miércoles, 29 de abril de 2020

La existencia en tu existencia.

TRAS cerrar el libro de Simmel, Roma, Florencia, Venecia, queda uno meditabundo y pensativo, quizás abrumado por la sucesión de recuerdos que se agolpan en la memoria al recuerdo de los paseos por esas ciudades. Ando últimamente en el deseo de volver a encontrarme conmigo mismo y eso me provoca un desasosiego que nunca antes había sentido. 
Hacía tiempo que no venía al cuaderno, el tiempo ahora es química y sucesión. Leer hasta que los ojos dejan de estar en uno mismo y seguir leyendo hasta que termina uno de cabalgar la noche. En la mesa una pila de libros monta una suerte de paisaje sobre el salón de casa: Tolstói, Góngora, Gabriel Miró y Stoner de Williams que, aunque la acabé hace semanas, la tengo fija en el montón de libros que me acompaña como cabalgata de valkirias. 
Precisamente, anoche comencé con las páginas de un volumen fascinante sobre Richard Wagner, El anillo de la verdad, de Roger Scruton (Acantilado). El peso de la noche, acumulado de astros en el pecho, se hacía ancho y ajeno con la música del autor alemán mientras leía sobre "El anillo de los Nibelungos". 

***
Estar en confinamiento es estar en uno mismo pero no volcado al bullicio de la levedad sino a la  música de lo permanente. A veces sucede un poema que no acaba de revelarse; otras tantas, la mera idea ya es, en sí,  nutricia. Y, poco a poco, va teniendo uno el convencimiento de que atender al dictado del corazón es la tarea más noble y benefactora que uno puede hacer en este mundo. 
Llevo unos días, semanas, que percibo una inquietud profunda, que me desestabiliza demasiado, que tan solo se calma cuando comienza la música de Chopin o de Brahms, como cuando tenía catorce años y tras largas horas con el clarinete terminaba escuchando, en la radio de casa de mis padres, aquella versión de "Egmont" de Beethoven. A veces le pregunto a ese niño qué hubiera hecho en estas circunstancias, en él contemplo un suceder que sigue siendo. 

***

Si todo era relativo hasta ahora, intento o condición, el tiempo va conformando una idea de uno mismo, no el ser ni la composición, sino una idea de quien uno fue. Ese espacio se convierte en un anhelo y, poco a poco, en una necesidad. En esa búsqueda me encuentro pero no quiero provocar la impresión tan común de que alguien piense que es mera vanagloria o egotismo, antes al contrario. 

Pareciera que el tiempo va hacinando una unidad o centro indudable del que jamás debes apartarte pero del que es necesario apartarte para comprenderlo mejor, acaso para intuir su existencia en tu existencia. 

sábado, 11 de abril de 2020

El paso sinuoso del ruido al canto del yo.

MARAVILLOSO el libro de Tolstói, El camino de la vida (Acantilado, 2020). Las reflexiones del escritor, extraídas de aquí y de allí, más las que son de propia creación, van dibujando un rostro, una figura del hombre que vive con un sentido de vida. Un sentido que se arropa del bien, de la belleza de vivir en armonía con uno, que es lo mismo que vivir en armonía con los demás. 
"Toda fe no es sino la respuesta a cómo debo vivir en este mundo no a los ojos de los hombres, sino de Quien me envió a este mundo". 

De Tolstói paso a releer a Steiner, Presencias reales. Lo hago porque el volumen adquiere, en estas circunstancias, nuevos sentidos que antes no poseía para uno: "cuando se trata del significado y la valoración en las artes, nuestros mejores informadores son los artistas [...] Aprender de memoria es proporcionar al texto o a la música una claridad y una fuerza vital que habitan en ellos mismos [...] El recuerdo, a su vez, se convierte en reconocimiento y descubrimiento.    

***
Una cosa es el consumo literario y otra es la vivencia lectora. 
***
En estos días de confinamiento nadie señala el ejercicio de leer como un acto capital en la vida de los individuos. Y no lo hacen porque esa es la evidencia social del parámetro con que se tiene la lectura en el ámbito político y social, incluso en el ámbito educativo no se marcan preferencias relativas al ejercicio de leer. 
***
Lo perenne no es lo futuro, lo eterno en el hombre no es el porvenir; el hombre busca hacerse él mismo eterno cuando convoca en su palabra y su acción la invisible comunión de vida y muerte, ser y no ser, de ser algo en nada. La música, solo la música alberga esperanzas.
***
Comienzo el día leyendo y lo acabo leyendo, de sol en sol y de claro en claro; entre tanto, sucede la vida.
***
Es cíclico, la rutina,-no esta, todas-, me conduce al desasosiego más espantoso. Solo la música perenne en el día redime el empobrecimiento de estar en sociedad.
***
libertad sigue siendo el itinerario interno de la búsqueda del ser.
***
Releyendo a Montaigne y leyendo el magnífico "El camino de la vida" de Tolstói. Decía mi admirado Michel: "Ningún viaje nos libera de nosotros mismos pues nos llevamos con nosotros". Y, en este viaje interior, debemos escuchar la concordia nítida e interna del ser.
***
Nada de lo que pensamos tiene más atisbo de verdad que lo que no conocemos.