domingo, 30 de junio de 2013

HE estado leyendo algunos pasajes de los evangelios apócrifos en la edición de mi admiradísimo Antonio Piñero; el protoevangelio de Santiago, el del pseudo Mateo. Me han interesado, sobre todo, los pasajes referidos a la infancia de Jesús y los que tienen como eje central el nacimiento y la infancia de María. Todo ello ha supuesto un ejercicio de reconciliación y de entendimiento extraordinario. 

La poesía debe conducir a un abismo rítmico, ella misma debe contener la música del mundo en sus arterias. Esa música es fónica, morfológica, semántica y suprasignificativa. Como el destello que observamos en el horizonte que no acaba de pertenecer a ningún otro ángulo.


Más que nunca comprendo el rechazo de Platón hacia lo literario, más que nunca, excepto la semilla inmortal. 

sábado, 29 de junio de 2013

AFIRMA Plotino que existen lazos naturales y sobrenaturales entre el hombre y el cosmos. Dice textualmente Plotino al respecto: "No hay azar en su vida, sino una armonía y un orden únicos". Culmina esta indagación de su propia existencia con una afirmación no pocas veces subrayada por lo que tiene de platónica: "los acontecimientos de aquí abajo se producen de acuerdo con las cosas celestes".

La primera vez que leí algo referido a las ciudades celestes, más aún, a la realidad celeste que se vislumbra en la tierra como símbolo de otra realidad emulada, a la que puede llegarse tras la contemplación, fue en un texto de María Zambrano hablando de Florencia. Era una entrevista y las preguntas se las hacía mi admirado poeta Antonio Colinas. 

En este tiempo se van aclarando muchas cosas en lo ético y en lo estético. Pensaba que todo se debía a marros en el comportamento, desavenencias variadas, al poco entendimiento del fenómeno literario. Ahora me importa resguardarme en el silencio y en la soledad, en la contemplación y en los ecos del ancho universo que acoge este cuerpo de bóveda. Quiero escuchar la música de la noche, de los violines mojados, de la aurora con cuerpo de calandria.   

miércoles, 26 de junio de 2013

LA agrafía es el estado natural del ser.
HOY, al contemplar los campos cuajados de girasoles, he vuelto a escribir. Durante unos días, me he dedicado a pensar, a meditar mucho sobre la realidad, sobre toda la realidad y a leer, a leer textos que no fueran literarios. Ensayos, informes, obras divulgativas que han vuelto a situar la literatura en su órbita más exacta. Podría afirmar que he estado fuera de lo literario y que vuelvo con más claridad como lector.

A cada nombre ejecutaba lo que Juan Ramón Jiménez: la esencialización. El aire ha sido Aire, un cielo ha sido Cielo, el amor ha sido Amor. Un completo idilio entre lo que sucedía a mi alrededor y lo que mi mente filtraba. La noche se ha convertido en el espacio idóneo para dialogar y reflexionar. Indagaciones sobre los límtes, eso es, he conducido mi pensamiento al límite del raciocionio, del corto raciocinio que puedo aplicar al cosmos.  

He llegado a la conclusión de que la poesía debe alejarse de los sentidos. He releído muchas veces, por ejemplo,  el poemad de Ruben Darío "Lo fatal" y he realizado la lectura con nuevs bríos, como un lector novísimo:

ni mayor pesadumbre que la vida consciente

Los giraoles marcan en el campo, en cada loma invadida, las presencias de Naturaleza. el hombre debe contener las dinñamicas de la naturaleza; debemos observarla, apreciarla con el amor debido pues en ella sostenemos nuestros pasos. La poesía debe ser como ese campo de rocío que amenece en cada estación plagado de girasoles, de volátiles amarillos al aire, de ínfimas presencias que son espejismo cada año.  

domingo, 23 de junio de 2013

ANOCHE, cuando leía un texto sobre los misterios de Eleusis, comencé un diálogo de luz. Un fluir de la consciencia; palabras, textos literarios, incluso algunas risas en todo ello. Pensé en Triptólemo recibiendo espigas de trigo entre Perséfone y Deméter. Cuando desperté, mantenía una espiga verde de trigo en la mano derecha. La olía con delicadeza y fue entonces cuando supe que tenía que esperar hasta la primavera. 

Así la palabra literaria, lo que llamo lo poético. El poeta verdadero no se sitúa frente a la poesía, no trata de razonar los elementos de la poesía. El poeta debe integrarse con lo ético y esa fusión conduce a la ética-estética. La palabra abarcando el eco coral del universo. Como el alquimista, el poeta debe anular el factor tiempo de toda su creación; conseguirá con ello la palabra eterna y perpetua, la que se convierte, en cada estadio de la humanidad, contemporánea.  Hay ejemplos de ellos en Manrique y en San Juan de la Cruz, también en Virgilio y en Dante, por supuesto, en Rilke y en Juan Ramón Jiménez. 

Esta es la enseñanza de la naturaleza, es evidente cuando el espíritu está límpido y ha pronunciado las dimensiones de la noche oscura. Luz de luz y respiración para contener el mundo en cada bocanada.  La aproximación racional hacia lo poético no termina de mostrar toda la realidad velada en lo poético. Escritor y lector deben pertenecer a la misma contemplación. Cuando el escritor o el lector se creen en supremacía, se produce el  alza del ego: sé este dato, interpretar de esta manera, el texto es lo que yo soy. 

El poeta verdadero se sitúa de forma distinta ante la estética, parte de un origen ético evidente e insoslayable: intuiciones como lector, revelaciones com escritor. Ni lo uno ni lo otro, no se escoge desde el raciocinio ni desde el positivismo. Aplique la técnica a cualquier disciplina y estará creando meros artefactos eventuales. Reciba, al contrario y  aun sin saberlo, la revelación y su obra será misterio y naturaleza de lo permanente. En este tipo de obras el yo se disuelve y se hace categoría, pasa de su anécdota a la categoría que lo acoge, sobrepasa todo rastro del ego, que es la perdición y la anulación de todo entendimiento.   



viernes, 21 de junio de 2013

E. comenzó a andar sola ayer por la tarde. Nuestros ojos se impregnaron de un asombro inaudito con sus pequeños pasos sobre el piso. Un paso, un desequilibrio, otro paso, el cuerpo tambalea, un paso más, sus ojillos disimulan el estupor, y otro y otro, su cuerpo busca el equilibrio vertical con el mundo. 
E. nos miraba sin buscar auxilio, pero comunicando que estaba realizando una nueva acción. Parecía contener la consciencia de que comenzaba a formar parte de la especie que la acoge. 
Fue una escena puramente emocional, que estuvo cargada, sobre todo, de amor. El amor lo aroma todo con su cuerpo cuando es verdadero; sin palabras, vertebra las acciones y es tan claro su poder, tan evidente su presencia como cuando no está.  

E. nos ha conciliado con nonatas dimensiones que poseemos como seres humanos que antes no atisbábamos a comprender, a equilibrar como ella, en la consciencia, en esa dimensión verdaderamente humana y reconocible en pocos individuos. E. ha agrandado lo que de puro y cierto hay en la vida y ha concluido achicando lo accesorio. 

*** 

Me llega una misiva de A.G.L. La leo con detenimiento. Está atravesando un momento difícil por las enfermedades y achaques de la mujer. Hay un desconsuelo en sus palabras, pero al igual que una consolación. Su caligrafía es la de siempre, robusta, envirotada, impresa fuertemente sobre la tarjeta por la fuerza de su puño. Su puño es su voz y su voz está todavía en el sur. 

*** 

M.C. me anuncia que va a comenzar a leer Moby Dick. Me lo dice de soslayo, casi sin detenerse en esa afirmación. De pronto, me quedo pensando en las fuerzas que la han llevado a escoger esa lectura. Cuando me ve pintiparado, quizás dejando a las claras demasiado desconcierto, termina por decirme que será después de leer la Commedia, de Dante.    

*** 

Tras la lectura de algunos pasajes del I Ching y de las palabras que le dedica Carl Gustav Jung comienzo a escribir un poema. Brota una palabra, un término, una secuencia. La totalidad del tiempo y la vida como una escritura invisible de no se sabe qué libro. De un libro que no hemos escrito más que con la consciencia que va, poco a poco, anchurándose

martes, 18 de junio de 2013

EL propio Freud escribió un libro, con sesenta y dos años de edad, titulado Lo siniestro. Trataba de escribir sobre lo que más temía, lo que no quería que sucediera. 
 
Dijo Rimabud, que acudió al silencio en huida: "El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos". 

Hoy, leo. Pienso. Medito. Contemplo, únicamente respiro en mí.

Karlheinz Stockhausen: "Toda creación genuina hace adquirir concienciade algo del reino esotérico de lo que n se era consciente antes". 

lunes, 17 de junio de 2013

LEÍA, en la noche, Espacio de Juan Ramón Jiménez impulsado por un fervor nuevo y por una nueva mirada sobre el texto. De pronto, el elemento lírico se hizo cenital, originariamente canto de la semilla. Fluía el texto con una cadencia de auroras, de iris inmaculados. Hubo pasajes que cobraron significaciones ocultas hasta entonces, otras que asomaban su pico renovado y de asombro. Como las Elegías, de Rilke, la poesía de J.R.J. es cúspide de la lírica europea de siempre; alcanzó el aroma de la palabra desnuda y en sí, perpetuada en el nombre de lo permanente:

"Dentro de mí hay uno que está hablando, [...], no lo puedo callar, no se puede callar. [...] Quiero el silencio en mi silencio".

Esta mañana, continué leyendo a JRJ. Espigué por un libro, por un poema, por otro, aquí y acullá. Estaban  M.C. y E. en la cocina desayunando y comencé a leerles poemas en voz alta. Poemas de La realidad invisible como "Mi libertad, mi vida"; poema de Formas del huir como "Otro espejo"; poemas, en fin, de Hacia otra desnudez como "Lo increado completo y lo creado". Iba recitando con parsimonia y E., de vez en cuando, volvía su carita para comprobar cómo clamaba en voz alta aquella música mágica de oro y noches vencidas. Así, hasta que recito de memoria el poema "El ser uno" en varias ocasiones:

"Pasad, no penséis en mi vida, dejadme sumido y esbelto. Yo uno en mi centro".

Llegados a La estación total, M.C. comienza a dialogar con el texto y conmigo. Me dice que JRJ estaba estableciendo una religión con aquellos poemas y que todo en él es salmodia de esa realidad, de esa estética vivida. Es así como nos emocionamos con los poemas que en alguna ocasión habíamos leído juntos, sobre todo con "Desde dentro", que tanta luz ha arrojado en mi corto entendimiento del mundo. Igualmente reconfortantes son poemas como "Gracias, vida, muerte" o "Es mi alma". Poemas cargados de misterio y de la belleza en el verbo:

"Rompió mi alma con oro"


Con la lectura de los poemas de J.R.J. ocurre lo que con Rilke: descubre y renace uno mismo en cada silabeo. Son textos originarios, que están surgiendo de lo oscuro para ser en la oscura noche de la claridad.

domingo, 16 de junio de 2013

RILKE anhelaba la soledad para la creación tras las traducciones al alimón de Vita Nuova, de Dante, con la ayuda de la princesa Maria. Era diciembre de 1911 y el poeta encendía unas velas en las ramas de los abetos que todavía el visitante puede contemplar. El episodio que principió la creación de las Elegías sucedió a comienzos de 1912, a finales de enero, concretamente. Era mediodía, el sol proclamaba su efigie, un viento zumbaba desde el mar plateado hasta las rocas para acompañar el canto de un ruiseñor, Jano entonaba su huida y su vuelta. De repente, un vacío polifónico, una hendidura en la piedra del espíritu, la senda por la que caminaba, -y que tanto misterio encierra aún-, comenzó a desdibujarse. Nace la primera elegía casi al completo. 

El poeta escribe una carta a la princesa relatando el suceso, pues así entiende que ha ocurrido: una acción insólita de la poesía misma. Hay quien señala que el poeta utiliza una palabra significativa en alemán para referirse al suceso, a saber, "eigenmächtig", que quiere decir "con fuerza propia". 

Estas revelaciones continuas lo llevan a escribir o a transcribir esa agitación extraña de los dioses ocultos. Lo hace hasta que el comienzo de la décima elegía lo anuncia todo: 

"Ojalá un día, libre ya de la terrible visión que me acosa,"

Como no podía ser de otra forma, la segunda acción que emprende Rainer Maria es la lectura. ¿A quiénes acude? A los poetas alemanes que escribieron himnos: Goethe, Klopstock, Hölderlin o Kleist.
El poeta se sitúa al acecho de lo invisible. El propio poeta escribió en un pasaje memorbale: "nosotros somos las abejas de lo invisible. Libamos desesperadamente la miel de lo invisible para acumularla en la gran colmena de oro de lo visible". Rilke apunta hacia el ángulo sumergido del mundo que solo se intuye y solo se puede contemplar plenamente, weltinnenraum.   

Uno de los poetas alemanes que Rilke lee al completo es Kleist, el mismo autor a quien Stefan Zweig dedica un capítulo en su prodigioso ensayo La lucha contra el demonio. Por su parte, después de algunos tanteos del poeta con el esoterismo, se vuelca en la lectura de Fabre d´Olivet. Los tres autores que están encima de la mesa en la mañana, trazando el enjambre de lecturas al que me vuelco apasionadamente.   

sábado, 15 de junio de 2013

ENCONTRAR el rastro de estrellas que nos atraviesa, la materia primigenia que arrastra la armonía.

*** 

El encuentro entre la voz del individuo y la voz del cosmos. Música acordada.


jueves, 13 de junio de 2013

HABLÁBAMOS de Rilke. De la composición cargada de consciencia que muestran los Sonetos a Orfeo y de las revelaciones que ofrecen las Elegías. El propio Rilke explica cómo sucede todo cuando estaba caminando cerca del acantilado del Castillo de Duino. 
Aun compartiendo naturaleza, ambas son creaciones diferentes, que han brotado de encuentros tácitos del poeta con el mundo. Por una parte, el poeta vislumbra con cierta razón la poesía y su esencia hasta alcanzar un estado puro y verdadero de la palabra. En otro, la poesía es la que escoge al poeta, es el encuentro entre la consciencia del individuo con su categoría de mortal. 





martes, 11 de junio de 2013

LEO a pesar del tremendo cansancio de estos días. Trabajo en algunas notas sobre un libro del que mañana hablaré en Cádiz como lector. Pienso en esa condición y me resulta la más respetuosa de todas las posibles. Ser lector, humildemente lector; es una ofrenda y una dádiva.

Habrá indolentes en el público y a ellos enviaré mi gratitud, aunque se queden en silencio y desaparezcan. Habrá un halo de luz que inundara la casta de las sombras, aunque el jefe de los siniestros, incluidas sus gafas de pasta, ya ha dicho que no estará. 

Suena en el sótano Fields of coral. Respiro. Pienso en la acciones de los hombres, en sus palabras, me voy dejando en el compás de la música. Voya a la azotea y me asomo al cosmos. Allí, allí respiro fuertemente y con lentitud. Quiero llenar mi cuerpo y ser en la armonía de las esfereas.   




lunes, 10 de junio de 2013

EN la pintura de Heinrich Friedrich Füger, en la que se representa a Prometeo, el mortal casi aparece sin ser anotado. Está en la sombra, yacente, repleto de oscuridad. Y Prometeo, levantando la luz con el brazo derecho, mantiene con la izquierda el gesto de la sabiduría: el gesto del silencio. Solo la luz.

domingo, 9 de junio de 2013

ESTA mañana, cuando comencé a escribir en el diario, comenzaron las palabras a brotar en forma de poema.Trataba de expresar la confluencia de lo vivido en la razón del hombre. Deseaba con ello explorar el entendimiento del mundo como un todo sucedáneo e inabarcable. Una palabra, otra, ritmo, secuencias que iban surgiendo con la intención implícita no de expresar sino de crear para entender. Obviamente el resultado es nefasto, como de costumbre, pero poco me ha importado hoy esa fatalidad irrevocable. 

He logrado asumir, partiendo de la imposibilidad de alcanzar el ideal, que el poeta, el que lo sea de verdad, mantiene una relación profunda con las palabras. Y las palabras son las que nos hacen mortales; así que mantener un diálogo y una relación con la palabra es mantenerla con tu condición propia.

A veces, esta puja, se resume en la elección de un adjetivo, de un metro, de un encabalgamiento, por ejemplo. No me refiero a estos accidentes, dirijo mis apuntes a otra dimensión de la palabra como esencia. Por este motivo, a pesar de los poemas que no terminan en nada, siempre existe un aprendizaje silencioso y pesonal cuando se emprende la tarea de la creación o, al menos, de la intención de crear. Aun cuando no se consigue, aun cuando el demiurgo se siente ágrafo y estéril, hay en la consciencia una razón que contempla: los ecos y ls destellos de esa razón son suficientes.       

 ***
La imagen muestra a Vladímir Chetkov apoyando el codo izquierdo en una mesa mientras sostiene su cabeza levemente. La mano derecha aparece sobre una pequeña libreta en una esquina de la mesa. Está inclinado hacia su izquierda con delicadeza, pues trata de ver, de leer, en mejor decir, lo que escribe su amigo, Lev Tolstói, con parsimonia, Tolstói está sentado en un sofá y su mano izquierda parece que marca un ritmo para la escritura en los cincos folios que pueden contarse. Pareciera que los dos están contemplando un milagro, en quietud, con solemnidad, una lección de anatomía del ser. 




sábado, 8 de junio de 2013

ASÍ los días, así la vida. Gris el cielo de esta mañana y tan gris todo excepto E. que da lecciones de qué es la pureza. Ayer estuve todo el tiempo agarrado a E., la olía, la besaba, la amaba. No la dejé sola ni un minuto y cuando, por la noche, la llevé a la cama, estuve mucho tiempo acostado a su lado. Esta mañana, dormía y respiraba, y en su repiración, se anunciaba una música, la música de la noche. 
  
Bajé al salón y agarré el libro de Simmel junto al I Ching. Los leí, los subrayé, trataba de encontrar una suerte de lectura alquímica que mostrara las direcciones en el jardín de senderos que se bifurcan. Recuerdo entonces que uno de los poemas de Jorge Luis Borges que más me han apasionado siempre es el que se titula "Para una versión del I King":

El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra slenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. [...]

Escribe Borges estos versos con una intensidad singular, que el el lector percibe nacida del alma, como si hubieran brotado esas sílabas para decir la verdad que atesoraba el argentino.

[...]Nuestra vida 
es la senda  futura y recorrida.

El I Ching muestra, incluida esta nueva etapa milenaria, que las verdades del corazón y los impulsos que lo dominan son los mismos en uno y en otro extremo del mundo. Dice C. G. Jung que este libro tiende a contemplar la realidad desaprobando nuestros procedimientos causalistas. Prosigue afirmando: "el momento concretamente observado se presenta a la antigua visión china bien como un acaecimiento fortuito que como resultado claramente definido de procesos en cadena concurrentes y casuales".

Esta apreciación y esta contemplación del mundo está muy cercana a lo que uno entiende como lo poético: una confluencia de acontecimientos que establecen una presencia de la verdad, de la belleza y de la justicia. Culmina Jung: "la cuestión que interesa parece ser la configuración formada por los hechos casuales en el momento de la observación". 

De este modo, tratando de desvincular el razonamiento de las causas estéticas y éticas, de todo lo que acontece, voy encontrando en el mundo otra paz, otra estancia menos cerrada y conclusa. En este razonamiento no me topo con conclusiones finitas, antes al contrario, campos abiertos se muestran a los ojos; trigo, girasoles que cada año mostraban el sendero y que ciegamente contemplaba  interminables a mis ojos. Es, en esa ilimitada figuración, donde proyecto mi ser, donde el cauce del pensamiento comienza a encauzarse. No hay hombres, individuos, solo esencias. Es el río de Heráclito, el umbral de Parménides, el daimon, el infinito de Leopardi, el ángel de Rilke, la Commedia de Dante, la noche de san Juan de la Cruz ...momentos estelares del alma manifestados en la palabra y en la consciencia. 
  
El propio Jung lo aclara en un párafo ejemplar: "En tanto que, cuidadosamente, la mente occidental tamiza, pesa, selecciona, clasifica, separa, la representación china del momento lo abarca todo, hasta el más minúsculo y absurdo detalle, porque todos los ingredientes componen el momento observado". 

Para la poesía y para la vida, el momento observado es un todo en que actúa hasta lo desconocido para nuestra razón. Me detengo en el I Ching para leer -agrandando el propio concepto de lectura- Tui/ Lo sereno, El Lago. En este punto, la alegría se manifiesta en lo interior, en la firmeza y fuerza internas que se muestran con dulzura a lo externo. El dictamen es claro: Lo sereno. Éxito. Es propio de la perseverencia. Hexagramas que fecundan una extraña participación del Cielo y de la Tierra en lo creado.       

*** 

Naturalidad en la poesía y claridad. Es un credo que uno adopta para tratar de hacerlo personal. Fue el modo de los hombres renacentistas, de los que consideraban el arte como un fruto nacido de la tierra misma. El arte considerado un fruto que ha brotado natural y que ha sido contemplado en su justo momento de verdad y de belleza. Dice Simmel al referirse a la belleza de Florencia: "Uno entiende por qué aquí surgió el Renacimiento, tiene la primera sensación de que toda belleza, todo el significado al que aspira el arte es un ente surgido de la apariencia natural de las cosas y que los artistas del Renacimiento, incluso los de mayor estilización, tenían razón al pensar que solo copiaban la naturaleza".

La apariencia natural de las cosas es el principio de la poética, ¿cómo consegurilo con la palabra?   

viernes, 7 de junio de 2013

SOBRE los montes, anunciando una danza de verdes y de trinos, los girasoles. Han asomado al  campo que reinaban los trigos con sus varas verdes y sus cúpulas de geometría. Lo inundan todo, como laguna de luz, derramados sobre las laderas con vigorosa presencia. Año tras año, los girasoles anuncian el paso al estío y su fugitiva presencia deja al que la contempla con la enseñanza perpetua de que la plenitud se alcanza y se deshace tan rápido y tan realmente como en los hombres. Luz y vida rompiendo la tierra desde el silencio, luz y vida en los ojos cada mañana en armonía.

***

Al tiempo que los girasoles se anuncian a la luz, leo otro libro con girasoles en la portada, Libre de la tormenta, de J.S.M. Anoto en sus márgenes, escribo en sus cubiertas; E. lo agarró una vez pensando que podía dibujar en él algún garabato. Libro y naturaleza conjugados.

***

Dejar de ser para ser es una síntesis que aglutina a los pesocráticos con el Tao te Ching, pero también con Tolstói. Sigo leyendo sus Diarios, los que van de 1895 hasta 1910. A partir de 1902 Tolstói sufre demasiados achaques físicos que van mermando su producción literaria. Uno de los años más dolorosos para Leon fue el de 1908. El 26 de junio de ese mismo año escribía lo siguiente: "Ayer no escribí mi diario. Había pasado una buena noche y lamenté no tener dolor, no tener la oportunidad de enmendar mi debilidad de la víspera. No escribí nada...Ahora he pensado".

En este momento, el lector puede pensar que Leon va a deleitarse por la falta de dolor o que va a justificar su escritura con tal o cual afirmación, sin embargo, escribe Tolstói: "Hoy sentí la posibilidad de que en vez de "yo" todo se vuelva "tú"; sentí la posibilidad de renunciar a uno mismo, no en nombre de alguna cosa en particular, sino en nombre del sentido común". 

A estas alturas de la reflexión, atisba uno que la muerte comienza a danzar propiamente alrededor del alma y el cuerpo del extraordinario individuo. Sigue: "lo más difícil, y al tiempo, lo más neceario, es conseguir liberarse de la embriaguez que uno siente por uno mismo, por su propio "yo". Y yo comienzo ahora, en el umbral de la muerte, a sentir la posibilidad de esta renuncia. No es un gran mérito".

Las palabras de Tolstói sobrecogen y aturden al lector. Se encuentra en el umbral, en la zona de rito de paso en que el escritor va tomando consciencia de que está dejando de ser él para ser, sin más, ser.


Con el verso de Diego Hurtado de Mendoza: "Este es el propio tiempo de mudarse..." he vuelto a leer el pasaje, el fragmento elegíaco de una vida que sabe, a las claras, que para ser la vida misma debe comenzar a renunciar a lo que creía y pensaba que era.  

jueves, 6 de junio de 2013

ÚLTIMAMENTE leo de noche, bien entrada la madrugada y escribo de día, en la mañana, recién levantado. Han cambiado los hábitos pero eso no me supone ninguna discordia con la esencia de la lectura y de la escritura. Sin embargo, es muy cierto que cuando uno lee de noche se suma a los textos un silencio, el borde de un abismo que antes no había apreciado lo suficiente. 

Esta madrugada terminaba de leer algunos pasajes del libro de Simmel, Roma, Florencia, Venecia. Con una lucidez soberbia, con una prosa limpia y elegante a un tiempo, Simmel diserta sobre las bellezas que estas ciudades ofrecen a los ciudadanos. El libro, sin duda, desborda lo meramente circunstancial y se incardina en disquisiciones estéticas sobre la belleza misma como consciencia del individuo en el mundo. Dice Simmel: "las cosas son lo que para nosotros signfican, realmente son más en Roma que en cualquier otro lugar y de lo que serían sin el enriquecimiento mutuo al dar lugar el hecho de que Roma las abarca como unidad".

Al referirse a Roma, la idea central es la de la diversidad en la undad y el origen. Existe una asociación entre la ética vivida por el que contempla y la estética de las ciudades. Afirma el pensador, el maestro de Ortega: "Pues del mismo modo que la grandeza de los grandes hombres es la de no ser unívocos, sino ser especialmente inteligibles para cualquiera y contribuir a que cada uno se supere a sí mismo en la dirección propia de su ser, así Roma [...]". 

*** 

Cuando el lector que se enfrente a las páginas dedicadas a Florencia no puede dejar de pensar en la afirmaciones de María Zambrano, "Florencia es la ciudad azul". Simmel principia el breve artículo con un párrafo prodigioso que, como advierte el lector, va más allá de la propia ciudad, va hasta la sustancia de la belleza sitiada, a saber:

"Desde el momento en que se descompone la unidad de sentido vital de la Antigüedad en dos opuestos -la naturaleza y el espíritu-, desde que la clara existencia inmediata se enajena y contrapone al mundo del espíritu y de la interioridad, desde ese mismo momento se plantea un problema omnipresente en la modernidad, ya sea en forma de toma de conciencia de esta visión, ya sea en forma de toma de conciencia de esta división, o en el intento de reconstruir una unidad con ambas partes de la vida".

Este párrafo de Simmel equivale a todo un tratado filosófico. Conviene releerlo con detenimiento, intentando otorgar a cada término su significación y sentido más profundos. "Unidad", "Antigüedad", "opuestos", "naturaleza y espíritu", "existencia inmediata", etc. términos, giros, expresiones que me pausan demasiado el avance de la lectura. En cada una de ellas escribo al margen una glosa, una apreciación, una somera huella como ser que responde ante un estímulo. En esas pequeñas respuestas, -reservadas, silenciosas-, me siento muy vivo, pues hay toda una vida de escritura al margen silenciosa y en soledad, tan solo en la armonía de un libro cerrado. Ya para uno, Florencia, con Simmel, es el hogar del alma, la unidad que "aunque llena de misterios puede verse con los ojos y tocarse con las manos".
  
   

martes, 4 de junio de 2013

MATIZA T.S. Eliot el alcance de las influencias literarias en el artículo titulado "Lo que Dante significa para mí", incluido en La aventura sin fin. Distingue entre la influencia concreta, en distintos periodos de la vida, de aquellos poetas que dejaron una enseñanza eventual, necesaria, pero perecedera, frente a los autores que no pueden limitarse a un ciclo exacto, sino a toda una vida. De la primera categoría señala a Baudelaire  y a Laforgue; de la segunda, es lo que le sucede al autor de Los cuatro cuartetos con Dante. Al leer estas consideraciones, me he sentido identificado con las razones que aporta Eliot para tomar las infuencias en uno o en otro sentido. 

Recuedo la lectura deslumbrante de Rubén Darío, el tobogán fónico, las palabras engalanadas de sonoridades, la música estallando; recuerdo la serenidad de Machado y la complicidad con la infancia; la arcaica manera de Garcilaso unida a la belleza de lo nombrado; recuerdo a Pessoa y también a Neruda...a muchos poetas y escritores que, en su momento, ayudaron a leer no solo los libros sino el mundo como himno musical y poético. Con el tiempo, esas influencias van quedando fósiles, existentes, pero carentes de vida, frente a Dante. 
Cada día, afirmaba Manguel, no puedo ir a la cama sin leer un "Canto". No llego a ese extremo, pero sí es cierto que la palabra de Dante alcanzó cotas de entendimiento para lo humano que traspasan lo meramente literario. La obra es un tratado de los mortales sin espacios ni tiempos.    

Afirma Eliot que la tarea del poeta es hacer comprensible lo incomprensible y que, para ello, debe valerse de palabras y recursos que otorguen mayor rango de emoción y percepción. En estas exploraciones luminosas arrojan luz donde no la había antes; vida, entendimiento donde nunca hubo nada para el resto de hombres. Entiende Eliot que el poeta debe encontrar el tesoro de la expresión bella y justa. Para ilustrar sus palabras propone un ejemplo con el término "transhumanar" que Dante utiliza en este pasaje prodigioso:

"Nel suo aspettontal dentro mi fei,
qual si fé Glauco nel gustar de l´erba
che´l fé consorto in mar de li altri dèi.
Trasumanar significar per verba
non si poria ; però l´essemplo basti
a cui esperienzia grazia serba

La paradoja de la vida del escritor consiste en que pasa la mayoría del tiempo siendo lector. Como una máscara, personae, participa de la literatura (drama) com un ser ambigüo, bifronte, que la mayoría del tiempo está alimentando su espíritu con la acción de leer y que, las más de las veces, escribe más como ejercicio que como demiurgo de realidads perennes. La lectura se raliza en silencio, así la escritura. El silencio es un origen y fin, ciclo de soledades.  
Por último, me atrevo a decir que la lección de Eliot leyendo a Dante puede que posea más valor que muchos de los versos que pergeñó en sus obras. 



lunes, 3 de junio de 2013

ESTA noche he vivido en los sueños. Cargado de libros, me dirigía a una playa desierta en la que un fresco amable dotaba la escena de misterio. Iba con un lápiz bien afilado, anotaba en los márgenes del poema de Juan Boscán: "Dulce soñar y dulce congojarme...", al tiempo que releía los "Cantos" de la Commedia de Dante.  A estos libros se sumaban Leopardi y Rilke y San Juan de la Cruz. Todos poemas salmódicos que entonan un ritmo de patrias en la noche. 

La obra de Dante es un sueño, una visión, y cuando se lee dentro de otro sueño el texto se hace reluciente. Cada palabra, cada giro en la obra y cada apreciación del poeta y de su guía se va impregnando de una profundidad insospechada para el lector, pues se transforma en el ínterin de lector a vividor del texto, de personaje real a personaje soñado. 

Sigo recordando el verso de Boscán: "dulce no estar en mí...", mientras trato de entender el Empíreo, el lugar en que los ojos no ven más que con el alma. Sucede cuando te circunda una luz viva, que anima la esencia en su esplendor y la hace encarnadura para el espíritu. 
 

domingo, 2 de junio de 2013

CUANDO el diario se convierte en confesionario es quizás cuando mejor entona su figura. Escribo esta mañana movido por sensaciones contradictorias que van de la supuesta amistad a la corbadía, del mundo deseado al mundo en los ojos. Hace un tiempo escribí un pequeño texto titulado De amicitia en el que vertí algunas consideraciones acerca de la amistad y de las turbulentas relaciones que se dan entre amigos a lo largo de la vida. Hablaba en él de la fidelidad, de los valores fundamentales que deben sostener toda relación. También del amor como principio de todo; y de cómo la envidia, la vanidad, el reino del ego o la poca sinceridad iban minando las relaciones entre los unos y los otros. Lo recupero por lo que tiene de oracular:

"En De amicitia, de Cicerón, existe una defensa del amor por encima de los intereses particulares. El latín lo proclama con más armonía: "Amor enim, ex quo amicitia nominata, princeps est ad benevolentiam coniungendam". En ese mundo romano, el concepto de fides era uno de los principios fundamentales para poder desarrollar la confianza en el otro, es decir, la fides para alcanzar la honestidad, la honradez, el compromiso, la recta moral, todos los elementos que conformaban, para Cicerón, la consciencia misma del individuo. 
Toda vez que el individuo desarrollaba esa virtud individual se podía entregar al otro en la confianza sin ambages. Junto a la fides estaba la constantia, la incesante búsqueda de la virtud, la firmeza en el juicio sobre lo que supone el amor en acción hacia el otro, sobre eso mismo que tanto escasea en estos siglos de avances tecnológicos y retrocesos sentimentales".  


Tristeza me da esta circunstancia. Una pena negra que me recorre pero que acepto, además, en clave, pues en clave y no de frente se realizan estas argucias. Debería hacerlo, el que lo inicia, cara a cara, transladando al otro lo que siente: sus opiniones, su percepción del asunto, todo lo que la humildad, -que tanto escasea y tan necesaria se hace-, produce en el individuo.

Los días corren parejos mientras los egos se mantengan parejos. Cuando uno alcanza, aun sin quererlo y aun sin tenerlo en consideración alguna, lo que el otro desea para sí, comienza el horror de la vanidad. En ese caso, la amistad se detona. Los idus de marzo se expanden por el almanaque como una pandemia y algunos creen ver conspiraciones por todos los rincones; caen en una obsesión personal. No se soporta que el otro realice esta o tal acción, no se soporta porque nunca se piensa en la humildad, en la mejora personal, en la falta de talento o, quizás, en los fallos de nuestras acciones humanas. 
Nos pensamos perfectos, ínclitos humanos que nada deben a nadie. Pensamos que el mundo debe rendirnos pleitesías por tenernos entre sus seres y no al contrario. Como me dijo Carlos Fuentes en Santander, la altura de un hombre se mide de los pies a la cabeza, pero la grandeza, de la cabeza al cielo. Falta grandeza entre los hombres, demasiados se miran de los zapatos a la punta de su pelo.