miércoles, 29 de febrero de 2012


SUFRO, cada cierto tiempo, un proceso de ajenidad. Consiste en observarme, durante unos días, como un ser ajeno a mí, que vive mi vida, que la vive plenamente, hasta el punto de expulsarme de toda participación y decisión. Vivirme desde fuera.

En más de una vez he asimilado esa sensación con cierto determinismo congénito y social, pero no siempre me satisface esa explicación. Creo, más bien, en alguna causa interna, profunda, que comienza a ser efervescente por momentos hasta llegar a ser irreprimible. Es todo un ejercicio de continencia lo que realizo en esos días. De continencia o quizás de ficción, pues no es raro que piense en los personajes de Borges, Calvino o Unamuno y en su reivindicación de vida propia. "Quiero vivir, vivir...", gritaba, en la neblinosa estancia de la ficción, Augusto Pérez. Sí, soy un augusto resignado.  
Al tratar de explicarlo  intento razonar lo que ocurre y darle una secuencia lógica a lo vivido, pero me doy cuenta de que el problema reside ahí, en ese intento de razonar lo vivido, pues la vida es una corriente continua, un haz de recuerdos y esperanzas.

Ruinas circulares, trotes con clavileño, neblinas y lagares de melancolía, sueños desdibujados en la conciencia, la batalla continua con el tiempo, el ser que nos habita, la vida y su enigma de acantilados profundos. 

lunes, 27 de febrero de 2012


E. ya ha mostrado su genio. Golpea y se inquieta, sobre todo cuando escuchamos la música de Verdi. Parece que ella revive el espíritu social de las composiciones del italiano y que reivindica, desde su mundo acuático, que la tengamos en cuenta. Sobre la piel, modulando la epidermis, he rozado, en un ensueño, el tacto de su luz.

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AYER, miércoles, 29 de octubre de 1823,  volví a reunirme con J.Eckermann y Goethe. Era la hora de la noche en que se encienden las luces y coincidí en la puerta con el señor Eckermann. Venía vestido como es costumbre. Su elegancia ha sido siempre una deseada condición para mí, un anhelo, una aspiración, pues creo, como el señor Wiesenthal, que a falta de una moral o una ética, es preferible una estética verdadera.
Como decía, el señor Wiesenthal nos quiso acompañar anoche con un extraordinario concierto de flauta. Interpretó una pieza que había compuesto después de unos días en Rusia.  Es cierto que la melodía principal poseía cierto aire de las estepas, pero sus cadencias eran una delicia que hacinó las palabras con el calor de la música.
La conversación la comenzó el maestro, Goethe. Es él quien comienza, de manera socrática, los diálogos. Y ayer quiso comenzar estableciendo los vínculos poéticos entre lo general y lo particular en la obra de arte. Recuerdo con precisión sus palabras iniciales: “Después de todo es en la captación y descripción de lo particular donde palpita la vida del arte. Es a esta escala de la representación individual donde empieza lo que llamamos composición”.  Yo veía cómo el señor Eckermann sacaba unos cuadernos e iba anotando todo lo que sucedía allí, incluso preguntaba en qué fecha había comprado Goethe tal o cual cuadro sin dejar de anotarlo metódicamente. 
Wiesenthal continuaba tocando la flauta con una suerte de arpegios deliciosos que norteaban la conversación hacia donde nunca había pensado llegar si no hubiera sido por la participación de un maestro, de los que conocen la materia de la poesía, de los que son necesarios para comenzar y continuar y acaso para terminar comenzando de nuevo a sus pies, a su sombra, a su calor de hombre verdadero.    

domingo, 26 de febrero de 2012


EL artista trasciende lo ordinario y el lector participa de esa extraordinaria disposición. Y es con su vida con lo que anexa lo ordinario a lo extraordinario, con su vida con que une el mundo vivido, fundamentalmente por los sentidos, con el mundo sentido, el pasado con el presente y con la proyección deseada y fundida de ambos. El mundo sentido, que se retiene en la memoria individual,  pertenece a otro orden y disposición, es un magma continuo que, cuando se fragmenta con la articulación de la palabra, pierde su condición esencial. 
Ocurre en todas las artes y todas las disciplinas ofrecen esa insuficiencia, aunque, de todas, la menos insuficiente es la música, pues no superpone sus planos interpretativos, sino que los funde en una obediencia especular con el sentimiento. 
Sea cual sea la naturaleza que está latente en la palabra, hay un espacio sentimental que comparten el autor y el lector. Ese espacio es posible por la condición que los une y acerca en la sensibilidad, en la condición que los hace poseer miradas e interpretaciones del mundo casi idénticas. Hablo de la humanidad. Y en la filosofía, el hombre, el ser, ha sido la cuestión capital. 
Así, la naturaleza del estudio de la filosofía deberá estar presente en la literatura, siempre asimilada con los mecanismos literarios, claro está, pues en ese aspecto, la palabra metamorfosea, a pesar de su finita y numérica realidad de las letras, la posibilidad de combinarse infinitamente. ¿No es eso ya una cábala, un sistema racional que traspasa lo racional para el hombre? 
Intentemos entender lo que somos, en plural, para que la obra de arte ofrezca lo que es, en singular, pues en ese trasvase de singulares y plurales está habitando la suerte de la obra artística. De su equilibrio, armonía y profundidad depende su permanencia. 

sábado, 25 de febrero de 2012


ESPERO que, al final del trayecto, pueda contemplar estos archipiélagos como una patria a la que llego y en la que no encuentro ningún atisbo de inmoralidad. En literatura, los términos platónicos encajan al igual que en cualquier otra manera de hacer vida. Y si bien el concepto de verdad puede que sea el más conflictivo, es cierto, igualmente, que existe una verdad estética y ética en cada escritor que cristaliza en un acto de fidelidad. Quiero decir que mientras uno se mantenga fiel y crédulo a esa verdad literaria que lo impulsa, estará, al menos, cumpliendo desde dentro. Que lo que se produzca tenga mayor o menor valor es cuestión que casi no nos pertenece.

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EL capítulo en que se narra cómo Leónidas alecciona a Alejandro: "sé parco con las cosas preciosas hasta ser dueño de las tierras que las producen".  ¿Qué tierra pertenece a lo poético; no es acaso la tierra del ser?   

viernes, 24 de febrero de 2012


VA uno escribiendo una vida, la vida imaginaria, al estilo de Marcel Schwob y cada vez se va haciendo más vivífica y diversa. La diferencia estriba en que es la vida de uno y no la de un personaje en la que se proyectan los sucesos, los pensamientos, las lecturas, los deseos, el estado natural del mundo. 
Es por eso por lo que hoy, al estar pagando en la tienda por unas viandas, he sentido una llamarada profunda e interna que me convocaba inexcusablemente ante esta página en blanco. Ante esta página ante la que estoy sentado y en la que escribo diría que poseído por un afán o una búsqueda que todavía no he logrado descifrar y de la que pienso siempre que estaré en continua indagación.  

Consiste en salir al encuentro de la causa y de obtener de continuo las mismas consecuencias, a saber, divagaciones, tanteos, nada, al fin al cabo, que sea algo o que sea todo.

Lo turbador llega con los azares y la ficción. Hace poco le preguntaba a JMB por el profesor Mario Praz, pues me interesaba qué opinión tenía sobre sus ensayos sobre pinturas y poesía. Y hoy, en unas páginas de El amigo de Viena, de Sergio Pitol, narra el mejicano cómo acude a una cena invitado por nada más y nada menos que las hermanas Zambrano. En esa reunión, en Roma, uno de los comensales es Mario Praz.


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JOHAN Melchior Molter suena en toda la casa. Hoy, -que ni M.C. ni E. están conmigo- las recupero otorgándoles, a estos prodigiosos pentagramas, lo que Octavio Paz llamaba “la casa de la presencia”. Cuando lleguen las dos escucharemos esta música de Molter como lo hicimos el otro día con Verdi, Corelli y Bach. Aunque, al escuchar esta música, parece que los tres nos encontramos, por la gracia de la cuántica del espíritu, en un estado y un territorio compartidos.     


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MIENTRAS leo algunas páginas en italiano de Zibaldone, proyecto, junto al retrato de Leopardi, un jardín armonioso. Il giardino armónico.

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NO debería fatigarme en la búsqueda y con el trabajo diario de la palabra, a pesar de su lentitud y de sus escasos progresos. Tampoco debería entregar la voluntad de cuajo y desasirme de la intensidad y el voltaje, porque, de vez en cuando, en escasas ocasiones, se encuentra uno con la palabra de un maestro que, de pronto, arroja luz allí donde no había nada, ángulo muerto. Con este tipo de asertos entienden el lector y el escritor que la materia que precipita en las letras debe contener no los recursos ni los ingenios, no la panoplia de elementos que desde la antigüedad ayuda a mejorar la obra literaria. Hay una materia por encima de todos estos recursos para crear el artefacto, un elemento crucial que casi siempre se nos olvida y que casi nunca tenemos en cuenta. Una naturaleza que nos habita y que es difícil educar y matizar o apenas lustrar. Dice Wiesenthal: “Después de muchos años de ejercer el oficio de escritor, he llegado a la conclusión de que un libro no tiene interés si no lleva dentro una buena parte del corazón de su autor”. 

jueves, 23 de febrero de 2012

miércoles, 22 de febrero de 2012


QUIZÁS, de la lectura de Parménides se desprende que la literatura es la conjunción armoniosa de presencias y ausencias inevitables. 
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EN OCASIONES, me recorren, de arriba a abajo, unas ansias incontrolables de renunciar a todo y de gritar en todo su falsedad. En este mundo moderno, lo superficial  predomina en cualquiera de sus facetas. El arte, por supuesto, no es una disciplina que se escape a este marro moral de la sociedad contemporánea. 
Las palabras han sufrido este viraje hacia lo vacuo, lo han sufrido y además las obligan a que lo expresen, pues los engreídos ni siquiera conocen el mal que ejecutan con sus actos.

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LLEGAR a ser lo que somos siendo. Lo bello y lo justo debe regir ese desiderio, así en la vida como en las letras. Todo lo que se aparte de estas coordenadas del alma, tendrá que ser alejado de nosotros, porque si no es así, no seremos nunca.
    
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LLOVÍA sobre las calles solitarias de París. El frío había anidado en el gris del paisaje y acompañaban nuestros pasos la cadencia de la tarde. Decidimos entrar en el Café du Flore y, en cuanto estuvimos sentados, nos pareció escuchar en susurro a Camus y a Sartre y, acaso, un acento argentino y desatado en la garganta de Borges. Un café, unas horas, un periódico maltrecho, las vidrieras ofreciendo el carrusel de los boulevares y el gentío en las calles. Parecía que estábamos resguardados de todo allí sentados, los dos, mirándonos mientras sonaba la música de Sidney Bechet. No sabíamos los dos, amantes recíprocos, que alguien, -E. ya te amo-,  nos trenzaría de sangre pasados los años.

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HOY lloro de la vida, lloro de lágrima transparente. Solo verán mis ojos desde dentro y con ello la vida es estación y memoria. Cuántos soles no han caído ante nuestros ojos en el mismo horizonte, ¿te acuerdas de Perugia y del umbrío paisaje que contemplábamos? Gracias por mostrarme lo que nunca quisieron ver mis ojos.       

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EN la poesía, si las presencias son fundamentales, las ausencias son esenciales. 

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Lo Bueno y Justo son Bellos desde el origen y mayúsculas aspiraciones que nortean nuestra existencia. Un pensamiento justo en su génesis deberá encontrar una palabra justa en su expresión. Un sentimiento bello será bello si es poeta quien lo establezca en el verbo.

martes, 21 de febrero de 2012

HOY, con el Poema, de Parménides, y es suficiente: “Mira pues lo que, aun ausente, está firmemente presente al entender”.
Y con Parménides podré declarar abiertamente, ayudado de su creación: “todo está a un tiempo lleno de luz y noche invisible, de ambas por igual, puesto que nada hay que no sea parte de una o de la otra”.
Es así como sitúo la vivencia en la luminosidad, como una paradójica estancia de la noche invisible. La fontana clara de donde la palabra brota es la naturaleza y la naturaleza vive demediada entre la oscuridad de sus raíces, de su génesis, y lo numinoso de sus ramajes. Pero, ay, cuán débiles son los ramajes a la intemperie y qué portentosas las raíces ocultas a las inclemencias. En eso como en todo, oculto decir, pensar, debatirse en lo profundo a los ojos, a escondidas, ajenamente al mundo de los corifeos.
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NUESTRAS palabras no serán más que fragmentarias estancias pasajeras de no se sabe qué vida.

lunes, 20 de febrero de 2012


[...]
Qué dulzura este ir cerrándose a todo
para poderse abrir y comprenderlo todo.

Abrirse y cerrarse, luces y sombras, contrastes y claroscuros, la luz en lo blanco de la noche, la noche en lo blanco de los astros. Son versos de AC, Desiertos de la luz. Esa es la conciencia de la luz y de las sombras: la morada de la luz interior que vive en la oscuridad y que lo alumbra todo desde la nada.

domingo, 19 de febrero de 2012


QUÉ complejidad el proceso de la escritura. Suma una letra en una sílaba que se prende juntamente con otras y forman una palabra, un significado que necesita hilvanarse de inmediato con otra palabra que hemos tenido que rescatar de todas las posibles apariciones. Después de esta hilera, establecemos su unidad y damos la oración o el enunciado y le damos punto y seguido para seguir zurciendo, con el ritmo que nos permita la inteligencia, una palabra de nuevo que enlace con otra en forma y significación. Un conjunto de enunciados que amarramos en un haz y le damos entidad de párrafo que, por supuesto, puede vincularse con la posible aparición de otro párrafo que comenzará, como el primero, en una letra escogida por no se sabe qué decisión no se sabe qué mecanismo de la conciencia. Cuando cree uno que ha concluido de macerar una forma, vuelve a leerlo todo como si sus partes fueran una familia, como si sus partes hubieran estado ahí, esperando a que alguien las colocase en esa suerte de cábala o conjuro. Un retoque, varios, cientos y damos por terminado el proceso y lo dejamos quieto, arrumbado en el papel, desgajado de nosotros mismos, independiente, semánticamente autónomo. Creo que, todavía, la maravilla del proceso de la escritura encierra una interpretación simbólica que jamás, a pesar de los formatos y los avances, será desentrañado. Es el misterio, el voltaje.

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LA escena de Bucólicas, de Virgilio, en que Menalcas le dice a Mopso:
"¿Por qué, Mopso, hábiles los dos, tú para tañer el tenue caramillo y yo para decir versos, no nos sentamos aquí en medio de estos olmos mezclados con avellanos?". Los olmos, los avellanos, tomados por el caramillo y la palabra,...¿qué encerraba esta insostenible tendencia a cantar en la naturaleza; qué nos dijo Virgilio en este pasaje, como aguas del subsuelo, y que solo intuyo?   
  

sábado, 18 de febrero de 2012


DIRÍA que la luz y el silencio no son dos motivos para la poesía, sino la sustancia de la poesía; que no son dos requisitos, sino que forman el paisaje interno que edifica la poesía; que estas dos cualidades, tan ajenas ,a veces, a lo humano, lo invaden todo, incluso lo más nimio y desapercibido. Y diría que la ausencia de paisaje natural en la poesía desde hace unos años es síntoma de su podredumbre, como sucede con el desprecio a Góngora y a otros poetas que han revitalizado el idioma y que han legado su aportación para que nosotros, lectores futuros, lo apreciemos. Esa vivificación de la poesía, que orillea en los límites del silencio y de la luz, es la que sucedió desde Grecia, pasó por el Renacimiento y concluyó en el Romanticismo. A partir de ese periodo, todo han sido figuraciones y tentáculos que no terminan de suceder, tentativas hacia lo yermo.  
No hay más que leer a los poetas que han permanecido más allá de sus días, a Virgilio o a Dante, a Rilke o Juan Ramón, Góngora o Lope o fray Luis, Garcilaso o San Juan, Unamuno, Machado, por ejemplo. Ellos son, en su palabra, el paisaje natural de lo humano, el paisaje de raigambre romántica que tanto molesta y perturba a los hombres de este tiempo, pero que sustrae lo sustancial de la poesía, ofrece lo cenital de la palabra. ¿Acaso no hemos leído a Goethe o a Hölderlin, a Novalis o a Leopardi, para darnos cuenta de nuestra miseria actual y para sentirnos parte de la corriente infinita solo cuando los leemos?

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AFIRMABA Schiller, en Erfurt, un 18 de septiembre de 1791: “la naturaleza nos dio sólo existencia; vida nos da el arte y plenitud la sabiduría”.
Existen dos poemas de Schiller, en Lírica de pensamiento, que mixturan la existencia, la vida y la plenitud. Uno se titula "A Goethe" y está compuesto por versos como el que sigue: 

“Tú, quien de la mentida coerción de las reglas/ 
a la verdad nos volviste y a la naturaleza” […]. 

El otro poema que tanto me agrada posee cuatro versos prodigiosos, que nos lleva a eso que el propio poeta llamaba "El favor del momento”:

[…]

“De el devenir originario
de la naturaleza eterna
un pensamiento luminoso
es lo divino en esta tierra”.

[…]  

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CUÁNTO disfruto con los novelistas que se olvidan de que son novelistas y se dedican, únicamente, a escribir. Es lo que sucede con El mago de Viena, de Sergio Pitol. Páginas, páginas repletas de literatura que brota incesantemente y que conducen al lector a un pacto iniciático del que es difícil soltarse. Este tipo de libro sacude al lector desde el primer momento y lo deja ensimismado, pues no hay principio ni fin en sus páginas, no hay tiempo narrado con las cortapisas de lo narrativo. Es literatura en libertad, narración que se dirige a lo sustancial de la palabra, pero que se vale de los recursos más necesarios para adecuarse a su cometido. 
El mago de viena es un prestidigitador literario, espera que el texto le llegue transmutado, límpido, espera que su voz individual alcance el eco coral del universo: “me debato con ese emisario de la realidad que es la forma. Uno, de eso soy consciente, no busca la forma, sino que se abre a ella, la espera, la acepta, la combate. Y entonces, siempre es la forma la que vence. Cuando eso no es así el texto tiene algo de podrido”. Y así lo siente el lector que asiste a este espectáculo de la naturaleza literaria.    

jueves, 16 de febrero de 2012


HONDAMENTE agradezco sus palabras, señor,

mas con la sinceridad de la poesía, considero que ninguna de las mías valgan más que estas sonatas de Scarlatti que escucho recogido en la soledad, ni que un aria de Donizetti basada en la novela de Walter Scott, ni que uno de los azules del cielo de Estambul, ni que un olivo solitario y macilento, ni que un solo verso del poeta en la alameda del silencio, ni que una encina o el mar en lucha. Es, con ellos, con quien debe rendir cuentas, no con los mortales, no con los que siguen vivos, tan solo con quienes dejaron su vida edificada en su obra, tan solo con ellos. Porque su tiempo no nos pertenece ni nos es inteligible, solo la Obra podrá abarcarlo. Perdóneme, señor, si soy insensato o infame, pido disculpas si llegara a ofenderle. 

Es el tiempo sostenido que nuestros ojos no verán nunca, pues pertenece al paisaje futuro del que jamás tendremos un recuerdo. Vaya con ellos, señor, camine con ellos en la hondura del mar y dialogue, dialogue con las sílabas prendidas de las razones luminosas. Si existe algo irrenunciable, realmente impune a nuestro juicio, que la Obra, sola, se incardine en el tiempo de la palabra perenne. Estoy seguro que todo parte de la duda y es por eso por lo que siente el frío ancestral del miedo, pero debo decirle que sea con ellos y que en ellos sea su obra.

LA gracia y la coherencia pertenecen a la claridad y no es virtud mantenerse en su reino, no es virtud postrarse ante la fábula y la razón. Por ello pido que no sean tenidas mis palabras por más que melancólicos gajos de la clarividencia de alguien mediocre, obstinadamente confuso y sometido al claro decir de la fontana en la tarde. 

miércoles, 15 de febrero de 2012

HAS APARECIDO como un tremolar que sostiene la huida. Y en ti todo se ha vuelto en la maravilla, en ti todo se ha figurado blancura de nieve glauca, como una desmedida palabra abrupta entre los labios, como la decidida aurora que acontece a pesar de la noche.  

martes, 14 de febrero de 2012


SI tuviera que dejarte y con ello morirme, sería ahora, mudamente, y sería convocando la palabra por el precipicio encendido de lumbres.
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A la "Alameda verde", de JRJ, voy a pasearme las más de las noches, pues en ese paseo hay un cauce de eucalipto que revienta la claridad con las espuelas de la luz y una respiración de astros que destila la claridad contenida de la aurora. Dice JRJ: “Poeta es el que arranca el tesoro de la inmensidad a la eternidad”.   
En una inmensidad , yo, eterno. 
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AÑADE  el maestro: “No pongáis vuestro esfuerzo –ni el más mínimo- más que en lo permanente”.

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HOY han llegado los cuatro volúmenes con las Poesías completas, de Unamuno, y un libro especial, Zibaldone di pensieri, de Leopardi, con el texto de la editorial Mondadori, en italiano.
Cuando han llegado a casa los libros, MC se ha emocionado al ver los dos tomos de la obra de Leopardi. Lo primero que me ha preguntado es si existe una versión en español. En mi respuesta iba una opinión implícita sobre el estado de la cultura y de la poesía en España.
Hemos estado leyendo y ojeando el libro buena parte del día y le he propuesto que podríamos ir traduciendo algunos fragmentos, pasajes emotivos o especialmente significativos para nosotros. Le ha encantado la propuesta y ya hemos comenzado a traducir, en secreto, casi susurrando las silabas en el cuaderno de tapas rojizas: “La poesía malinconica e sentimentale è un respiro dell´anima. L´oppressione del cuore, o venga da qualunque passione, o dallo scoraggiamento della vita, e dal sentimiento profondo della nullità delle cose, chiudendolo affato, non lascia luogo a questo respiro”. 

lunes, 13 de febrero de 2012


LA mañana, cargada de actos absurdos. El mediodía en un punto se es ido. La tarde quietamente se transmuta en la noche. Cerrada la conciencia, solo quedan en el horizonte los rastros de lo que alguna vez observamos, el reflejo perpetuo de nuestras figuraciones.
Libros, papeles en la mesa, lecturas, el silencio que invade el temblor aparente. Las voces de quienes gimen en los senos de la claridad  por haber nacido aun sin quererlo. El frío, un frío conjetural. La rosa se mantiene intacta a todo esto.

CUÁNTOS dulces sueños cerca del ciruelo. Sus ramas permanecían fijadas en el susurro de la noche cuando mantenía los ojos proscritos a la Luna. Ciruelo de centelleo, de tierra almidonada, ciruelo de lenta cadencia y alminar en las pupilas. Tu fruto es una espera deleitosa, un meditar solemne de las ramas en los astros.


ERES ya, tarde, un lied.


 CUANDO la música suena y contemplo a MC sentada en el sofá e imagino a E., en su territorio amniótico, atisbando las melodías de la mandolina, los arpegios del violín o los bajos continuos, me creo figura restante en una naturaleza quieta. El cuadro está dentro y dicta lo que somos. Hay una reverberante quietud hogareña que contiene la fuerza de la sensibilidad, de una sensibilidad apocopada en la palabra.
Fuerza cenital y fuego prometido a los hombres. Orfeo transita todavía entre nosotros, ¿no escucháis su presencia?


 HAY quien desprende fraternidad, como A.C, en su vida y en su poesía. Y creo que con eso, con ese enorme e inabarcable sentimiento, puede uno darse por satisfecho. El amor en la palabra por el ser humano, el amor candente, que brota límpido y confabulado. El que hace que cuando lees un poema te congracies con el mundo.


A VECES, lo extraordinario pasa por tu vida sin que retengas consciencia de ello. Y lo hace sigilosamente, como suceden los grandes espacios del ser en el hombre. Un gesto, una presencia, una palabra, la vida.  
   

domingo, 12 de febrero de 2012


¿PUEDE un escritor inventar un sentimiento? Hoy, en una tertulia con unos amigos, he negado que un escritor pueda crear un nuevo concepto emocional. Lo he verbalizado a la ligera, sin tener la conciencia amainada en tal aserto. Puede que, en principio, uno niegue que alguien pueda inventar o establecer una realidad o un sentimiento o una emoción individual en una obra artística, pero se me olvidó una cuestión crucial que puedo reproducir aquí, en la soledad del diario, para calmar mis ánimos. Decía que, quizás un artista no pueda crear ex nihilo un sentimiento y convertirlo en un universal, pero si puede modificar el universal y reconducirlo, ensancharlo, configurarlo con nuevas aportaciones formales. Es esto, en cualquier caso, a lo que debe aspirar un poeta, a participar del sentimiento universal desde su individualidad y a que algo de su ser como individuo impregne el concepto universal para que, con el tiempo, los que se arrimen a lo perenne, aun sin saberlo, reciban la herencia del genio que habitó en el hombre. Es la constante controversia entre lengua y pensamiento que, una vez más, convoca todas mis atenciones porque, e el fondo de la cuestión, sé que existe la compleja claridad de la palabra.     

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M.C. ha terminado de leer el libro de Collodi, Le avventure di Pinocchio, en italiano. La lectura ha sobrepasado las expectativas que había proyectado cuando se hizo con el libro. Cuando lo concluye, me comenta una interpretación de Calvino que se añade en el libro y que viene a defender las fabulosas propiedades del mismo, incluso llega a reivindicar la importancia de estas páginas en consonancia con la falta de una tradición picaresca en Italia. Lo cierto es que me dice M.C. que las páginas de Collodi son una fábula maravillosa, perfectamente engarzada y ejecutada  que nada tiene que ver con la prototípica imagen que ha quedado en el imaginario colectivo. Esto, por una parte, me alegra, me satisface que MC me alegre la tarde con estos matices y estos comentarios, pero me entristezco por no leer el texto directamente del italiano para quedarme, no solo con la sugerencia, sin con la lectura. 

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DECÍA I.P.C. que las novelas actuales le resultan antiguas; decía que estaba leyendo a Rousseau y que estaba maravillado con esas páginas prodigiosas de un espíritu de una época. Uno no podía estar más de acuerdo con él, pues entre los que se creen herederos de lazarillos y quijotes, los que son nociescritores y los que suenan a organillo de salón; los que no han leído y creen que van contra la tradición y los que escriben literatura como si estuvieran escribiendo cualquier otra cosa,  la novela, -con pocas excepciones-, y la prosa, en general, como cauce de expresión -diría yo-, anda a la antigua, por muy moderna que se piensen los que escriben.    

sábado, 11 de febrero de 2012


LOS poetas, cuando son verdaderos, escogen sus silencios y rescatan la razón. De ese mestizaje, surge la palabra poética. Por este motivo, los poetas no dejan al albur un término u otro, pues conocen que, una vez que el discurso poético queda fijado, la palabra se instala en otra zona que ya es ininteligible incluso para su propia conciencia.
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SIEMPRE disfruto con Flaubert, sobre todo con Bouvard y Pécuchet. Esos personajes son ya familiares y, en ocasiones, los imagino sentados aquí, en el salón, rodeado de libros y enciclopedias con los que tratan de argüir una justificación para su existencia. Sus actitudes en la vida me resultan atractivas y me emocionan y me ruborizan. Encuentro en estas páginas tanta vida hecha literatura, tanta virtud y tanto amor por el hombre. Porque en la descripción y la demostración de la incapacidad del hombre reside el amor y la verdad.
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...(debería estar leyendo)..?¿I32 . Libro de Novalis, Schlegel. Supremacía del Romanticismo alemán: rescate para la actualidad. Libro de Dante, Eliot, Leopardi; la palabra como un estado o una latitud del espíritu. Casa del ser. O mejor, espacio de la presencia del ser, eso es, el poema es el paradigma o el axioma del ser manifestado. (palabras, quizás demasiado decimonónicas. matizar).   


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LEO algunos poemas de Quevedo y de Góngora que pertenecen a sus inicios. En ellos hay reminiscencias del mundo petrarquista: imágenes, símbolos, recursos retóricos. Toda una confabulación juvenil de los autores que perpetúa las formas italianas en sus versos. Sin embargo, el dinamismo interno, el “desgarrón”, es ya evidente, el desafecto que percute tras cada uno de los vocablos que el poema sostiene. Y eso me deja perplejo, pues tenía uno en aprecio estas semanas la solemnidad luisiana de las odas hasta que, de pronto, han irrumpido estos poetas  con sus especulares y fulminantes palabras. 
Estas incertidumbres van confirmando lo que intuía: la poesía es Una y además es disforme. Un poema centrado en la belleza de la mujer o en la naturaleza, en una época  o en otra, quizás la de todos los tiempos, pasados y venideros incluidos, versarán sobre el mismo asunto: el hombre en su complejidad. Y, en esa complejidad, la poesía viene a robarnos la luz y a devolvérnosla, a dejarnos una música o a no ser nada.    

jueves, 9 de febrero de 2012


CASI con la emoción de entonces, escribo ahora estas palabras de Thomas Mann que pertenecen a Doktor Faustus. En ellas, encuentro una palabra razonadora, que remite a la simiente de todo. El pasaje está protagnizado por Kretzschmar y trata de dilucidar la "subjetividad armónica" y la "objetividad polifónica": "Del encuentro de la grandeza y de la muerte, añadía, nace una objetividad hasta cierto punto convencional, cuya soberana belleza supera a la del más desenfrenado subjetivismo porque en ella lo exclusivamente personal, el dominio de una tradición llevada a su más alta cumbre, se supera a su vez y, en plena grandeza espiritual, accede a lo mítitco y a lo colectivo".

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CON M.C. nos hemos propuesto ir traduciendo algunos pasajes de Zibaldone. Será la primera vez que trabajemos juntos en una empresa literaria, aunque quizás, debería utilizar otro verbo, pues la traducción es un tentáculo de la creación. Le he propuesto que, a partir del texto italiano, vayamos traduciendo aquellas líneas que nos agraden especialmente. Ella se ha quedado conmovida, pues no sabía, en principio, cuál era la intención de la propuesta. La intención, le dije con claridad, es la de escribir la lectura de un autor fundamental, la de vivir con Leopardi juntamente, en su palabra. La intención de ser y estar en Leopardi, es decir, en la palabra.

miércoles, 8 de febrero de 2012

EN algunas palabras o expresiones, piedras cristalinas, se encierra la realidad que deviene, la que dinamiza el mundo. Por ejemplo, “hipogrifo violento” o “contemplando”.  Dos expresiones que resumen dos épocas de la literatura española, que  transmiten la transformación que, a pesar de sus diferencias estéticas, se produce en el ente ficcionalizado, en el lector y en el yo lírico. Aunque, el lector, cuando las lee y sufre la catarsis, se convierte, él mismo, en metamorfosis viva. De ahí que vida y literatura sean inseparables. 

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AYER, escribí unos versos del alma. Unas letrillas dedicadas a E. que simulaban que la veía, plácidamente, durmiendo, mientras en su cara se reflejaba el sueño de mis retinas. 
 


lunes, 6 de febrero de 2012


UNA mandolina, una lábil y reluciente mandolina que atraviesa e invade el aire hasta mis ojos;
a mis ojos descendentes, a lo que prolonga la contemplación y se cuaja en el silencio, en la naturaleza muerta de los gajos de la luz.  
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AFIRMA Dámaso Alonso que Góngora  pretendía con la literatura lo siguiente: “esquivar los elementos de la realidad cotidiana, para sustituirlos por otros que corresponden, de hecho, a realidades distintas”. Qué magisterio en el uso de “esquivar”; no anular, prescindir, contrapuntear, glosar o evadir la realidad, sino esquivarla. Tenerla ante los ojos, pero trascenderla con la palabra.
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RECUERDO a Terencio: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”. Si es cierto que nada humano no es ajeno, es cierto igualmente que el hombre es lo más ajen al hombre. 

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CADA VEZ más, con evidencia, la poesía es una y es todo, disforme y caudalosa, minoritaria y universal. 

domingo, 5 de febrero de 2012


ES la consolación, compañero, la consolación.  Y ella está presente en todos los hombres que viven en la claridad. No se aprende, no es artificio ni petulancia,  es verdadera y diversa en cada hombre, pues ofrece un rostro compartido,  pues deviene de la existencia vivificada.
Por eso creo que el poema es un territorio de apariciones de lo que realmente somos y hemos sido y seremos como hombres que comparten la humanidad. Quizás en el poema es donde somos más humanos que nunca.  
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ANTONIO MACHADO tenía a San Juan de la Cruz como "acaso el más hondo lírico español”. Y lo explicaba en Los complementarios con las siguientes palabras: “En San Juan de la Cruz la metáfora nunca aparece sino cuando el sentir rebosa del cauce lógico, en momentos profundamente emotivos”.
El cauce lógico en el poema queda desbordado si, en efecto, la expresión se conduce hacia temas profundamente emotivos. Palabra y pensamiento, en definitiva.  
En este sentido, San Juan hace lo propio como Dante, y Virgilio hace lo mismo que Horacio, y Rilke tal que JRJ. La diferencia no está en el concepto, sino en la expresión del concepto. En cada expresión, un poeta, una forma, una vida, un hombre que congrega a todos los hombres.
   
En muchas ocasiones, se ha mencionado a Machado como un antecedente previo de la poesía que tiene la realidad circundante como leit motiv. Pero se olvidan de que la realidad, en la poesía de Machado, siempre es trascendencia.  Esa interpretación sesgada la han realizado los que, en su poesía, son incapaces de convocar el cauce de la poesía como palabra en el tiempo y los que escriben minucias, lábiles versos desmayados fruto de un hervor lírico momentáneo.  

viernes, 3 de febrero de 2012


HAN LEGADO varios paquetes de libros. Entre ellos, la poesía de Bergamín, en Turner, los siete volúmenes de este escritor de alcoba y Cristo en alacena. Sin embargo, algunos poemas muestran una socarronería y una sencillez que, en algunos poemas, me emocionan tanto.
Con Bergamín,  Concha Zardoya, con un estudio sobre el 98 y el 27. Y un libro de Emilio Orozco, precioso y agudo, intitulado Paisaje y sentimiento de la naturaleza en la poesía española. Con el libro de Orozco, descubre uno algunos pasajes inadvertidos de Machado, de textos escritos en Los complementarios como el que sigue “hay hondas realidades que carecen de nombre”.
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AL terminar de escribir esta última línea, recuerdo que hace poco le pregunté al poeta JSM si tenía miedo. El miedo es el silencio universal del miedo, el miedo noctámbulo de raigambre órfica. Precisamente, las realidades que Machado identifica como hondas y que carecen de nombre, pues son plena sensación, profundo rubor interno.

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JUNTO a los libros mencionados, dos volúmenes de predilección. Uno, Antología de la poesía española, realizada por Dámaso Alonso y José Manuel Blecua, que selecciona poemas de la lírica de tipo tradicional.  Abre uno el libro al azar, mientras MC me coge la mano y se la lleva a la barriga para que note cómo se mueve E., cómo revolotea por el medio acuático y parece enviarnos avisos insistentes de que se encuentra ahí y que quiere escucharnos. Decía que, al leer un poema de esta antología, se me han venido, como del rayo, San Juan  y Dante en una conjuración de la ebriedad. Estábamos en el salón y le leí los poemas a MC en voz alta; podríamos decir ya que a E. también quise leerle estos poemas. Pertenecen al Libro de música de vihuela, de Diego Pisado, publicado en 1552, en Salamanca: “ Si la noche hace escura/ y tan corto es el camino,[…]”.   

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PUEDE uno estar toda la tarde leyendo esta antología sin caer en marros y más bien anhelando esa música del idioma tan grácil y tan lírica, como de bóveda. Sin embargo, dos libros más estaban a la espera. El primero de ellos, una edición de Conjuros, de Claudio Rodríguez, publicada en Taifa, en 1985. Esta es la primera edición después de que la primera en 1958, se publicara en Cantalapiedra. Versos del alma : “Dejad de respirar y que os respire/ la tierra,[…]. ¿Don de la ebriedad o Conjuros o Alianza y Condena? Todavía "soy de Don", como dijo LAC; el tono salmódico y el ritmo tan ensimismado y prominente... 
El segundo de ellos, Desarrollo histórico e ideas básicas de la Cábala, de Gerschom Scholem. Este libro vino por orden del azar, pues no lo había pedido en la compra a la librería. Ha venido motivado por otras cusas que quizás se aclaren con el paso de los años. Aun así, no me resisto y comienzo a leer su índice como endemoniado.  

jueves, 2 de febrero de 2012


LA poesía, cuando lo inunda todo, lleva al paroxismo. Y entonces, la vida, ese suceso accidental que nos ocurre, comienza a ser trastocada.
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RECONOCERSE y apenas intuirse, dejar sobre la tierra lo soñado, convocar en el ritmo y desnudarse, para alcanzar apenas lo intuido.    

miércoles, 1 de febrero de 2012

JUSTO en la espesura de las lomas, entreverada en la quietud de la visión glauca, atisbándose lentamente en su figura y mostrando con sencillez y desparpajo su rostro, hacíase la luz en el campo. Fue tomándolo todo por de dentro, en su dimensión de haz restallante, en su desiderio matutino y perpetuo. La tierra respondía despererzándose de la humedad y del rocío, como sometida a un rompimiento,  afilando sus perfiles al calor de la luz que los azuzaba. Mientras la naturaleza sucedía, sí, únicamente, sucedía, estaba echado yo enfrente del anchuroso campo, sosteniendo en los ojos la belleza mostrada y vertiendo mi aire, la respiración, a aquella secuencia poblada de enigmas. Un pájaro atravesó el cielo y se perdió en el firmamento. Poseído por la estampa, inmerso en ella de profundo, en su bóveda y en su eco, resplandecía yo por el interno laberinto de mi alma, en una alegría de canto continuo que prodigué armonizándome con el mundo, cada vez que expulso lo que fijé en mis ojos, cada vez que pronuncio ese prodigio.