actos más cotidianos. La gente se siente mejor en cuanto expresa una ocurrencia que nadie antes se había planteado, aunque esa ocurrencia no sea, al fin, más que aguachirle o disparate del momento. El que calla, en esta sociedad de los vociferantes, es considerado un vago, un intruso que no aporta nada; el que defiende otros conceptos, quizás estigmatizados ideológicamente, termina aislado, incluso vituperado por los que no consienten un derrotero distinto, personal. Se pretende una democratización de las artes, pero también de las profesiones. Este es el mal moderno, la igualación de los mediocres y el atrevimiento de la ignorancia. El ignorante siempre quiere que el otro haga lo mismo que él, porque no entiende la realidad de otra forma. El mediocre pretende imponer sus criterios como un intransigente con otras propuestas sean estas del pelaje que sean.
Por todo esto, el aislamiento del que ha construido su propio pensamiento y se ha formado de forma individual, sin seguir las tendencias es, precisamente, lo mejor que le puede ocurrir a un artista en estas décadas.

***
Es el hombre discreto de la modernidad que entronca con Montaigne el que reivindico y el que me parece necesario para la evolución espiritual de este continente europeo que se encuentra desnortado. Sí, evolución espiritual. No podemos obviar la transición cristiana, entendida esta como un fenómeno que conocemos con poca profundidad y cargados de tergiversaciones.
En la búsqueda de un espacio moral y ético que haya permanecido y ejercido influencia en el hombre, la importancia del cristianismo desde el comienzo de la fragmentación del Imperio Romano y su caída, va tomando más importancia y se va haciendo más determinante. Estamos ante un hecho confinado y que puede rastrearse, los acuerdos o las fidelidades son problemas de otro tipo.

***
Obviamente, Fumaroli emparenta sus páginas con los versos de The Waste Land, de T.S.Eliot, en las que se perfilan unas imágenes espasmódicas de la cultura europea, del hombre que lo sustanciaba. Sin embargo, el comienzo de Four quartets sigue percutiendo incesantemente en esta noche de ayer que se ha prolongado con la aurora: “Time present and time past/ are both perhaps present in time future,/ and time future contained in time past”.
Los compases de Chopin se reflejan en la noche como ese tiempo presente que se eterniza y que es irredimible; ese tiempo de los nocturnos es el tiempo de las artes renacentistas, griegos, cristianos, los mismos de siempre que deben ser revividos y reivindicados como los únicos que nos llevaron a cierta perplejidad y convicción.

viernes, 4 de febrero de 2011

Esta mañana tuve entre las manos un libro editado a comienzos del diecinueve, en 1832, en octavo, en Madrid. Su autor fue José del Castillo y Ayensa, un lebrijano humanista y diplomático. Es una singular y preciosa traducción de las Odas, de Anacreonte, que incluía, por lo demás, el texto vertido en griego original y algunas composiciones de Safo y Tirteo. Las notas, incluidas al final del volumen, estaban repletas de aclaraciones acerca de las mayores dificultades que se encontró en cuanto a la traducción. Sin querer indagar quién fue el autor de las partituras que se despliegan en las postrimerías del libro, he dado con el autor, a saber, Ramón Carnicer i Batlle (1789-1855). Este músico compuso unas pequeñas piezas para algunas Odas como "De sí mismo", "A una muchacha" y "Del amor y la abeja".
J., el compañero que posee el libro, me lo trajo como un artefacto secreto o una antigualla que sólo merece la atención de un par de chiflados, como los personajes de Flaubert, Bouvard y Pécuchet, que terminaron por observarlo todo para intentar comprender la nada o como el abuelo de Aureliano Buendía lo llevó a comprobar que era el hielo por esos parajes macondinos y barranquilleros. Decía que el compañero trajo el libro al trabajo porque la biblioteca del Centro lleva el nombre de este ilustre lebrijano que, a partir de ahora, tendré entre mis atenciones preferentes. Pretendo dejar aquí constancia de esos actos que se emboscan al final del día en mera anécdota y que, de repente, sin saber nadie cómo, comienzan a urdir una trama en la vida de un escritor que puede desembocar en novelería, en involucración literaria o simplemente en bagatela de la mañana.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Todo lo que podamos nombrar no existe. Sólo lo innombrable es lo esencial.


***
La palabra actualiza burdamente a pesar de los poetas. Y sólo en la música es posible encontrar rescoldos místicos de la experiencia humana más profunda. Renuncio desde hoy a la excesiva vaguedad del verbo, ya sea principio o delectación. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna; sé de un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alba una aurora. Ser. Total existencia muda. Cambiante terquedad. Unísono movimiento del universo.

***
El poema debe aspirar al silencio que antecede al silencio, eso es todo.

***
El ritmo en la poesía es una forma de hacer presente el tiempo. Provoca una expectación incitante, que acumula únicamente la memoria de lo escuchado. Es un ir hacia algo, un desvanecerse de la realidad hacia no se sabe dónde. El poema grandioso es el que transforma su ritmo en el ritmo especular del ser del lector.

***
Es posible que el ritmo sea anterior a la palabra. Acaso su sustento y su anclaje al mundo.

martes, 1 de febrero de 2011

Desde la frialdad de las letras, bien visto, el escritor lo que anhela es ser parte integrante de la humanidad, del mundo; convertirse en una pieza del engranaje que la sustancia. No se conforma con el paso liviano de los días ni con su efímera epidermis ni con sus miserias de viviente. Sabe de una pertenencia a un estado mayor que lo supera y que le es incomprensible por sus limitaciones: sólo la obra solventa esa carencia total y por eso las grandes obras son edificaciones del espíritu.
Ante ese estado de incomprensión, el ser humano establece dos soluciones: la negación absoluta del mismo o la disolución, aun sin la comprensión total, en el mismo. No son excluyentes, pues hay quien sucumbe con fervor de juventud en la última postura y termina profesando la altura del abismo irresoluto.
Hay tardes en que se suceden emociones tan particulares que nunca antes las había notado, salir sin ser notada…parece como si lo que fuera siempre ha sido un estar que haya permanecido ahí, done nunca sabremos entendernos. Quizás la soledad es la falta de armonía y de dios, el eco solitario en los adentros del alma.