domingo, 31 de marzo de 2013

DESDE ayer leo Lecturas para minutos de Hermann Hesse. Tras cada lectura necesito volver a reconstruir mis ánimos, por asombro y porque acabo desnudo de espíritu. Tanta lucidez y, al tiempo, tanta claridad negro sobre blanco me abruma: "El oficio de poeta es sagrado y lleno de renuncias, y no permite desviarse de lo trágico a lo social". 
Leer este pequeño fragmento me ha reconfortado sobremanera, pues en no pocas ocasiones he utilizado esos términos para referirme a la relación entre el individuo y la sociedad, entre el poeta y lo social. 

Sin embargo, hay un pasaje que versa sobre la soledad del artista que lo he subrayado en el libro por entero y hasta el hastazgo. El texto es el siguiente y es una lección profunda de la condición del poeta. Me he acordado de J.S.M. cuando lo he repasado y reescrito, también de Pessoa, pero, sobre todo, de Rilke: 

"La soledad del artista, y en general la del hombre de talento, me parece inevitable, lo mismo si tiene suerte y éxito como si no. Igual de comprensible y, en el fondo, igual de bien me parece que la persona dotada de talento note, antes o después, la vacía y triste limitación del hombe medio, y tenga que rechazar esa observación, porque al final le llevaría a una falta de amor y a un desprecio de los seres humanos que él tampoco soportaría. Pero la gran soledad, a veces heladora, del artista o del pensador  en medio del hombre adocenado, oculta o no, está siempre presente, es el precio que pagamos por lo que poseemos de más". 


*** 

Entre un fragmento y otro intercalo los textos de Siguiendo mi camino, de M. W. Siguen motivándome los pasajes en que el autor de Libro de réquiems lo hace desde la plenitud de su voz, es decir, cuando escribe desde su propia condición de ciudadano europeo. En esas añoranzas encuentro muchos resquicios por los que ir pergeñando una propia teoría del poeta contemporáeno, del joven escritor que comienza su camino. Nunca un determinante estuvo tan ajustado a la realidad, pues, para un escritor o un poeta o cualesquiera de las condiciones del creador, lo fundamental es la personalidad creadora. Sin esa condición y esa consciencia, sin la manifestación de la propia e individual creación armonizada en lo universal, todo arte es yermo, efímero, mutación perecedera. Afirma Mauricio Wiesenthal: "Creo que la poesía comienza siempre en la periferia de la realidad y en las fronteras de la música donde se difuminan sus perfiles. Las palabras deben adquirir un significado nuev en cada poeta, de forma que provengan  de un léxico interior: un lenagujae tan íntimo que parece inaudito y eterno".   

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Antes de que la noche irrumpa con su luz, leo con Hesse:

"Para el poeta, el lenguaje no es función y medio  de expresión, sino sustancia sagrada. como lo son los sonidos para el músico".

    

sábado, 30 de marzo de 2013

TIENE razón T.S. Eliot cuando afirma que en la lectura de poetas que escriben en otras lenguas puede uno llegar a comprender pequeñas virtudes de capital importancia. Es cierto que existe, en esta posmodernidad recalcitrante y de tan poca entidad intelectual, el afán de que los escritores deban manejar múltiples idiomas, ser guionistas de cine y televisión, fotógrafos, eruditos de realidades insignificantes, ser traductores y haber leído al último autor perdido de la República de Nomacanga; todo ello dejando a un lado a Virgilio, -por antiguo-, o al mismo Dante, -que ya ha sido leído, como suelen decir estos eruditos- o a Platón -que dicen superado-. Falta literatura en la literatura actual y, sobre todo, la consciencia de que en Occidente todavía están por leer los grandes autores de todas las disciplinas. Hay que leer, leer, ahora más que nunca, descabelladamente, contra la estulcticia y el vacío de las sociedades adocenadas.

La supremacía de la tecnología sobre la lectura silenciosa y el diálogo de café ha tenido unas consecuencias muy graves en la literatura naciente. En primer lugar, la falta de diálogo es la señal indiscutible de la falta de humildad. Quien no dialoga está sumido en un volcán de vanidades que no puede controlar. El diálogo es la entrega con la palabra al otro. Le ofrecemos lo que somos en las palabras dialogantes, en las que supuran necesidad de aprendizaje. Sucede, por contra, el silencio y los ensimismamientos, tan tristes e innecesarios para la literatura.   

Por otro lado, he visto cómo me decían a la cara que la poesía no era Dante, que la poesía no era J.R.J. o Rilke, sino los autores de la experiencia. Hasta escribirlo me provoca pudor. Incluso afirmaban que la poesía era metro, era medida y que los versos sin medida eran aguachirle. Me lo decían universitarios que se pensaban preparados para asentar, en las mentes plebeyas, qué es la literatura. Algunos de esos jóvenes siguen escribiendo y ganando premios literarios y expresando en el ámbito público su opinión. Los propios profesores de universidad pretenden enseñar poesía sin haber leído a Baudelaire o a Petrarca o tratan de explicar qué es la novela sin haber pasado sus retinas por Tolstói, por ejemplo. Escribo siempre a favor de la literaura, en defensa de la cultura ancestral de la palabra, no contra nadie ni nunga idea.

Por último, dejo para otra ocasión una reflexión somera sobre las relaciones entre literatura y otras disciplinas que tanto auge tienen actualmente. Creo, abiertamente, que el cine y las artes audiovisuales han empobrecido a los escritores, los ha reducido a meros aplicadores de técnicas superficiales, impersonales, dejadas al poderío de la técnica. Eso se nota en la falta de emoción y de misterio en las obras narrativas y poéticas, en la ausencia de la personalidad creadora. No basta con saber contar una historia o saber captar un instante a la manera del cine o de la fotografía, sino hacer nacer la emoción del arte. Hoy más que nunca hay que pronunciar ese término para resemantizarlo: la literatura es un arte. Nadie es artista de buenas a primeras, por mucha técnica o por mucho oficio que se posea. 
Todo es tan aséptico, todo está tan sometido a los ajustes de la técnica, que el escritor joven piensa que eso mismo es la creación literaria. No olvidemos que para saber qué somos y quiénes somos necesitamos ser otros, aprender de los otros para dejarnos a un lado y poder contarnos o convertirnos en poesía.         

Decía que Eliot nos abre un camino imprescindible: el del diálogo en silenco con otros autores. Esto supone el envés de todas estas modernas y pasajeras tendencias. Estos pasajes de entrega y entendimiento me resultan fundamentales en estas décadas en que cada uno se encierra con sus pretensiones sin admitir sus carencias, sin admitir magisterios de ningún pelaje. Me pronuncio ahora contra todo eso, contra la invasión de la egolatría y la vanidad en la literatura y reclamo la apertura al magisterio de los maestros antiguos, la lectura y relectura de los textos que han formado lo que somos, tanto en lo individual como en lo social e histróico.   

viernes, 29 de marzo de 2013


25 de marzo de 2013

AYER estuve paseando con Fernando Pessoa en Portugal. No había dejado de pensar en él desde que estábamos proyectando visitar Portugal. Me ha sucedido siempre, Pessoa ha sido la personificación de la melancolía portuguesa y, al tiempo, el que procura desvelar qué es el yo que no conozco.
Después de catar la cataplana de rape y el vinho verde casero que nos ofreció el cocinero Pontinha, pude ver que Pessoa ya estaba esperándonos en el puente. Reclinado, con el abrigo negro y su sombrero verdáceo, leía con la tranquilidad con que fluía el río. Era un heráclito cristiano. Al acercarnos a él en el puente romano de Tavira, E. comenzó a mirarlo todo con una extrañeza inusual. Pessoa se alegró al ver que llevaba a E. en los brazos y lo primero que hizo, casi sin saludarnos, fue lanzarle los brazos, a lo que E. contestó con un salto que terminó casi tirando al suelo al poeta.
E. le agarro con dos deditos el bigote y Pessoa reía, reía con todos estos gestos que pensábamos imprudentes. “No, no”,-nos decía, en su limpio portugés-, “la vida, hay que dejar que se manifieste la vida y nosotros en ella. Seamos lo que seamos, seamos quienes seamos”. 
Más tarde, M.C. decidió ir con E. a dar un paseo junto a la ría. Nosotros nos quedamos tomando café y dialogando. No dejé de decirle al poeta que el diálogo era ya una forma de entendimiento absoluta, para mí, fundamental. Él, decía, con cierta solmennidad, se puede dialogar en el silencio y en la soledad. 
  
 26 de marzo de 2013

LLEGAMOS a Faro por la carretera nacional que bordea la costa, la N125. El olor de la tierra húmeda ya anunciaba la claridad de la costa. Las ciudades que dan al mar dan otra vida a sus ciudadanos. En Faro tomamos café, un exquisito café en el centro de la ciudad y degustamos un delicioso pescado fresco, recién sustraído del mar. En este caso, bacalao. 
La tarde iba cayendo con una melodía de encina que pronto volvió húmeda no solo la tierra sino la noche toda.Vimos la serenidad de la playa solitaria y quizás allí nos vimos los tres, en multitud de ausencias, en el himno prelado de la tarde susurrando nuestras figuras emparentadas.

27 de marzo de 2013

Olhao, el puerto pesquero. Olor a óxido y a ceniza. Centelleantes luces sobre el mar. Una conversación soberbia con un poeta lisboeta que anhelaba el Sur. Nos conocimos porque me estaba tomando una cerveza mientras leía a Dante. Rilke, el poeta nombró a Rilke y a Hölderlin. Y a Pessoa, pero sobre todo a Dante. No dejé de escucharlo, pues se reconcentraba en sus ojos una melancolía súbita, un reflejo permanente de la vida aquilatada de ausencias. Le dije que había estado con él días antes y que E. le había tirado del bigote… el poeta lisboeta reía, pensaba que era una exageración. 
Cuando nos despedíamos me preguntó qué era la poesía para mí. Le dije: un centro, un centro indudable, del que no sé nada, del que nada entiendo, pero en el que la poesía se manifiesta sin ambages y en el que uno no es nada, es nadie.  Ese centro es el ser mismo de la poesía y solo se entiende con razones luminosas.Cuando levanté la cabeza ya no estaba. ¿Una ensoñación, alter ego, el diálogo en silencio y soledad? 

28 de marzo de 2013

Toda la mañana en la Isla de Tavira. Desde una isla la poesía se lee con una portentosa añoranza. La poesía en una isla es la luz de esa isla y son las aguas que bañan la isla. Llevaba un libro de T.S. Eliot y otro que Pessoa me había regalado: una traducción de algunos pasajes de la Commedia, de Dante. Trataba de concentrarme en esos pasajes en portugués para tratar de  reconocer en la lengua lusa alguna cadencia que pudiera trasladar a mi lengua materna, el español. 
Nos sentamos en un bar que asomaba a una inmensa playa y allí nos acompañaba un matrimonio joven, que acababan de llegar de Londres. No hablaban español. Vivían cerca de Kesington Park y estaban explorando el sur de Portugal.

29 de marzo de 2013

Una luvina en Sem espinhas ha dejado impregnada la esencia de Portugal en nuestros recuerdos. Un pescado fresco, de natural paladar, elaborado en su punto exacto de sal. Cada bocado era un humedal y una decadencia.  Noto el aire mineral portugés. El viaje ha efectuado de nuevo su acción: renueva al ser, lo transpone, lo hace débil y, sobre todo, dialogante con las miserias personales. 
  

lunes, 25 de marzo de 2013

ANTE realidades extraordinarias solo cabe la fuerza de la imaginación.

Detesto al técnico artista que concibe todo como un libro de instrucciones que se aplica sin más.



PASAREMOS unos días en Portugal, cercados de naturaleza y de bien. Nos iremos los tres y ultimamos, en estas horas, los preparativos. M.C. pregunta qué libros vamos a llevarnos y lo hace como si estuviera planteando la última encrucijada de esa cuestión. Ante su pregunta, le contesto con otra duda más peliguada y quizás más difícil de solucionar, libros para unos días o para siempre. Tengo la impresión de que ella había verbalizado la pregunta llevada pr los ánimos del placer de leer, de escoger este y no aquel libro, de ejercer, por unos minutos, de tiranuela de la biblioteca. 

Con todo, pensamos en los autores que son la Literatura y que ni siquiera voy a rescrbir en este diario, pues han aparecido y lo seguirán haciendo de continuo. Ella mira un ejemplar y otro, guarda en el bolso poemas, historias, relatos, novelas, ensayos, ...una amalgama de estéticas vertidas por una sola mano que me apabulla y completa de felicidad. Ser lector de un reino protegido y habitar las páginas de ese territorio.

*** 

Tramando una novela o un relato largo. Tomo notas, pienso en la estructura y en los autores admirados; en la prosa misma que debe uno emplear y en las llamadas historias que laminen la novela o el relato largo Su extensión quedará sujeta a su propia naturaleza, su fisonomía es un enigma para mí. 

Necesitaba el estímulo del recorrido mantenido por la prosa. Comienzo y renuncio, tanteo y escribo. Es otra disciplina, otro abismo en que tan solo he puesto los dedos de los pies, pero en el que atisbo que sin emcoicón y fervor y naturalidad nada vencrá a ser verdadero, tan solo fría técnica, palabras superpuestas e innecesarias. La novela no debe colmar un yo en que trate de reflejarse los métodos del artesano, antes al contrario, como en toda literatura, el autor debe quedar en su estilo, en el convencimiento estético del mundo verbalizado. Para ello la artesanía deberá quedar velada por el afán de belleza. 

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Aprendo de todos y de todos escucho. En los actos de los demás proyecto los propios y los pienso y los reflexiono, sobre todo aquellos que están ligados a la ética-estetica. Escribo y pegunto para anotar en el espíritu las reminiscencias de lo vivido. 
Es un tiempo de encrucijadas, de proufundas confusiones y de tremebundas falsedades. Vivir sin estar viviendo, pero co la raíces bien sujetas a pesar del viento sucedáneo de tanta falsedad en la literatura. Es a la literatura a quien debemos respnder no a los que se piensan literatos. Siguiendo mi camino, me digo en susurro, siguiendo mi camino, con M.W. Lo hago mientras leo la carta de "Lord Chandos", de Hoffmansthal, y abriendo mi alma y mi humildad plenamente a la literatura verdadera, pura, esencial, en la que uno es nada, en la que uno es nadie.  

domingo, 24 de marzo de 2013

HOY he retocado el poema dedicado a J.L.B.

Ignoro si este verso, estas palabras,
...

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Un señor comienza a leer los poemas de Leopardi. Contempla y se anega en el infinito, sobrevive en Recanati, admira a Dante y se embelesa con la Ginestra. Al cabo de un tiempo, abandona la lectura. 
No lo hace porque ello suponga un cansancio sino porque vivir la lectura condensa y extenúa la existencia. Abandonado de sí, el lector ha explrado los territorios que jamás hubiera conocido llevado por su solo entendimiento. La lectura es una entrega a la visión de los otros, los escritores, que trenzaron las palabras para crear una mirada perenne de la condición humana. 
Cada lector la contempla, como el río de Heráclito, fluyente e inalterable, con las aguas especulares que, por momentos, trazan la figura y el rostro de un ser ya contemplado. 

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Una luz con el tiempo tan adentro
que todo lo pronuncie en su origen.

sábado, 23 de marzo de 2013

CIELO de lino con asomo de tormentas. Lenta meditación de los pájaros en el árbol. Contorno desfigurado de los objetos en el horizonte y sueño de paz, de idilio, de misterio. 

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Ayer hablaba con Montero Glez de literatura. Estábamos en Sanlúcar y tomábamos un café cuando la tarde terminaba de fundir sus oros con el mar. Aldecoa, Valle-Inclán, Hemingway...todos los escritores a los que se refería Montero parecían cantaores flamencos o toreros en retiro, vestidos de corto. Lo hacía con pasión, mostrando su admiración hacia ellos y, quizás, el deseo de alcanzar en sus libros el resorte de los buenos escritores. Ay, cuánto vale un quejío, el duende, en literatura. De ahí, al mercadeo, "no conozco las modas", decía, "solo la Literatura". Y yo reía con el equilibrio del centro y apuntaba en una libreta algunas impresiones.¿Has leído La lámpara maravillosa?, pregunté. "Soy de Luces", macho, contestó.Reíamos, pensábamos, leíamos en imaginación.


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Me limito a estar y a contemplar, estoicamente a vivir la literatura.   

viernes, 22 de marzo de 2013

Apuntes al natural para su posterior comprensión:

-Hombre ácrono: poeta.

-Extraño a los otros y a uno mismo.

-La espera infinita

-Leer es querer ser la obra, desear ser la obra.

-Novalis a Schelgel: "toda la naturaleza tiene vida y alma".

-La soledad y la tiniebla.

jueves, 21 de marzo de 2013

LA NOCHE, la noche nos coloca al descubierto. Con la desnudez de los astros podemos comenzar a emprender el camino de la búsqueda. Lo primero, desasirse de uno mismo siguiendo el lema de los oráculos. Después, rasgar con el canto las lascas al silencio. 

La noche, la noche nos alumbra cuando orillamos en ella, cuando colocamos nuestro cuerpo lábil en us anchuroso espacio. Espacio, sed de cielo.


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Tras leer con fervor las misivas de M.W. comencé a escribir una carta sin destino. En ella dejaba muy claro que el arte literario o posee emoción y verdad o no es nada. Es la autenticidad que se advierte en cuanto uno coloca los ojos sobe el papel y prosigue de continuo la lectura de un libro. la misma, pero al contario, cuando el poema prpne un encrspamiento de la vanidad y de vacuas palabras. Esa emoción es la literatura vivida y es genio y talento que no se aprende, es decir, es la vida en literatura, como le ocurre a Cervantes o a Montaigne. 

Otra carta de A.M., desde Francia, detona en mí sentimientos contrarios. Una alegría contenida somete al pudor que reina casi siempre. Son notas escasas, breves, pero para un aprendiz como uno suficientes cuando provienen de lectores admirados. Porque ser lector virtuoso es una virtud y una condición para que comience la aristeia y el areté del ars vivendi

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Ante la belleza de naturaleza no cabe pensar en el azar. Dicen los científicos que lo que vemos del espacio es un cinco por ciento de su plena realidad. No tenemos ni la más remota idea del lugar en que vivimos y pretendemos, además, desde nuestra corta inteligencia, entenderlo y explicalo todo. Ahora estoy en la azotea, lanzando mi mirada y, con ella, mi espíritu a la inmensidad que penetra mis ojos. Me desahogo de mí, de la energía acumulada y trato de incardinarme en una armonía de equilibrios y auroras. 
 



 

miércoles, 20 de marzo de 2013

CON Montaigne no deja el lector de caer en la sorpresa. Acude uno a un texto guiado por el título de la misma y, sin saber cómo, el ensayista francés lo va secreteando todo hacia otra luz, hacia otro entendimiento. Leo, por ejemplo, un texto titulado De las vanas sutilezas y subrayo lo siguiente, pues recoge no pocas de las percepciones que uno tiene sobre el afán de sabiduría que existe en el mundo actual, tan ligado al ámbito científico y a la primacia del razonamiento positivista: "Puede decirse, con verdad, que hay ignorancia analfabeta, la cual va antes de la ciencia; y otra doctoral, que viene tras la ciencia: ignorancia que la ciencia hace y engendra, al igual que deshace y destruye la primera".

Cree el hombre que la "ciencia doctoral" es el entendimiento de la supremacía. Todos los que poseen titulaciones académicas, los que han investigado profusamente sobre un tema, los que se ensalzan como conocedores de esta o aquella disciplina porque conocen la técnica porque han leído libros sobre el asunto de marras, todos, en defnitiva, los que aplican al arte y a la vida el rigor de la ciencia creen comprenderla y dominarla. No pueden estar más equivocados en mi opinión. Si es sucede es porque se ha producido un envilecmiento de la vanidad, un encrespamiento del ego. El dominio o pensar que uno domina una disciplina artística es síntoma de la egolatría más absoluta.  

Esta postura puede que sea válida para el estudio de una disciplina o para comprender, con más profundidad, el qué de ciertas realidades; pero no sucede así en el arte. El exceso de técnica en el arte empobrece, deja el brillo a escondidas. Es más, a veces, hace desaparecer el arte hasta reducirlo a una fría y monótona ejecución técnica. Conocer la técnica no es conocer la esencia y el arte, por mucho avance que tengamos en los procedimientos; todavía y siempre el arte encierra un misterio. El que no lo entienda así tan solo reproducirá falsetas vacuas, plantillas frígidas de espíritu. Perecerán con su propio autor, nada más, no se incardinarán en el devenir del hombre. 

Es el propio Montaigne quien lo explica para mi sorpresa. Coincido con su apeciación de un tiempo a esta parte y así quedó escrito en su momento. Dice Montaigne: "La poesía popular y puramente natural tiene unos ingenuos encantos por los que puede compararse con la principal belleza de la poesía perfecta según el arte; como puede verse por los villancicos de Gascuña y por las canciones traídas de las naciones que no conocen ciencia alguna, ni siquiera la escritura. A la poesía mediocre que se detiene entre las dos, se la desdeña sin concedérsele honor ni valor". 


martes, 19 de marzo de 2013

TODO, hasta el momento, ha sido una yuxtaposición que busca su armonía.

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Bien pudiéramos tomar este verso de Virgilio como un etopeya de  la figura del poeta:

"Mens immota manet, lachrimae volvuntur inanes".

Su alma parece inmutable, sus lágrimas corren en vano. 

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Hoy he ido a montar en bicileta en homenaje a Tolstói. Había leído con emoción cómo, en los letargos espirituales, el escritor se dedicaba a aprender a montar en bicicleta por el campo. Hoy he sido Tolstói:. Hoy estaba poseído por un letargo espiritual del que no me recupero. 
Se han sucedido varias estampas en la vida que suponen un cambio, una verdad que debe revelarse al fin. Me resisto a que eso suceda, pero la evidencia es tal que la verdad supera los conceptos.

lunes, 18 de marzo de 2013

En De amicitia, de Cicerón, existe una defensa del amor por encima de los intereses particulares. El latín lo proclama con más armonía: "Amor enim, ex quo amicitia nominata, princeps est ad benevolentiam coniungendam". En ese mundo romano, el concepto de fides era uno de los principios fundamentales para poder desarrollar la confianza en el otro, es decir, la fides para alcanzar la honestidad, la honradez, el compromiso, la recta moral, todos los elementos que conformaban, para Cicerón, la consciencia misma del individuo. 
Toda vez que el individuo desarrollaba esa virtud individual se podía entregar al otro en la confianza sin ambages. Junto a la fides estaba la constantia, la incesante búsqueda de la virtud, la firmeza en el juicio sobre lo que supone el amor en acción hacia el otro, sobre eso mismo que tanto escasea en estos siglos de avances tecnológicos y retrocesos sentimentales.  

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En la prosa de Tolstói se impregnan las ideas con un estilo mineral, rayano en lo agrícola. Una sintaxis que arranca siempre del lector un ímpetu extraño, procedente de un discurso cargado de verdad, de una propuesta insoslayable. Observo las fotos en Yásnaia poliana, del escritor andando vestido con harapos, con la barba de patriarca bíblico, con las manos desgastada de ayudar a los campesinoa a segar. Ama montar en bicicleta.


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El poeta es un filósofo, quiere provocar la armonía entre lo nombrado y lo que nombra, entre palabra e idea. Y es en el traycto, en la búsqueda de esa nominación del mundo cuando el poeta ejerce un magisterio estético que es ético.   

domingo, 17 de marzo de 2013

AYER, en una librería, en el pueblo, año de 2013, después de que en el mundo occidental podamos leer la palabra de Platón o el verso de Rilke, abrí uno de los libros de poemas que acaban de publicar. El autor, F.L., es alabado por muchos. Qué triste lo que hacen con la poesía y qué bárbaros los no-poetas.

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HOY son las seis de la madrugada y leo a Tólstoi. Comencé a escribir cuando terminé de leer aquellos pasajes en que Lev se refiere a vivir, a ser. Son ahora las ocho de la mañana. Sigo leyendo. Vida. Plenitud. Somnolencia. 


Al final, terminé comprando Diarios (1895-1910) de Lev Tolstói, en la edición y traducción de Selma Ancira. En la primera página puede percibir uno la hondura de pensamiento y la extraordinaria sensibilidad del escritor ruso en cada palabra, en cada tramo de la realidad que nombra; se refiere a la vida vrdadera con estas palabras: "Lo que hay de confuso en su concepción proviene de que la gente no reconoce que vivir es participar en el proceso de perfeccionamiento de uno mismo y de la vida. Ser mejor y mejorar la vida".

De Tolstói asombra el humanismo que empapa sus escritos. Desde su más estricto entendimiento individual, siempre hay en su paabra una proyección hacia lo humano; eso es un magisteio en extinción, que nada tiene que ver con la literatura actual: "La vida verdadera está en el mvimiento hacia delante, en el mejoramiento de uno mismo y en el mejoramiento  de la vida del mundo a través del mejoramiento de los otros seres humanos". 

Estremecido, después de leer la entrada del día 26 de febrero, escrita en Moscú ("Enterramos a Vániechka...), salgo a dar un paseo a la playa. La desembocadura muestra, al fondo, junto a la silueta de Doñana, una neblinosa prsencia que se introduce en el alma, que se introduce en la vida misma.     



sábado, 16 de marzo de 2013

VISIONES y símbolos. Escribe Dante al final de Vita nuova: "Después de este soneto se me apareció una maravillosa  visión, en la cual vi cosas que me indujeron a no hablar más de aquella bendita hasta que no pudiese tratar de ella más dignamente". María Zambrano señalaba la virtuosa conjugación de la prosa y el verso en este volumen y destacaba, igualmente, la hondura cabalística y simbólica de las páginas: Amor, Naturaleza, Poesía.

Estamos en Sanlúcar de Barrameda y el único libro que traigo conmigo es un libro de literatura actual; es el volumen de las Obras completas, de Dante, editadas por la BAC. Me dirijo a las páginas de Vita Nuova, escritas en 1293 y probablemente consideradas la primera creación literaria del excelso poeta italiano. Incluso hay quien ve en ellas una suerte de pórtico para la Commedia. En cualquier caso, qué contemporáneo es Dante.

Aunque, después de releer Vita nuova, parece que se hace necesaria la lectura de la obra más platónica de Dante, Convivio. Un banquete es el alimento del alma y del cuerpo: "Hay que huir de la alabanza propia como de un mal accidental, porque no se puede uno alabar si que tal alabanza se convierta mayormente en infamia". 

jueves, 14 de marzo de 2013

CADA vez más, hay una multitud ajena en mí mismo, aunque todos dancen alrededor de un mismo centro del que sé ya cuáles son sus infinitos.

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El tiempo es el devenir de la claridad. 

martes, 12 de marzo de 2013

EL problema para Bach era el siguiente: "Es posible hacer una auténtica polifonía armónica?". Es más, pensaba, ¿es posible una armonía que suscite las apariencias de la polifonía?". 

La suerte de un poema está sujeta a la conjunción de estos dos términos: polifonía y armonía o, si se quiere, armonía polifónica. El poema aglutina el tiempo, no lo narra; el poema condensa el espacio, no lo describe; el poema armoniza el yo con su condición categorial, no lo sustantiva. 

El poema, murmullo de la transparencia, convierte la palabra en deseo musical; el poema, rito de silencio, trasciende el significado de la palabra al misterio y a la pura energía ancestral.  

lunes, 11 de marzo de 2013

TODA expresión de suprema belleza es un divino centro que engendra infinitos círculos”. Sí, es un texto de Valle-Inclán perteneciente a uno de los libros más luminosos que uno puede leer de la literatura española y al que poco o nada se dedican los que deben hacerlo, los que deben sonsacar de la maleza las luces de la palabra literaria. La lámpara maravillosa alumbra esta tarde yerma de cromátcias estampas con sus escultóricas frases y sus edificaciones esenciales; ejercicios espirituales, se subtitula y con ellos ejerzo el mío propio, dejandolo ir de aquí a acullá de la palabra poética. 

El centro, es el centro indudable rodeado, cómo no, de círculos, circunferencias y circunloquios con los que la palabra merodea a su alrededor; la palabra y la consciencia del lector y del escritor.Porque pertenece a otro mecanismo lo poético, Valle-Inclán escribe con delicia lo siguiente: 

 “El verbo de los poetas, como el de los santos, no requiere descifrarse por gramática para mover las almas. Su esencia es el milagro musical.”


El autor de Luces de Bohemia sutiliza dos acciones fundamentales: la meditación y la contemplación, para orillar a un espcaio inadvertido para el creador, a saber: "El Alma Creadora está fuera del tiempo, de su misma esencia son los atributos, y uno es la Belleza". 
En ese espacio opaco para el ser hasta que lo desvela la consciencia es en el que la "lámpara" comienza a alumbrar. ¿Recuerda la antorcha, la lumbre con la que uno baja? En palabras del autor: 
"La lámpara que se enciende para conocerla es la misma que se enciende para conocer a Dios: La Contemplación. Y así como es máxima en la mística teológica que ha de ser primero la experiencia y luego la teoría, máxima ha de ser para la doctrina estética amar todas las cosas en una comunión gozosa, y luego inquirir la razón y la norma de su esencia bella". 

 Nada de esto tiene vínculo con la erudición, con lo que Montaigne desestimaba en defensa del conocer, del conocimiento puro de la esencia. Prosigue Valle-Inclán y con él diluyo mi verbo en estas notas sueltas de invierno:

"Pero siempre del significado sensitivo del mundo, como acontece con la conciencia mística, se les alcanzará más a los humildes que a los doctos, aun cuando estos pueden también entrever alguna luz, si no se buscan a sí mismos ni hacen caso de su artificiosa sabiduría.  



domingo, 10 de marzo de 2013

AMANECE, que no es poco. Contemplo cómo la luz del astro va tejiendo la medida de los objetos a los ojos. Cómo lo hace me resulta poético: natural, pausado, con claridad. Cuando la luz en la mañana comienza a edificar el mundo para el hombre, ya ha querido ofrecer lo profundo en la noche. Haz y envés, discurso y llama doble.
Entonces el hombre es Jano y sus ojos son el retorno de la claridad. Como la música, puede ser vista y escuchada sin sonidos, tan soo proclamando en la consciencia su figura. 

Así quisiera la palabra que escribo; una palabra que brotara en silencio, de las raíces sumergidas, desde lo profundo, hasta tornar la realidad en una figuración y en una ensoñación. Anhelo que la metamorfosis que proclama la palabra poética ocurriera sin aspavientos, pero removiéndolo todo para el que se enfrente a ella. Una palabra que nombre lo antiguo de forma nueva, verba que traduzca el sentir de un individuo, el parecer de un solo hombre en la consciencia colectiva del mortal. 
 Desde lo individual devenir en pluralidad, desde la pluralidad arrancar a lo individual su esencia.  

  

sábado, 9 de marzo de 2013

SUCEDE cuando el diálogo es fructífero, esto es, cuando se produce un diálogo verdadero: soy incapaz de escribir a continuación. Necesito alejarme de los ecos y de las palabras del otro. En puridad, me ocurre lo mismo cuando realizo una lectura de Cervantes o de Thomas Mann, se hace necesario un tiempo de espera, pues la consciencia tiene que ubicar los conceptos y las palabras en el lugar en que nunca hubo nada o en el que había marros e imprecisiones. Podríamos decir que la palabra, cuando brota de la verdad y de la justicia, sea esta oral o escrita, es un bálsamo, el bálsamo del mortal. Lo demás es silencio.   

Lo más grato de todo diálogo es confirmar que el interlocutor es fundamental para que la palabra, siempre dudosa, siempre matizable, es sometida no al yo esencial sino al tú esencial. No somos nosotros más que cuando a través de la catarsis de la palabra somos otros. Y eso sucede con el diálogo, con la forma de comunicación que escogió Platón para presentar sus teorías. 

Decía que necesito que alguien sacuda mis incertidumbres para poder renacer de nuevo en las creencias. Es un ejercicio fundamental, con el que el ego se enfuerece y nos tiraniza, pero con el que necesitamos regresar a lo profundo de nosotros mismos con la lumbre y la antorcha de las ideas. Por desgracia, escasean los interlocutors de este tipo, los que destapan la consciencia y meten sus manos en la mollera de uno, pues las reuniones y cenáculos de literatos, de supuestos literartos, organizan festivales de la vanidad, hogueras de la egolatría. 

Escasean los interlocutores porque el individuo contemporáneo ha perdido su consciencia de mortal, de estado de vigilia permanente. Es el tiempo del camino de lo venidero, del abandono del espíritu de este tiempo para ahondar y caminar por el espíritu de la profundidad. Eso o el abandono del centro indudable. 

viernes, 8 de marzo de 2013


SI los actos son puros y participan de la verdad son, por tanto, actos de justicia. Platón pensaba de la Idea al mundo y por ello creía que la relación entre lo uno y lo otro era de presencia del absoluto. Así, si alguna acción, algún hombre, alguna creación participaba de lo justo, lo bello o lo verdadero mantenía un relación proporcional con la idea ilimitada. El camino a la inversa, de lo particular a la Idea, conlleva una relación de participación de lo minúsculo en lo mayúsculo. Es decir, presencia y participación de y con el absoluto.

Para Platón, el filósofo, a pesar de su estado de contemplación insuperable, pues, suponemos que ha llegado a vislumbrar las ideas puras, debe volver a alumbrar a los demás. A pesar de todos los mitos mistéricos que se encierran en esta recomendación de Platón en su República, el filósofo debía, finalmente, acceder al ámbito público, pues no estaba cargado de ninguna falacia, sino de verdad plena. Por este motivo, porque los filósofos llevaban la justicia a un mundo organizado justamente, Platón recomienda que sean ellos los verdaderos gobernantes.

Sucede lo propio con la literatura.  Afirma Platón en Timeo 27d: “¿Qué es el ser eterno, el que no tiene nacimiento? ¿Y qué es lo que nace y perece, pero nunca es realmente?".


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Schopenhauer enseñó con suma claridad las características y virtudes de la música en relación con las demás artes y manifestaciones del hombre. Nunca olvidaré esta afirmación: “la música, al trascender las ideas, es totalmente independiente del mundo fenoménico, lo ignora absolutamente y, en cierto modo, podría existir aunque el mundo no existiese, lo que no puede decirse de las demás artes”.

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El silencio rotundo y la soledad sonora edifican, en el ser de cada uno, un mundo ajeno. Ese mundo, objetividad del espíritu, lleva al poeta a desear ser otro mientras está siendo. También a no temer la exposición pública, es más, la desea ya que su palabra está impregnada de verdad y de justicia y de belleza. Estos deseos deben ser proyectados en lo público cuando se produzca el momento, con fervor y fidelidad. No son búsquedas y necesidades de la vanidad, para el que ha contemplado la idea no existe su propio sujeto: es otro, se sabe otro, perpetuado en la verdad.  

jueves, 7 de marzo de 2013

LA transparencia, Dios, ...clamaba el poeta. Hay un desierto invisible a los ojos por el que poeta deambula: es su vida, la vida ajena. Ese desierto es la plenitud otorgada, en la que no hay límites previos, ya que es el propio poeta el que los marca y el que los traspasa. Depende todo de su consciencia.
Para deambular por ese desierto invisible, de música silente, el poeta mantiene la fidelidad en el silencio y la soledad, así como en las amanecidas que cícliamente le advierten su presencia mortal. Ante ese reino de lo ignoto, la palabra debe ser semilla.    


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Lo primero que hizo E. al ver el naranja fue intentar escaparse de mis brazos para agarrar el libro. Parecía que ella estaba ya a la espera de esa cubierta, aun sin saber que ella misma es materia y forma de la poesía.

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Una de las vetas de este Trópico se titula Cuestión de desnudez. Nació por el deseo de escribir sobre la desnudez de la estética poética que tan necesaria creo para la poesía, para comprender con pureza el discurso de lo poético.
Hoy, en el frescor de las palabras de J.R.J., leo conmocionado lo siguiente: "Lo desnudo siempre es nuevo. Lo vestido, más viejo cada vez".

Esta síntesis recoge con exactitud la idea central de mis intenciones pretéritas: no ir arropando la palabra, sino conducirla a la desnudez, a su desnudez, a la desnudez de la propia palabra. 

miércoles, 6 de marzo de 2013

DESDE esta mañana me invade un miedo enorme, que nunca antes había atravesado mi cuerpo y mi alma. Es un miedo gozoso, pero sobre todo un terror que zumba y zumba en el silencio. Pareciera una consciencia ajena a este cuerpo mío, a estas manos mías que pretenden la alfarería del espíritu. Ars vivendi...

Para contrarrestar esta sensación amontono encima de la mesa algunos libros: Dante, Montaigne, Lucrecio, Platón, Rilke,...leo, leo y leo. Es lo único que entiendo y que soporto en estos días. Leer: actuación viviente. 

martes, 5 de marzo de 2013

...una vida y el adiós. Canto errante, armonía sin alcance: poesía. La palabra y el mundo. Misterio.

lunes, 4 de marzo de 2013

LAS más de las veces afirmo que la música siempre es conocimiento iniciático y que, a diferencia de otras manifestaciones artísticas, es misterio, enigma y siempre verdad. Por eso conmueve en el espíritu hasta desgajarlo de sí mismo; es la única manifestación humana que proviene de la matemática y de la aritmética y que demuestra que el fundamento del arte no reside en la técnica sino en otra dimensión, indescriptible, en lo que solo es cognoscible. Por esto mismo, sólo los genios y maestros logran proyectarlo en su obra hasta la orilla de la humanidad.

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En Escocia el paisaje se trueca el alma de tal manera que solo podía uno mantenerse erguido y solemne ante aquellos acordes de Naturaleza. Las montañas, las laderas, los riachuelos atravesándolo dolorido y perenne, los verdes armonizados por un cielo siempre mesurado y húmedo. Y el silencio sobrecogedor, necesariamente meditabundo y poliédrico que se entremetía en la respiración. 
Las figuras en el horizonte adquieren en Escocia una sublime estancia. El olor, el olor era sacramental y primitivo. Parecía conducir a un origen ya olvidado de nosotros mismos, al silencio en que restallan las música prendida del origen.  

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Caravaggio es uno de los pintores, si no el mejor, que se ha valido de los efectos de la música. Baste contemplar la figura, extasiada y mediúmnica, andrógina y mortal,  que se ofrece en "Joven tocando el láud". Belleza, matemáticas, naturaleza, amor idealizado: "Voi sapete ch'io v'amo"...

domingo, 3 de marzo de 2013

LA alegría toda de los árboles, de la tierra, de la luz y de todo lo creado. Chestnye startsi.

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La poesía verdadera es esotérica, proviene de lo profundo, de dentro; no sucede como con otras artes, no es un oficio aprendido. Por eso, no hay peor consideración para un poeta que la que se resume en la expresión "tener oficio"

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Nuestra consciencia se guarda en un templo individual. El mortal que escoge a sus maestros, al hilo de Ariadna, despierta y alumbra esos estados latente en el espíritu. Así, hasta que lo convertimos todo en sentido unívoco, indudable. 

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HOY, asiento violentamente cuando leo en un pasaje de Luz de vísperas, la novela de Mauricio Wiesenthal: "La obra se impone a la vida del artista. Le esclaviza, le somete, puede incluso matarlo. El pobre artista no tiene nada que hacer...hasta el punto que se convierte en un simple médium de esas intuiciones". 



sábado, 2 de marzo de 2013

UN lector-escritor, eso es todo. Un lector que vuelca sus energías y ambiciones en leer, leer con tino y virtud. Es tanto este ejercicio que ocupa toda una vida y la justifica, a pesar de los conatos de escritura a los que pudiera llegar uno. Meros ensayos, meras bagatelas al lado del fundamental ejercicio de leer. Leer es vivir. Leer para vivir, como decía Flaubert.


En estas décadas es dificilísimo ser un buen lector, pues existe demasiada confusión, cuantiosas publicaciones nefandas, un torrente de medios de comunicación que se alza en defensa de los mismos escritores de su grupo y ,cada vez más, la inexistencia de interlocutores que hagan crecer las lectura dentro de uno. Porque las lecturas se avivan en la memoria, se recuperan dentro de uno cuando se produce el milagro del diálogo entre dos mortales.  

Han confundido a la masa convenciéndolos o haciéndoles creer que el acto de leer es un acto de entretenimiento que pertenece a lo culto. El que lee un libro siente que vive por encima de la medianía, que pertenece a otro estaus social, a pesar de que el libro sea un tóxico elemento para su vida. No importa qué sustancie el libro, es únicamente el acto de leer. La lectura encierra todavía una impronta culta para la sociedad, pero los avenidos e intermitentes lectores están creyéndose pequeños demiurgos. Así las cosas, el lector verdadero, ese que considero lector de vida, lector de las obras capitales del espíritu humano, ha terminado en un rincón de la sociedad, aislado, inservible total. Es un peligro para el resto, pues evidencia el derrumbe cultural y libresco al que ya hemos asistido. Él mismo, ante la falta de interlocución y de diálogo, renuncia al malgasto de energías y a la revolución: es resistencia silenciosa.
 El lector puro es el que deja en evidencia al grupo que se piensa lector. Con tan solo su memoria ese grupo termina siendo humo, fantasmagoría. No me refiero con ello a la memorización de títulos y obras, antes al contrario, apunto a la capacidad de profundizar y pensar los textos. he aquí la cuestión matriz de todo. Sin embargo, el lector prefiere el silencio y seguir poseyendo la consciencia alejada de mera doxa.       
Es complicado que el lector contemporáneo pueda hablar con un interlocutor, pongamos por caso, de los filósofos griegos o de que alguien, en algún momento de la conversación, se dirija hacia la literatura de Cervantes o de Thomas Mann o de J.R.J. o de Dante sin caer en clichés o en manidas impresiones.

Existen lectores y escritores de oficio: eso es una calamidad. La literatura exige un grado de fervor y de fidelidad desconcidos para los que públicamente exhiben sus palabras. En la literatura se produce un llamamiento a la libertad y a la verdad irrenunciable. Eso mismo, esta esencia, es la que falta en el panorama de los allegados a la literatura, entre los que creen que sus opiniones están construyendo el devenir de la palabra y de la ficción.

A la lectura llega uno desnudo en cuerpo y alma. El único sustento que posee el lector es la intuición y el ansia de verdad y de belleza. Podríamos afirmar que la conjunción de verdad y belleza en la obra literaria es lo que se llama Justicia literaria, esa evidencia inexplicable por el resto. Con estas premisas, cuando el lector comienza una lectura, rápidamente comprueba si el libro de marras merece la atención y la vida otorgadas. Es así cómo el lector se va transformando con los años, se hace más incisivo, selecciona los libros, vuelve sobre los mismos textos...así, hasta tejer un tablero de vida, un telar de referencias literarias, filsóficas, artísticas y científicas, en general, que sustentan su propia vida y que resplandecen en sus propias palabras. 

El proceso de transformación del lector es muy parecido al del escritor: ambos abandonan su ego y entregan sus días a las palabras de otro. Aun distintos, los dos conviven en el mismo territorio, en un trópico infinito, pero siempre colmado de vida.  


  

viernes, 1 de marzo de 2013

ESTAS palabras de H. Hesse, escritas en su prodigioso Lecturas para minutos, me han recordado esta mañana de lino a J.R.J.: "El genio, allí donde surge, o acaba estrangulado por los que le rodean o es él quien les tiraniza a ellos; le aclaman unánimemente como la flor de la humanidad y, sin embargo, provoca en todas partes miseria y confusión, aparece siempre aislado, condenado a la soledad, no es hereditario y presenta siempre cierta tendencia a abandonarse a sí mismo". Las anoto en este diario como un ritual de silencio que parece confirmar algunas impresiones sobre cómo la crítica literaria y los llamdos estudiosos de la literatura han querido verter la trama y la historia de los poetas.

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Últimamente escribo cuando la madrugada va llegando a su coda y las luces primeras comienzan a abordar los objetos y las ideas. En ese tránsito de la noche al día es cuando mejor entiendo algunas cuestiones de la vida. Me acerco a un neblinoso origen, a un lugar del que no puedo renegar su presenca. Sucede todo con una naturalidad que ambiciono cuando comienzo a escribir. Esa naturalidad, que incluye una fusión de lo uno en lo otro, es la que deseo en el pensamiento y en la palabra que trata de expresarlo. Así, todo parece un vuelo hacia un lejano esplendor de auroras y rocíos inaugurales.  

Hoy he recordado algunos versos de "Introducción" con los que William Blake da comienzo a Songs of experience (1794), libro que releo ahora en la traducción de José Luis Caramés y Santiago González Corugedo: 

¡Oh tierra, oh tierra, regresa!
Levántate el rocío de la hierba;
la noche se ha agtado,
y la aurora
se levanta de entre la masa de los sueños.


Al recordar estos versos, me he dirigido a las baldas para rescatar el menudo libro del poeta de marras. Leo la composición al completo y no puedo dejar de transcribir, en este diario de invierno, el fabuloso comienzo del mismo poema. Este comienzo lo emparento con algunas de las cuestiones que trato en Ars vivendi y caigo en la cuenta de que no he nombrado a Blake en el libro, a pesar de que algunas de sus ideas y creaciones están presentes en el volumen: 

¡Escuchad la voz del Bardo! 
Es aquel que ve presente, pasado y futuro;
es aquel cuyos oídos escucharon
la palabra sagrada
que caminaba entre los árboles antiguos,

...podríamos escribir muchas líneas sobe la significación de estos versos, pues en ellos se encierra buena parte de la concepción romántica de la poesía con la que afino mi estética y con la que trato de renovar la concepción meramente superficial y banal de la lírica.


Es más, escribió Blake unos versos cargados de simbolismo, -como la mayoría de su producción-, que los tengo como una especie de abracadabra, de fórmula ritual que explica a la perfección la naturaleza poética y del poeta mismo, a saber:

¿A dónde vuelas, oh ser hermoso? ¿En qué lugar buscas contento?
Hacia el lejano esplendor, hacia allí me apresuro, pues es cierto que de aquel lugar vine.
O si no habré dormido eternamente y no habré sentido el rocío de la aurora.