martes, 30 de septiembre de 2008

UN PALIMPSESTO.

Últimamente escribo demasiado en mi cuaderno de notas, en mi moleskine. Todas las mañanas salgo con ella en la maleta para el trabajo y cuando, por alguna razón, se me olvida, siento un inconexo desasosiego y todas las ganas de escribir que hasta entonces no poseía. Por eso viene conmigo siempre, porque la escritura es repentina y caprichosa y porque las ideas surgen cuando menos parece que deben surgir.
Cuando regreso a casa, cambio el formato de la libreta por el de la bitácora que lees ahora; en ella vuelco la resaca literaria que resulta de las lecturas, los subrayados, las frases que han auspiciado algún pensamiento fugitivo y nómada.
Hoy quiero que ambas, la libreta y la bitácora, convivan en una suerte de palimpsesto.
26 de septiembre de 2008
“Como un personaje de novela (cada vez creo más en ello, en que nuestros actos poseen rasgos de la literatura y que es por ello por lo que siempre surgirá al rescoldo de la vida) he dirigido mis pasos a la biblioteca del centro en que trabajo. Está sola, cargada de libros abandonados, jamás leídos. De repente pienso en un cementerio, en la soledad que se agolpa en los lugares en que el hombre no invade con su sonido. El hombre es sonido en esencia. En ese lugar sólo acontece el mundo y eso me despierta un sentimiento de intrusión ante un espectáculo al que no pertenezco. Un espectáculo, el del mundo, que Hölderlin descifró en Tubinga. A eso lo llamaron locura.
Viene conmigo el moleskine y un libro de Vila-Matas. Escribo en él como si con ello desvencijara el orden natural del edificio, como si un conspirador intentara adentrarse en las entrañas del abismo. Entonces comienzo a leer: “Voy caminando por Piere-Lachaise hacia un cementerio laico”. Me sorprende que Vila-Matas comience el 2008 en París a la busca del cementerio de Nerval. En esos momentos entendí la imagen. Buscaba esa extraña forma de vida que consiste en apartarse del todo para descubrir que nuestro sonido es el silencio”.

lunes, 29 de septiembre de 2008

EL RÍO Y EL PASEO.

En una sobremesa, mientras defiendía con vehemencia que la literatura pertenece a unos pocos -escritores y lectores estos- pensaba en silencio en unas palabras que había leído en El ocaso del pensamiento, de E.M. Cioran: “Uno puede decir con toda la tranquilidad que el universo no tiene ningún sentido. Nadie se enfadará”. Quise añadir a las palabras de Cioran que de la misma manera que el universo al completo carece de sentido, el hombre mismo vive sin él. Y fue entonces cuando regresé con nuevo brío para introducir en la conversación algo parecido a lo siguiente: “La literatura es un enigma del universo y por lo tanto carece de sentido que intentemos definirla. La literatura es una porción del infinito en letra impresa. Un infinito cuya materia es el hombre”. Cerré la boca, miré con qué desprecio aceptaron algunos que de repente saltara con esas divagaciones que no eran adecuadas mientras se habla de los libros que se han vendido, los autores más leídos y las próximas novedades. Me levanté de la mesa y fui a encenderme un cigarro; el humo desapareció con la corriente de frío que indicaba que una ventana o una puerta estaban próximas. En busca de esa ventana continué con las palabras de Cioran en la cabeza. "También dijo Cioran que debíamos hablarle al mundo como él nos habla a nosotros, con todos los sinsentidos posibles", pensé.
Al reincorporarme a la mesa, la discusión seguía en vilo. Los gritos y las disputas aumentaban porque alguien había dicho que Walser era, como suele decirse, “un escritor menor”. Pensé que Hölderlin, se pasaba horas y horas contemplando el Neckar sin abrir la boca en busca del universo. Allí en Tubinga, mientras hacía poco por vivir.
Siempre que termino una conversación me quedo meditativo y frustado por todas las barbaridades que termino diciendo. Aquel día decidí imitar a Hölderlin y a Walser; paseé como si fuera un enfermo mental en el sanatorio de San Bonifacio, un enfermo ficticio, como Walser, de arriba a abajo, sin trazar trayectoria alguna. Me quedé en la ventana buscando un río, un río que no existía, pero que aquella noche se hizo presente en cada una de las sílabas que pronuncié. Un río interminable, de corriente poderosa, de cristalina solidez que se llama literatura. Tan clara y, a veces, tan enturbiada por los hombres.
*Tubinga a orillas del Neckar.

sábado, 27 de septiembre de 2008

NOTAS PARA LISBOA.

Lo primero que hice al llegar a Lisboa fue comprarme un cuaderno de notas. Así que lo que vas a leer a continuación son algunas notas de ese cuaderno, unas notas personales. No aspiran a nada, es decir, no persiguen asimilar ninguna belleza literaria, sólo diluirse por la experiencia anotada, esa que envuelve al escritor con la vida.

“Iba buscando un moleskine que contuviera algo relacionado con la capital portuguesa, pero no lo encontré. Sólo pude ver en un escaparate, en el barrio de Chiado, una libreta que, según aparecía en sus lomos, era genuinamente portuguesa. Quise comprarla. La tienda estaba cerrada. Sin embargo, en la librería que está al lado del café A Brasileria pude hacerme con unos separadores dedicados a Pessoa por el 120º aniversario de su nacimiento”.
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Sentado en el café A Brasileira, café que frecuentaba el ilustre Fernando Pessoa, acabo de abrir el nuevo cuaderno. En portugués leo lo siguiente: `Poeta plural como o universo. Sentia com a imaginaçao´. De esta manera, bajo el ataque amargo de una “bica”, apoyados M.C y yo sobre la mesa, dejamos que la imaginación nos sirva en frío sus tentáculos. Ella suspira, pausadamente, mientras rebusca con la mirada las huellas del poeta”.
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Sentados en la Plaza de Rossio, en la Pastelaria Suiça, decidimos contemplar la tarde, su derrumbe sobre la piedras. Porque Lisboa me lleva a la piedra. Lisboa es un xilófono deteriorado, pero de inigualable armonía. Es una predicación, Lisboa es una predicación inevitable”.
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Último día en Lisboa. Escapada a Sintra. Lugar que frecuentaba en verano el mismo Pessoa. Una vez sentado en Sintra, en el faro de Sintra, tuve la certeza de que me observaba alguien. Entonces entendí en sus ojos que allí se acumulaba el universo. Parecía poeta, un poeta plural como el universo”.
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"Lisboa es el mundo. Sus calles empedradas e irregulares son una silueta encaprichada que remeda los pasos de los que deambulan por ellas. Irregularidad. Asimetría. Dos alternancias parejas que sostienen a una ciudad de tez bronceada, de respiración artificial, tan artificial como un heterónimo, tan verdadero como un heterónimo".

jueves, 25 de septiembre de 2008

NOCHE DE GRAN PESIMISMO.

Sonreí al tiempo de terminar lo que Vila-Matas había escrito en su Dietario voluble a finales del 2007. Al levantar la mirada, un compañero de trabajo sostuvo su seriedad más allá de toda impudicia. Yo permanecí esbozando una sonrisa. Por momentos parecía un duelo. Poco importa, después de explorar el abismo, poco importa.

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En RNE han hecho referencias a unas definiciones que en el DRAE están descuidadas. Entre ellas se encuentra ñu: “1. m. Antílope propio del África del Sur, que parece un caballo pequeño con cabeza de toro”. Un caballito pequeño, con cabeza de toro… ¿Qué realidad nombra el diccionario, bajo qué impropiedades?

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Leo en la Tentación del fracaso, de Julio Ramón Ribeyro (Seix-Barral, 2003) una entrada escrita en francés el 24 de febrero de 1958, perteneciente al Segundo Diario Limeño con interludio ayacuchiano (1958-1960). No sólo me llama la atención que esté escrito en francés, sino la frase que la inicia: “ Je ne conçois ma vie que comme un enchainement de morts succesives…”. Enredado en los anexos finales, aparece en la edición una versión libre que traduce estas misteriosas palabras del autor de La palabra del mudo: “No concibo mi vida más que como un encadenamiento de muertes sucesivas. Arrastro tras de mí los cadáveres de todas mis ilusiones, de todas mis vocaciones perdidas. Un abogado inconcluso, un profesor sin cátedra, un periodista mudo, un bohemio mediocre, un impresor oscuro y, casi, un escritor fracasado. Noche de gran pesimismo".


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A veces el fracaso es una tentación a la que debemos acudir necesariamente para asegurarnos de que es en él donde mejor nos entendemos.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

DENEVI A LAS ONCE.


Llegué a la obra de Marco Denevi por varios cauces que siempre terminaban en elogios. El primero de ellos fue la lectura de Alberto Manguel, Diario de lecturas (Alianza). En una de sus entradas hace una defensa de la magnífica novela policial Rosaura a las diez. Efectivamente, tiempo después pude comprarla a través de Internet y leerla con todo el placer que se vislumbraba en la referencia del autor de Una historia de la lectura.
En otra ocasión, al leer unas referencias del crítico José Miguel Oviedo, tuve la oportunidad de leer que Denevi dosificó en Rosaura a las diez las voces de la narración con tal maestría que supuso un anticipo de lo que poco después hizo su compatriota argentino, Manuel Puig, en El beso de la mujer araña, por ejemplo. Las voces de los personajes van construyendo la trama íntegramente sin la necesidad de un narrador, interno o externo, que lo realice.
Al tiempo, compré dos libros de Denevi en una librería de viejo de Sevilla. El primero de ellos es una edición agotada en Alianza, Ceremonias secretas; el otro se titula Falsificaciones y otros relatos, publicado por la colección gaditana Calembé.
Como si de una trama detectivesca se tratara, la edición de Ceremonias Secretas está realizada y prologada por Alberto Manguel. Es una recopilación de cuentos, de exquisitos cuentos. Tomo como ejemplos más destacados “Ceremonia secreta”, “Redención de la mujer caníbal”, "Hierba del cielo” o Un perro en el grabado de Durero…”. Sin embargo, prefiero el libro Falsificaciones y otros relatos, en él se concentran los mayores logros de Denevi, esto es, la dosificación no de una trama policial, sino de las lecturas que luego han sufrido una transformación literaria con su creación. Todo el libro está repleto de microrrelatos que distorsionan y remueven acontecimientos de la cultura europea, de personajes significativos en la historia y en la literatura universales. Muestra de ello son los relatos “Versión bárbara de Tristán e Isolda”, “El trabjo nº 13 de Hércules”, “Biografía secreta de Nerón”, "Romeo frente al cadáver de Julieta”, “El honor de Lucrecia” o el microrrelato que transcribo íntegro como demostración del deleite que sostiene la lectura de este autor argentino, nacido en 1922, ganador del Premio Kraft en 1955, el Life en castellano, en 1960 y el Premio Argentares en 1962.

LA CONTEMPORANEIDAD Y LA POSTERIDAD
En un hotel de mala muerte, calle Campagne Prèmiere, año de 1872, un académico espía por el ojo de la cerradura el cuarto contiguo al suyo. Ve, escandalizado, que un hombre y un jovencito están haciendo
el amor. Llama a la policía y los gendarmes se llevan presos a los dos viciosos. Entonces el académico vuelve a su habitación y, más tranquilo, prosigue escribiendo una tesis académica, erudita y laudatoria, sobre la poesía de Paul Verlaine y Arthur Rimbaud. Mientras tanto, en la comisaría, los dos viciosos, interrogados, dicen llamarse Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, respectivamente, y ser de profesión poetas. En el bolsillo del hombre es encontrado un poema que se titula Vers pour être calomnié.
Inmediatamente, movido por un afán deconstruccionista, localicé el precioso poema de Verlaine. Lo dejo aquí, al viento, como una calumnia concebida bajo el palio de la inocencia humana.
Ce soir je m'étais penché sur ton sommeil.
Tout ton corps dormait chaste sur l'humble lit,
Et j'ai vu, comme un qui s'applique et qui lit,
Ah ! j'ai vu que tout est vain sous le soleil !
Qu'on vive, ô quelle délicate merveille,
Tant notre appareil est une fleur qui plie !
O pensée aboutissant à la folie !
Va, pauvre, dors ! moi, l'effroi pour toi m'éveille.
Ah ! misère de t'aimer, mon frêle amour
Qui vas respirant comme on respire un jour !
O regard fermé que la mort fera tel !
O bouche qui ris en songe sur ma bouche,
En attendant l'autre rire plus farouche !
Vite, éveille-toi. Dis, l'âme est immortelle ?
( Esta noche yo había analizado su sueño. /Si bien su cuerpo dormido castamente sobre la humilde cama,/ Y vi, como una que se aplica y que dice así: /Vi que todo es inútil bajo el sol! /Vivimos, oh maravillas de lo delicado /Tanto nuestro dispositivo es una flor que se dobla! /Oh, el pensamiento conduce a la locura!/ Me temo que para usted se despierta./ Ah ! la miseria, te amo, mi amor frágil / ¿Quién tendrá la respiración como usted respira un día! / O los ojos cerrados al igual que la muerte! /O que la boca de RIS sueño en mi boca/!Mientras tanto, los demás se ríen más fuerte!/Rápido, despierta. ¿Decir, el alma es inmortal? ).
"Para ser calumniado". (2006, juin 25). Wikisource, . (2006, 25 de junio). Wikisource. Retrieved 14:20, septembre 24, 2008 from http://fr.wikisource.org/w/index.php?title=Vers_pour_%C3%AAtre_calomni%C3%A9&oldid=103162 .

martes, 23 de septiembre de 2008

LA NOVELA PERDIDA DE BORGES.

Hoy he releído los cuentos de Borges como si todos ellos fueran capítulos sueltos de una novela. Así lo creo. Borges tenía escrita una novela, una obra de enormes dimensiones en la que cada capítulo era un ajuste de cuentas con la tradición argentina y con la tradición europea que él había leído y que tan bien asimiló. No tengo la menor duda de que Borges empeñó varios años -algo así como los años perdidos de Jesús- en la redacción de esa magna eyaculación literaria que era su vida. Noveló su vida, que en definitiva eran los libros, pero al término de la escritura se dio cuenta de que todo cabía en un resumen, que la síntesis era la perfecta semblanza de todos sus renglones. De esta manera comenzó a reducir cada capítulo en una especie de macroestructura que los sostiene, un laberinto que no deja vislumbrar las dimensiones reales del trabajo: el tiempo circular, la novela policíaca, la literatura gauchesca, la filosofía de Shopenhauer, el sujeto moderno, los libros, las sagas, acaso la eternidad. “Ignoro los detalles de su aventura; cuando me sean revelados he de rectificar y ampliar estas páginas. Por ahora, este resumen puede ser útil”, escribe al inicio de "El muerto", en El Aleph. Por más que lo interpretemos como un recurso narrativo, considero que este cuento pertenece a una larga narración, una narración de la que no tenemos conocimiento; sólo podemos reconstruirla gracias a la imaginación y a la sospecha. Por eso Borges nos desdibuja el resto, nos lo anula como lectores. Sólo aspiramos a ser un personaje de sus narraciones, un muerto, como Otálora, que adivina al final de sus días que Bandeira es “una tosca divinidad”.
Creo que Borges quiso narrar la eternidad. Prefirió aglutinarla con la descripción del aleph y secuenció los porcentajes de finitud que nos resume en cada uno de sus cuentos. Por supuesto, cuando lo leemos, la tosca divinidad que traza nuestros pasos, es el propio Borges.

domingo, 21 de septiembre de 2008

UN AGRADECIMIENTO

No busca uno con la escritura nada más que la excitación sostenida y en silencio, la circulación de pensamientos e ideas que abriguen, de la mejor forma posible, ciertas aspiraciones literarias que se fraguan en el silencio caramelizado de las grafías. Pero también, mediante la amistad y el aprecio, se siente uno bajo el hechizo de una euforia momentánea, sobre todo cuando un amigo reconoce a la luz pública los logros que jamás vislumbré. Hoy publica ABC de Sevilla un artículo (pincha aquí) de Fernando Iwasaki en que se nombra esta bitácora. Quede aquí mi agradecimiento, mi emocionada gratitud.

sábado, 20 de septiembre de 2008

TEORÍAS PARA UNA PLAZA PÚBLICA.

Cuando uno se sienta en una plaza con la intención de arrimarse a una copa de manzanilla y a unas buenas tapas, no es consciente de que en ese instante queda engullido por la mecánica expresión de los hombres, esa que lleva a la repetición eterna de los mimbres más arcaicos y al desafuero de los instintos primitivos. A no ser que la plaza esté vacía, entonces el proceso ocurre a la inversa: no deja de pensar uno en uno mismo, en sus preocupaciones, en sus ambiciones literarias, en los problemas que acechan de cerca. Quiero explicar bien este teorema de la excentricidad y de la introspección de uno mismo. Para ello considero oportuno dejar un par de ejemplos de los que puedo dar testimonio y con los que, al menos, puedo argumentar estas líneas que surgen tras un verano un tanto movido y desaforado.
En el pueblo, un pueblo costero, el mismo espacio puede convertirse en un recinto de vanidades melifluas y en una vacante para el pleno descanso. En verano, Sanlúcar transforma su plaza del Cabildo en un recinto de vanidades en que corren las tortillas de camarones de un lado a otro y en que las familias reservan los asientos con tres horas de antelación. La misión es comer donde come todo el mundo, comer lo que come todo el mundo y decir que “yo estuve allí, claro, en X”. Sentado yo en una mesa junto a M. disfrutábamos de la aparición de un poniente liviano, pero justo para refrescarnos la calorina que traíamos después de un paseo, un paseo a lo Robert Walser. A esa hora era muy poca la gente sentada en las mesas. De pronto se sentaron cuatro alemanes justo detrás de nosotros. Miraron la carta de arriba abajo. Creo que no entendían nada, además las cartas sólo están escritas en español. Con ánimo de ayudar a los alemanes, me levanté y pedí algo en la barra: unas patatas aliñadas, mero a la salsa tártara, ensalada de marisco… Quise que los alemanes lo viesen bien para que tuvieran una idea de lo que se puede comer y me di unos paseítos disimulados alrededor de su mesa. Pidieron exactamente lo mismo. Sus caras delataban la felicidad del alivio de haber elegido bien.
A partir de entonces llegó la avalancha de playeros quemados por el sol, repeinados tras la ducha y con los colmillos salientes y afilados, embadurnados en la saliva de la gula. Ahí nos fuimos. Comenzaba la función de la feria de las vanidades.
Cuando llegue el invierno y nos sentemos en la plaza tranquilos, sin ánimo de guardar una silla, entonces les contaré en qué consiste la introspección. Eso será cuando acabe el verano, es decir, la semana que viene.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

UNA CORRECCIÓN A LOS DÍAS

La única manera de proferir una corrección a los días es a través de la memoria. Todo intento que no se acople al recuerdo es en vano. Por eso no voy a pedir disculpas ni benevolencias al tiempo por no haber escrito durante casi un mes como venía haciéndolo diariamente. Mal que bien, la escritura es la única forma, para los que sentimos esa necesidad, de perpetuarnos en el tiempo, irresolutamente. Así lo creyó Shopenhauer en el prólogo a la segunda edición de su magna obra, El mundo como voluntad y representación: “ No a los contemporáneos ni a los compatriotas, sino a la humanidad entrego mi obra”.

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Después de una mudanza, la biblioteca termina por convertirse en la segunda piel que nos cubre, en el primer sucedáneo de la vida. Este verano he comprobado hasta qué punto los libros poseen un espacio (enorme, desmesurado) en este paso interino hacia la nada que es la vida. Porque nada nos pertenece, ni siquiera la escritura de un diario voluble o de unas lecciones cargadas de ilusión. Menos aún, ahí somos ilusos, los libros que amontonamos. Ni una sola página quedará entre nuestras manos, menos aún en la memoria de un muerto.

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Ordenando la biblioteca, ya Borges dijo que ordenar una biblioteca es ejercer de crítico literario, me he dado cuenta de la disparidad del universo. Juan Rulfo frente a Octavio Paz; Cervantes a la par que Proust; Juan Ramón Jiménez al unísono con Pérez Galdós y así hasta el infinito. Un puñado de páginas frente a un montículo de páginas, la síntesis frente al desarrollo inacabable; un aleph que dura cien años de soledad. Las grandes obras de la literatura pueden tener, como señalaba Aristóteles en cuanto a la verdad, todas las formas posibles.


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No he dejado de leer, aunque sí bajé el ritmo de lecturas. No en vano terminé con Jordi Gracia, con Renard, con Pessoa. También leí a Hölderlin y a Rilke. Nada más después de Rilke; cosa imposible.

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Haré una concesión a la nueva industria editorial (si cabe hablar de industria en estos tiempos de desboque económico), a sus aciertos. Compré una novela que ha resultado ser maravillosa, de las mejores que he leído en mucho tiempo; su propuesta narrativa, la estructura impresionante de la misma, la calidad en el uso del lenguaje (a pesar de alguna impropiedad semántica) y la fascinante propuesta temática. Lorenzo Bellini se va al sanatorio mental de St. Bonifaz, en el valle de Kremszell, en Baviera. Las setecientas páginas son una introspección virtuosa de la relación que existe entre el arte y la locura. Pablo d´ Ors orquesta cinco lecciones alrededor de un personaje, Bellini, que descubre las leyes silenciosas de la creación artística en un sanatorio en que cada enfermo representa a una mentalidad europea. Un acierto del editor, lo reconozco, aunque también he de reconocer que las setecientas páginas escogen a un perfil de lector, un lector que en todo caso quedará sustraído, bien alimentado por las referencias a Musil, Walser, Hölderlin o Beckett.


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De ninguna manera podía dejar sin leer a mi admirado Vila-Matas, Dietario voluble. Mientras, y ahora que ya tengo acceso a Internet, corrijo algunas entradas de esta bitácora. Las he leído como si no las hubiera escrito. Realmente, había mucho que corregir, no sólo aspectos gramaticales y de estilo, sino de concepción literaria. Y es que ningún escritor es bueno hasta que aprende a corregir. Pero atención, escribe Vila-Matas: “Tampoco corregir es tan fácil como a primera vista pueda pensarse. Recuerdo que el pintor Delacroix solía decir que hay dos cosas que la experiencia debe aprender: la primera es que hay que corregir mucho; la segunda es que no hay que corregir demasiado”. Para los entusiastas de las obras de Vila-Matas, entre los que me quiero colar, este Dietario supone una continuación en ese abismo inexplorable de la literatura.
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Con el verano llegó la película dedicada a Ernesto Guevara, Che, el argentino. La protagoniza Benicio del Toro. Su actuación me parece sobresaliente, no así algunas escenas rodadas con cierta parsimonia innecesaria. A pesar de todo, la película despertó en mí cierta brasa revolucionaria que sosegué con la lectura de un libro que me regalaron hace muchos años y que me sirve de manual de la revolución cubana, Los guerilleros en el poder, de K.S. Karol. Después de todo, de las repentinas vicisitudes que surgieron hasta que nos hemos instalado en Jerez de la Frontera (Cádiz), he de decir que es cuando escribo el momento en que comienzo a ver lo que quiero decir, lo que me persigue y aturde. En palabras de Vila-Matas: “ Uno no empieza por tener algo de lo que escribir y entonces escribe sobre ello. Es el proceso de escribir propiamente dicho el que permite al autor descubrir lo que quiere decir”