miércoles, 24 de febrero de 2016

ESCRITOS leídos en la puerta de un retrete del salón de la fama literaria:

La tontuna ha terminado de invadir definitivamente al mundo literario en España.

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Diferencias de épocas: antes, sobre Antonio Machado, escribía Dámaso Alonso o María Zambrano; ahora, una jugadora de videojuegos aficionada a Facebook que gana premios escribiendo...

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Que un tío que no sabe ni escribir un verso por derecho obtenga una mención es como darle una migaja al gorrión que se posa por las tardes en la ventana de una cocina. Peor aún, el gorrión es verdadero, ese poetastro, un ser infame. 
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Un verso bello, por favor, poetas del momento...no seáis más gusarapos de lo mediocre. 
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Está bien que uno mantenga el respeto, pero faltarle a Poesía me hace un Juan Ramón de lo intolerable. ¡Váyanse, larvas barbipeludas, de Belleza! 

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Parece que ahora existe el profesional que vive de los aledaños de la literatura: radio, presentaciones, prólogos, premios, antologías, premios de la crítica, crítico de los premios, revistas..siempre los mismos nombres de esa escalinata de opereta y bufones . ¿Para cuándo la historia verdadera de la nada literaria? 



martes, 23 de febrero de 2016

Los raros decadentes y el arte del silencio

RUBÉN DARÍO fue un escritor indolente. Uno de los libros que más me fascinan del poeta es el que publicó en 1893 y tituló Los raros. Estamos ante un libro juzgado por la crítica (ya saben, la universitaria y cegata) como libro de juventud.  Puede que nunca lo hayan entendido quienes lo han pretendido estudiar, pero dejemos el caso para otro momento. 

Darío estaba de regreso en Buenos Aires y contaba con la experiencia personal y artística de París, la ciudad que no se acaba nunca y que deja en la sensibilidad de cualquier bardo un poso de inexcusable atención. Tal es así que Darío escribe este volumen de retratos y semblanzas tan propio de la época pero dejándonos una lección de lector inteligente, que espiga en su momento la tradición que debe permanecer y ser entendida. Los raros propone, sobre todo, una forma de leer, la expresión a las claras de un lector de su momento que atisba, en el contexto lírico de su época, una raquítica y triste actualidad. Darío pretendía otorgar aire frasco a la lírica de su tierra ¿Podríamos escribir ahora un libro titulado así? 

Como el poeta declara en el prólogo a la edición española, fue tomado por "decadente" entre sus contemporáneos. Me fascinan las palabras, simples y diáfanas, que coloca para cerrar el prólogo: 


[...] "el mismo desdén de lo vulgar y la misma religión de belleza. Pero una razón autumnal ha sucedido a las explosiones de la primavera". [...] 

"Desdén de lo vulgar", "religión de belleza"...enunciados que convocan una posición inalterables del poeta ante el hecho poético ya sea en la primavera de su efusiva poesía o en el otoñal razonamiento de sus días. 

El primer libro que glosa Darío se titula El arte del silencio de Camilo Mauclair. El silencio, en el simbolismo, es la naturaleza misma de la palabra. El principio dador de verdad lírica. La mística pagan de los cementerios encendidos. 

Y aquí quedo en la mañana, de raros y contemplaciones y cuerpos desnudos de naturaleza. Tan solo acercando el latido concorde de la respiración soplo a aquello que desprende armonía y verdad. Lo demás, las hueras acciones, las palabras infames me provocan, cada vez más, indiferencia y sortilegio de humildad. Todo arte del silencio. 




sábado, 20 de febrero de 2016

Lector in fabula

CADA VEZ más, el Renacimiento y, como ya dije, el Barroco, haz y envés de la misma realidad.; por ende, el mundo grecolatino y la etapa finisecular del XIX hasta comienzos del XX. Estas épocas parecen poseer un hilo de Ariadna que las hilvana y congracia a pesar de las distancias temporales y las evoluciones científicas y sociales que en cada una se sucedieron. 
Con las composiciones de estas épocas me convierto en lector y escuchante y observador de la "naturalidad artificiosa". Con la poesía contemporánea, -la música y demás incluidos-, siento, en las más de las veces, repugnancia, estupor de la condición que ha llegado a expresar esas infames palabras y del alejamiento del fenómeno de la poesía. Percibo de la misma una desequilibrio ético ante el acontecimiento estético y eso me provoca una falla emocional casi inaguantable. 

Mencionaba anteriormente la "naturalidad artificiosa". En efecto, quizás la secuencia más difícil en la creación poética sea impregnar a la composición de una naturalidad compositiva. Lejos de los recursos retóricos, del conocimiento lingüístico-pragmático de las composiciones líricas de esta etapa, anida en las mismas un afán, en sus autores, de trasladar un mundo completo, autoreferencial en el límite de las estrofas, de la palabra poética. En ese afán el lector encuentra una vereda insoslayable de deleite y aprendizaje. 

En un solo verso de uno de estos autores puede que se nombre una realidad completa, que transgrede los límites de su propia vida. Recuerdo ahora el poema de Quevedo, tan diáfano y preclaro, titulado a lo Montaigne, "Desde la torre": 

[...]
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos
[...]

"Vivo", "escucho"...formas verbales en un presente sin tiempos, la vida misma es una sucesión de sombras vivas y de sucesos que tan solo podemos escuchar en su susurro. "Vivir en" y "escuchar con"; vivir con la palabra dialogante entre la vida y la muerte, lo que conocemos como la filosofía del límite; y escuchar, en una sinestesia natural, con los ojos a la muerte incomprensible. De tal manera que  "difuntos" y "muertos" se convierten en una isotopía semántica que vértebra el sentido de estos dos versos. Por su parte: la vida es lectura, pues el diálogo con los muertos se sucede únicamente en los libros, pero también se vive la literatura en los sentidos, en unos sentidos platónicos que solo nos acercan a las sucesiones de difuntos. Vida y lectura equiparadas en la zona ética de la literatura que reside en lo que Platón denominaba "la semilla inmortal". 
Hoy, al leer que Umberto Eco ha muerto, se me ha venido al recuerdo el pensamiento cristalino de su Lector in fábula y estos versos de Quevedo que suponen, desde la creación la condición de lector y viviente literarios. 

jueves, 18 de febrero de 2016

Una estética de la existencia.

LA TRADICIÓN literaria no es ninguna imposición. Ante ella, cabe tan solo transformarse en ella. Tu posición en el cuerpo de literatura será una respuesta humana y eventual de un acto estético. En puridad, una estética de la existencia. 

En el caso de Ezra Pound hay una lección primordial. Sus Cantos o Cantares o, en mejor decir, The Cantos, ofrecen una lectivo a la antigua usanza. El poeta, hipermoderno, contemporáneo de una época convulsa de rupturas y restituciones, acude, apara iniciar su obra a dos hitos de la configuración total de Occidente. Odisea y Dante. 

Los conjuga con la lectura creativa de los cantos X y XI de Odisea y del canto titulado "Descensos ad Inferos" de Dante. Ante todo Pound demuestra que es un lector y que encuentra, en la tradición ancestral, los elementos sustanciales para poder convenir en una nueva literatura. Lo primero: un descenso, un bautiza o a la negación del individuo para la nueva revitalización: "And the went down to the ship". 

De todos los personajes a los que hace referencia de forma intertextual, destaco a Tiresias. El poeta marca al adivino ciego como el umbral por el que todos los cantos posteriores, la suerte de interpretación debe ser entendida. Escuchar, entender, reflexionar la palabra vaticinadora es el principio de la acción del yo lírico: "Till I should hear Tiresias". 

Ritmo, palabra, vaticino, razón luminosa, entendimiento interno, sístole y diástole del silencio. Pareciera referirnos el poeta el diálogo interno con Homero y con Dante, la defensa de la contemplación de la obra literaria y la revolución misma de la literatura. 

Toda ruptura instaura una tradición, como afirmaba Octavio Paz. de esto mismo era consciente Ezra Pound quien, lejos de querer manifestarse como un revolucionario y rompedor con el mundo antiguo, lo fagocita hasta el tuétano para devolverlo en forma de vómito y estación total. Disforme, ininteligible, acaso construcción retórica y deshuesada, Pound nos puso ante la palabra que se dirige irremediablemente al origen, al desconocido origen ante el que quizás solo cabe el discurso huero o la propia figura del silencio. 





martes, 16 de febrero de 2016

ANOCHE, de insomnio súbito, sonámbulo de estrellas, leía. Leía a Dante y en ese proceso, leía la transparencia. Me preguntaba si en la búsqueda de la lectura (porque la lectura es búsqueda y fin, origen y estación celeste), en la consciencia de esa trance cabe la renuncia voluntaria. 
En otras palabras, si un mortal ha comenzado el camino de la búsqueda y ha tenido consciencia de ello mismo puede, a la postre, bifurcarse. Hay poetas que estuvieron y ya no están en la poesía; poetas que escribieron la senda del río rumoroso de la existencia y queda un derrumbe de ellos.
tal es así que la lección es diáfana: silencio, un silencio nutricio. Soledad...ay, soledad, sonora.

domingo, 14 de febrero de 2016

MACROBIO comenta el pasaje del Timeo de Platón en que se expresa cómo, en la creación misma, se completan los intervalos de las composiciones armoniosas con sesquiálteras, sesquitercias, superoctavas y semitonos. Estas ideas del autor medieval me han llevado a pensar en las Leo, releo y observo composiciones mismas, en cómo los grandes momentos de una creación poética debe estar rodeada de palabras, giros, secuencias textuales que, aun sin alcanzar loa altura estética, son necesarios para que la armonía se complete más allá de lo natural. 

Leo, releo y reflexiono, contemplo. Caigo en la cuenta de que más allá de los versos sublimes existe una caja de resonancias en los poemas, inevitable, que armoniza la composición y que levanta, llegado el caso, el adecuado territorio en que ese verso cristalino, como decía Octavio paz, relumbre por siempre en la memoria de los mortales.  





sábado, 13 de febrero de 2016

miércoles, 10 de febrero de 2016

Pienso que los poetas de ahora no son consciente de su itinerancia y errabundia; que tan solo persiguen alimentar sus egos, estar presente en muchas presentaciones de libros, constar en los suplementos, aparecer en los medios y poco más. 

¿Poesía? Palabra demasiado alta y elevada para algunos.  Lean, poetas, libros; lean, poetas, poesía. Pero no la tuya, la de aquel ni la de este, poesía sin ambages, poesía, ah, ¿no sabes qué es? ¿y tú me lo preguntas?  

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Los compases iniciales del réquiem de Verdi manifiestan una revelación. Parece que la muerte de su estimado Manzoni provocó que el compositor se decidiera a componer esta pieza, una obra que quizás ofrece la vertiente más profunda de un compositor que obtuvo éxito en vida. Las melodías primeras, los acordes, la arquitectura compositiva de voces e instrumentos son insólitas.  
Pareciera acariciar el autor el sentido trágico de la existencia. "¿Acaso la muerte no es todo lo que hay en la vida?", respondió cuando le criticaron que en Il trovatore hubiese tantas muertes.

Rex tremenda majestatis. El pasaje concilia el desgarro con la lenta meditación. Los acordes suscitan un desgarro profundo pero feliz, la existencia encarnada. 

Dies irae. La escenificación musical, la cascada emocional del fragmento en pocas ocasiones han sucumbido como en estos pasajes. el escuchante, acaso el mortal, se sobrecoge ante la sucesión de voces, instrumentos acordados todos bajo la noche profunda de la contundencia sensitiva.  

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domingo, 7 de febrero de 2016

CON naturaleza uno debe hallar el rumor oculto de armonía. Suscitado, compuesto de perplejas esencias inviables a los ojos, nuestro cuerpo allí, acaso la existencia se transforma en una cuestión de desnudez.

El surco de las piedras tratan de soliviantar el paso del agua, mas el líquido fluye, busca su paso incontenible a pesar del impedimento. Comienzan las sombras a desdibujarse, a convertirse uno mismo en fontana transparente y sinuosa. Es un trance, un rito de silencio y soledad sonoros.

En ese punto, la poesía es tan solo mueca en el orbe y el confín. Un piélago insonoro e innecesario.

miércoles, 3 de febrero de 2016

PARECE que Aristóteles, a pesar de la aparente reducción, supo atinar con la conducta ética cuando estableció la división entre la dianoética y la ética. En Ética a Nicómaco establece que la ética se adquiere con la costumbre hasta convertirla en una conducta natural; por ello, la ética es aprendida siempre, no nos sobreviene de forma natural. No estoy, con todo,  con Aristóteles: sí creo en una disposición, una naturaleza previa que se reconduce con las actuaciones éticas. es más, esa naturaleza termina por convertirse en consciencia plena y esa consciencia conduce al silencio y a la contemplación de armonía.  
La virtud ética, en efecto, es una virtud de vida, de posición en el mundo que transgrede las actuaciones que realizamos como mortales. Toda actuación conlleva una posición ética: la palabra, el arte, las ideas,...esta realidad subordinada se transmite en la lectura de un libro, es percibida, es notoria, muy notoria en ocasiones y, en algunos casos, suma a la propuesta estética una haz de emoción, un añadido de emoción que completa la edificación formal del libro. 
El spleen para Baudelaire, el input poético, el ser mismo de la poesía para Rilke, la rosa misma. Leer es una acción integral que despierta el gozo estético y el deleite ético; sístole y diástole, la escritura encierra una acción ética que puede ser aprendida en gran medida, pero que deviene de la postura en que somos y estamos de continuo.    

lunes, 1 de febrero de 2016

LA arquitectura de la Sinfonía 5 de Mahler equivale a una cosmogonía, un tratado de filosofía, una obra lírica, una pintura primorosa, en cualquier acto, un acto de pensamiento profundo e individual cenital, mineral canto de origen.