jueves, 31 de octubre de 2013

EN POCAS ocasiones un texto llega a poseer la gracia de la forma por la idea y de la idea por la forma. Eso sucede, sin remiendos, en las Coplas de Jorge Manrique. Es una creación axial en nuestra literatura, de resonancias inequívocas en las letras posteriores al medievo en la obra de aquellos autores que han evocado las palabras manriqueñas. Porque Manrique instauró, entre otras cuestiones, un decir, un estilo pleno. Más allá de toda influencia, para uno sigue siendo  una relectura siempre fructífera, muy fértil, pues estamos ante un texto lírico que amolda música, palabra y pensamiento como pocos. 

Si estuviera escrito en otra lengua, algunos de los vates de la literatura actual saldría al caso para lucir su rara y especial selección, pero ocurre todo lo contrario; pocos, por no decir casi ninguno, hace referencia a la grandeza del texto y a la cosmovisión que ofrece y que tan fulgurante es para un lector de poesía. Y es que creo que el lector sin virtud es el que se enfrenta, si es que lo hace, a los textos clásicos cargado de prejuicios, sin espíritu libre; y el escritor que logra llegar al centro indudable de la poesía el que revisita lo que otros dejaron marcado con sus propias luces.  

Las virtutes antiguas se aprendían gracias a la imitatio y esta se desarrollaba al calor de los exempla, esto es, de los fragmentos esenciales. Esa imitatio no pertenecía solo al orden estético sino que debía incorporar el ejercicio del espíritu del individuo hacia la edificación de una ética. En este sentido, la virtus aspiraba a una vitium de orden moral. Estamos ante una escisión de la literatura y de la filosofía que tanto ha empobrecido a las artes liberales en que terminaron la literatura y sus géneros. 

Pienso, con estos mimbres, que Borges, Hölderlin, Pound o Thomas Mann utilizaron a todas luces las estrategias de la literatura antigua; así Quevedo, Gracián, Garcilaso  o Bécquer, entre otros tantos. Defiendo la imitatio en su vertiente antigua pues considero que nunca se ha conseguido en la literatura más altura y más limpieza que cuando un autor muestra su estirpe con sus propias luminarias. Si es cierto que la llamada posmodernidad ha enfatizado su desarrollo en la originalidad del autor, pero pienso que, al desvirtuarse ese concepto, los literatos deben comenzar allí donde estuvo el origen: en la copia, la memoria, la imitación de la virtud estética y ética de los fragmentos esenciales. Qué grandeza en fray Luis, aun estando latente Horacio en cada uno de sus versos; qué delicadeza la de Garcilaso, aun estando Petrarca en cada sílaba; qué verdad en Cervantes, aun sonando en sus líneas la rueca de la literatura anterior más diversa. La literatura es siempre celebración de la literatura.     

martes, 29 de octubre de 2013

Leo. Acción total que se impone con el tiempo. "Canto XI" de El Purgatorio:

No es el ruido mundano más que un soplo
de viento, ahora de un lado, ahora del otro,
y muda el nombre como cambia el rumbo.


Unos inmensos versos de Petrarca en una obra, Triunfos, que cada vez más resulta más insoslayable y necesaria. Leemos en el "Triunfo del Tiempo":

Soy el mismo que, antes que la tierra
fuese creada, rueda noche y día
por la ruta redonda e infinita".

Termino con la música del ser de Dante:

Non è 'l mondan romore altro ch´un fiato
di vento, ch, or vien quinci e or vien quindi,
e muta nome perchè muta lato.

domingo, 27 de octubre de 2013

EN Salamanca recordé la exquisita décima de fray Luis de León, -o atribuida a fray Luis, que no atinan los filólogos a discernir el entuerto- , titulada “Al salir de la cárcel”:

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado
[…]

La recordé justamente por el sentido contrario que desprendió aquella breve estancia. Fue todo verdad y esencia, diálogo y concesión. Todo fue alejamiento de la podredumbre y de la vanidad que como norma rodea la literatura. Fue una verdad vivida. 

Son versos reveladores, que transmiten sosiego ante situaciones adversas y que tan bien pudieran ajustarse a los tiempos actuales, a las vivencias personales de esta tontuna que rodea a los aspirantes a literatos, a los que prefieren quedarse en el lupanar de su consciencia, de su miseria, antes que leer, aprender, leer, aprender de forma incesante. 

***


Uno, dos, tres, cuatro…elementos recibo en la mano. Los agarro con la derecha y los paso a la izquierda. Los reviso, los toco con cuidado, observo las pequeñas fisuras que poseen. Uno de ellos es semitransparente y parece tener dentro de sí otro elemento. El resto es monocromo a los ojos, pero infinito cuando los respiro. Todos están dentro de mí, siempre lo estuvieron. Esto no es más que contemplaciones y murmullo de la transparencia. 

*** 
Leo el ensayo de Hölderlin titulado "Sobre el modo de proceder del espíritu poético". Es un texto cargado símbolos y de claves que el lector debe descifrar. Siempre se muestra Hölderlin como un extraño al ejercicio de la poesía y eso lo demuestra con la enrevesada sintaxis y, en general, indeterminación de sus apreciaciones. Sin embargo, existen pasajes que cristalizan momento de claridad expresivas, a saber: 
"En un grado presiente el poeta su lenguaje y, con él, el verdadero cumplimiento de la actual poesía y, a la vez, de toda poesía.
Ha sido dicho que en este grado entra en juego una nueva reflexión, la cual es, para el espíritu del poeta y de su venidero poema, arte vivificante, tal como, para la sensación originaria del poeta y de su poema, ha sido arte que da espíritu. El producto de esta reflexión creativa es el lenguaje".

No deja de insistir Hölderlin en la dicotomía entre lo individual del poeta y lo universal del poema, de lo material del poeta y de lo infinito del poema, de la actualidad a la que es limitado el poeta y la permanencia en que se instala la poesía. El momento de conformación y de comunión entre una y otra dimensión de la palabra poética es el devenir del poeta en el devenir del espíritu poético. 
  

jueves, 24 de octubre de 2013

SUENA Ave regina de Guillaume Dufay y mantengo en el recuerdo los días en Salamanca. Poesía, poesía y vida trenzados en un sentir permanente. La memoria se expande hasta el encuentro con el origen. Gracias a otros poetas me voy convenciendo de la naturaleza de la palabra poética. De su vivencia ancestral, de su música de agua. Cada vez más alejado de mí, más siendo otro. 

Porque la literatura ha sido siempre una corriente alterna, una estación de eternidades. Es eso lo que hallo en la lectura de Eternidades de JRJ en la edición añeja y deliciosa de Renacimiento. El poeta de Moguer está, a cada momento, recordando la plenitud de la poesía y lo hace, además, con la creación. Del poeta moguereño me atrae la consciencia de la elaboración no de la palabra sino de la palabra poética. En este cauce, JRJ tuvo a Goethe y a Swedenborg como alumbramientos. Quizás no alcanzó a desasirse por entero como otros poetas, pero desde luego, en nuestra lírica, consiguió vislumbrar de cerca el centro indudable de la poesía.

En cuanto he vuelto de Salamanca he abierto un libro de María Zambrano. He leído por aquí y por allí, por esta página y por esta otra, espigando deliberadamente un itinerario de lecturas. En todas he percibido pureza y verdad sobre la poesía como pocas veces los poetas demuestran. Claudio Rodríguez, también fray Luis me han acompañado desde la vuelta. 

He pensado en la Ginestra de Leopardi y en las encinas con que Platón trataba de enseñar las contemplaciones, estas contemplaciones del trópico de la mancha. Y he acabado releyendo a san Juan de la Cruz y a Calderón de la Barca. Una especie de confirmación me deleitaba, una suerte de indagación perpetua que no puedo soslayar y que, rodeado de poetas, no hace más que agrandarse y ocuparlo todo. 


domingo, 20 de octubre de 2013

LLEVO unas semanas reflexionando sobre el tópico de la consolatio. La consolación es el encuentro entre el dolor y la razón. Todos los que han trabajado con este concepto en sus obras han intentado establecer una división entre este mundo y otros mundos. La tierra, por ende, es el destierro; el destino verdadero y puro está en otro lugar o quizás es utopía y solo reside en la misma idea.

Así la emoción del infinito –que es el razonamiento de esa utopía- no puede expresarse sino después, cuando ya no se siente. Ante la imposibilidad de comprender lo que no se muestra ni desvela, el poeta necesita sobrevivir, subsistir en la sabiduría que interpreta y rememora esa realidad nonata.

El poema, entonces, es un intento de relatar el encuentro entre la razón y el dolor, la razón luminosa y el dolor connatural del mortal que sabe de su condición.

sábado, 19 de octubre de 2013

Sosiego. Pulcro meditar. Elipsis. Trato de soslayar las manifestaciones externas. Desvincularme de todo: no deseo nada ajeno. Pretendo encontrar, si es que existe, el eco que retumba en mí. Dentro de mí. En el viaje vertical que todos debieran hacer. En la transformación el ego en pluralidad.  Sosiego y la calma de la respiración. 
Cuanto más me acerco a lo social más me alejo de lo verdadero. La multitud es falsedad. La justicia reside en uno mismo y se encuentra cuando todo gira alrededor de armonía, pues cuando te fundes con armonía no eres ya por siempre. 


martes, 15 de octubre de 2013

LOS días restan, sea cual sea el baremo en la consciencia. Y la estulticia más aún. La rutina es el vertedero de la levedad, de la insoportable levedad. Ante este montículo de sinrazones solo cabe ondear las sílabas de la poesía: reconstitución del espíritu. 


A veces pienso que todo es una figuración. Hoy le decía a E., cuando la tarde sofocaba en violáceos y azules, que mirara una luz a la que denominamos "estrella". Una estrella, le decía con énfasis; pero E. no mostraba ningún interés. Miraba y apenas prestaba atención a mi entusiasmo... una figuración, sombreados rostros en ruinas circulares. E. parece entender todo esto, captarlo con soltura, a veces, con risotadas que hacen evidenciar mi tontuna ante el mundo. Uno tiene la sensación de haber perdido su capacidad. No solo de haberla perdido sin de posicionarse como si ya lo entendiera todo, con prepotencia, con vanidad, con ímpetu. Qué claridad la de E. ante el mundo; el aire en su rostro, la tierra a sus ojos, la piel de sus padres, la música de un piano. Todo connatural a ella, todo le pertenece sin más ni más. Ella deviene del mundo, de la naturaleza misma del mundo y todavía permanece en ella el origen del que nos alejamos con la condición de mortales.    

domingo, 13 de octubre de 2013

LA grisura del otoño comienza asomar su cuerpo. Lo hace por las mañanas, refrescando el aire, tomando el sentir con que uno accede al cotidiano quehacer. Pareciera que las acciones se vuelven más solemnes cuando llega el frío y que los individuos se vuelcan sobre sí mismos resguardándose de las inclemencias del porvenir. 

El otoño es una mandolina que tañe un melodioso recogimiento. Una mandolina penetrante, que punza en el interior mismo del tuétano. Una, dos, tres notas sagaces que arrancan un espasmo ante el ciclo de naturaleza. 

***

El escritor siente la cambiante magnitud de la expresión. Su vida se va completando con lecturas y desde ellas va edificando su propia palabra. Su voz nace siempre entre las obras leídas que ya son parte de sí, de su forma de entendimiento del fenómeno literario. La creación ex nihilo es una imposibilidad en la literatura, pero siempre corre el riesgo el creador de concluir en un vacío, esto es, en la creación que no comunica nada pues solo está creada para él. Ese es el límite de armonía y esa es la esencia de las obras clásica y esenciales; el poeta debe tener consciencia del límite en que su obra deja de ser comunicación creativa y se convierte en mero expresar de sus sensaciones. tanto en la escasa virtud como en el exceso de referentes que el lector, como hombre, no conoce, el poeta se encamina en el cauce glauco del equilibrio y la verdad. 

Desde la retórica y poética antiguas, los que han tratado de auscultar el qué de la literatura han advertido que se produce un proceso de intensificación entre la concepción del mundo, la recopilación de los datos que el individuo piensa que es el mundo y la expresión posterior. En ese paso, revelado tal vez, anida el misterio. En ese punto es en donde la crítica nada podrá ofrecer verdadero, en el que tan solo el poeta, de forma individual, siente e intuye, nada más. 

Deberíamos conformarnos, pues, con la descripción de la existencia de ese proceso que desde antiguo ha preocupado al creador. Iniciación, revelación, inspiración...del sentimiento de lo vivido (entendiendo vivido en amplias connotaciones) el poeta expresa creando. Ese es el paso fundamental: la expresión se hace creación. 

De su novedosa visión surge una novedosa expresión. De su novísima manera de entender el mundo se origina una expresión nonata que se alza creación pura. Cómo sucede será enigma siempre; acaso el poeta solo puede transmitir la realidad de lo sucedido sin saber qué sucedió. 


jueves, 10 de octubre de 2013

LA literatura es palabra, pero no solo palabra. Es manifestación. Discurso. Comunicación. Por su naturaleza, quizás la forma de creación más cercana al hombre, al hombre con las manos en la tierra, con el rostro al viento, con las minucias y paradojas que anidan en su entraña. 
La música pertenece a otra dimensión del ser, pero la literatura es la que alcanza esa catarsis de realidad más atinada y ajustada. 
Esta reflexión es fruto de la lectura de la Poética de Aristóteles y de su concepto de mimesis, de esa consistente teoría que tan ampliamente se ha desplegado en las teorías literarias de occidente hasta nuestros días. De una o de otra forma, todos los teóricos o los que han tratado de establecer el qué de la literatura han surcado el menudo libelo de Aristóteles. A la contra o a favor de sus postulados, los lectores se han posicionado sin remiendos. Aún recuerdo lo que afirmaba el filósofo y la distinción que establece entre Historia y Poesía.  

Con claridad, el filósofo indaga en la esencia de la literatura y quizás lo hizo con más tino que Platón, pues este último encauzó su pensamiento sobre todo, y así lo pienso, en la lírica. Para uno, Aristóteles escribe acerca de la poesía, pero Platón es poesía en sí.   

Platón mismo era poeta, lírico, músico, tocante del aulós mágico y mistérico y eso se traslada en sus teorías. Aristóteles, sin embargo, punzó en la naturaleza de la palabra narrativa, épica, dramática, poética, literaria en general. La literatura es mimesis de las acciones y de los modos de ejecutarlas en referencia al hombre. Esa es su maravilla y precisamente su restricción. La palabra es el fundamento para el hombre y para la literatura, no así para la música y, en parte, para la poesía.  

En Aristóteles leo la inteligencia aplicada a lo literario; en Platón, el devenir del cauce mágico de la poesía. Haz y envés de la consciencia para el mortal.

miércoles, 9 de octubre de 2013

LA palabra poética
excede la memoria
porque su tiempo eterno

no cumple olvidos.

martes, 8 de octubre de 2013

ESCRIBIó Pessoa un hermoso y recoleto texto que condensa toda una teoría de la vida y de las ideas. Incluso cabe añadir que podríamos extraer de su lectura una lección de estética. Pensaba en estas disquisiciones cuando terminaba de releer un párrafo del portugués:

"Hay una erudición del conocimiento, que es propiamente lo que se llama erudición, y hay una erudición del entendimiento, que es lo que se llama cultura. Pero hay también una erudición de la sensibilidad".

Pasadas las líneas, el poeta portugués ahonda en estas precisiones tan propias de su escritura y de su  cosmovisión: 

"La erudición de la sensibilidad nada tiene que ver con la experiencia de la vida. La experiencia de la vida nada enseña, lo mismo que la historia nada enseña".

Estas apreciaciones comienzan a tomar otros aires y a presentar exploraciones semánticas que es lo que más me fascinan de Pessoa. La inalterable sensación del ensueño, la maníaca lucha contra la ensoñación a que someten los sentidos y la palabra misma, en definitiva, del impulso en que Pessoa comienza a recorrer de la filosofía a la literatura filtrando en una lo que fecunda la otra: 

"La verdadera experiencia consiste en restringir el contacto con la realidad y aumentar el análisis de ese contacto. Así, la sensibilidad se ensancha y profundiza, porque en nosotros está todo; basta que los busquemos y lo sepamos buscar". 

 



domingo, 6 de octubre de 2013

HEMOS acompasado, los tres, nuestros contagios y lo peor de todo es que uno se ve incapaz absoluto. Desde hace unos días, E. comenzó con malestares que se han ido expandiendo en ella misma y en nosotros. Ha sido una caída conjunta, una caja de música que suena impenitente con la misma melodía. 

La bailarina más pequeña es la que más nos preocupa. Nos miramos recelosos, con la sensación de no estar seguros y convencidos de que estamos respondiendo a las situaciones que se presentan.

Una gran turbación que se suma a la molicie que la fiebre y el virus provocó en uno desde hace unos días. Un derrumbe total, como no recuerdo nunca, me fulminó. En horizontal, traté de leer alguna página. Al hacerlo y, sobre todo, al desarrollarse todo tan confusamente entorné el rostro hacia un cuaderno que descansa en la mesa, junto a la cama, y escribí un adverbio.

Hoy he leído ese vocablo escrito con caligrafía de tembleque, acaso de senectud anticipada. Recordé todos esos libros que tanto me fascinan sobre lectores empedernidos y la atinada palabra que usó Boswell para declarar cómo leía el doctor Samuel Johnson. Con todo esto en la mollera y la mirada estacionada de turbio en turbio buscando el claro en el claro, estipulé la categoría leer febrículamente.  

*** 

Porque los textos literarios que anidan en otros textos literarios me parecen una fascinación. En primer lugar, porque observo qué leen los autores predilectos; en segundo lugar, para aprender cómo dialogar con ellos, cómo establecer la polifonía textual negro sobre blanco.
Cervantes fue el escritor, en nuestra literatura,  que más abiertamente colocó las tripas de lo leído en los ojos de los lectores. Todo ello, obviando las antiquísimas tradiciones orientales e indias y el concepto de gran arraigo en occidente de imitatio. Creo que esa es una de las enajenaciones que sufre el lector de El Quijote, las capas de textos y de literatura a la que se enfrenta y que llegan a confundirlo con su mundo de referencia.
Así leo, así escribo. El posterior anhelo de encontrar en todo ello la voz propia (a sabiendas de que en este rasero en donde se encuentran los que perduran), lo que se llama, en ocasiones, el estilo, puede o no darse nunca. Pero no debe importar eso, no debe ejercer ninguna interferencia si lo que se ejecuta es noble y verdadero, pero sobre todo, fiel a la literatura y a la vida.
Siempre las glosas, las visitas a otros textos y, sobre todo, el ejercicio de la buena lectura, han alimentado a los autores de culto. Desde la antigua Grecia, Platón irradió una sentencia que luego recuperó el autor de marras. El lema que presentaba la torre en la que se recluyó mi admirado Montaigne presentaba la siguiente sentencia: "Que sais-je?".  





jueves, 3 de octubre de 2013

LA belleza restaura el sentir de armonía; la justicia revela el ser de la verdad. La belleza figura la estación permanente en los textos vertidos con iluminada razón.

miércoles, 2 de octubre de 2013

ESTA mañana, el campo exhalaba un vaho de prodigios. Todavía resonaba la música del verso de Machado que estuve leyendo. El olivo, el olivo solitario que condensa todas las figuraciones de la noche. Un glauco meditar con la palabra sosegada. 

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Un amigo me escribe y me dice que A.M.M. está escribiendo en estos días sobre Thomas Bernhard y que lo elogia desmesuradamente, como si nunca antes nadie lo hubiera hecho. Es cierto que los lectores de Bernhard son entusiastas de su prosa y de su propuesta estética y ética. Uno llegó a sus libros gracias a otros lectores y esa es la esencia del lector.
A poco que se arrime el lector a cualquiera de sus producciones advierte que está ante una obra literaria alejada de todos los convencionalismos establecidos alrededor de la literatura. Bernhard es narrativa pura, el correlato en prosa a un poeta verdadero que no tiene parangón en la prosa hispánica. Uno de los primeros en traerlo a las letras españolas fue Javier Marías quizás el autor más bernhardiano de los últimos tiempos y el que mejor ha incorporado los logros en las técnica narrativa en nuestra novela.   

***
La mañana seguía con su estado de consciencia blanquecino. El olor de la tierra húmeda, las figuras de las lomas apenas advirtiéndose entre el campo, el sonido impoluto de la luz de amanecida. Resunean los versos del poeta: 

Olivo solitario, 
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre pensativo 
y a un agua transparente.
Al borde del camino que blanquea,
guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea.

martes, 1 de octubre de 2013

AHORA, cada vez que contemplo la lluvia, pienso en los números y en las letras. Se aviene la realidad como un compendió sesgado del tiempo del hombre. JRJ advirtió esta circunstancia con una claridad fastuosa: nos iremos y los pájaros seguirán cantando, los pájaros que simbolizan el eterno canto de la aurora.