jueves, 30 de agosto de 2007

UMBRALES

Esta semana me van a permitir que les escriba sobre lo divino y lo humano; y de cómo los hombres somos acaso, en el fondo de esa sustancia indefinida, algo más que un puñado de elementos. Esta semana me van a permitir hablarles de la muerte y de la vida, de lo eterno y de lo efímero, porque ambas posturas frente al tiempo son indisolubles para nosotros. Así que con estos antecedentes, paso a relatarles las reflexiones que se aproximan reptando hasta mi teclado.
La catarsis que ha detonado la muerte del futbolista del Sevilla, Puerta, ha dejado entrever una serie de comportamientos que los observadores venían prediciendo. El fútbol se ha convertido en el modelo supremo de comportamiento y de aspiraciones en la vida de los jóvenes y de los padres de esos zagales. Escribo fútbol y con ello todas las peculiaridades que se producen en la vida de los futbolistas: dinero, presencia en los medios de comunicación, mujeres, juventud, “vida resuelta”, etc. Los medios de comunicación, precisamente, no han hecho más que confirmar que en verano no son capaces de montar un programa digno del país ibérico y que acuden como carroñeros a la noticia deshuesada. De esta forma, me sumo a las condolencias por la muerte de un joven sevillano que esperaba un niño y no por el futbolista como tal, es decir, me imagino a Puerta como un compañero de conversación, de trabajo o de ciudadanía; pero no considero su muerte con el rango épico que han querido proferirle.
Por otra parte, esta semana también ha muerto un gran escritor, Francisco Umbral. Los que hacemos el intento de escribir en los periódicos no tenemos más que entristecernos, ya que se nos ha ido uno de esos modelos a los que no conviene imitar, pero sí leer hasta la extenuación. Pocos maceran sus columnas de opinión como lo hacía Umbral, con un verbo surgido de una melena de sugerencias y de una bufanda de insinuaciones. Se conjuraban en su verbo (y se sigue dando, su lectura es igualmente fresca) las coordenadas de una escritura propia, de una respiración artificial pero verosímil, de una manera de aprehender la opinión, tan propia como su personalidad. Me gustaba su pose de escritor proscrito por las banalidades del vulgo, por las costumbres de la masa. La televisión no llegó a comprender nunca, ni lo hará nunca, que su libro era él mismo, que le importaba dos leches fritas las cámaras y que la postura más honesta de todas era marcharse de allí, donde nunca tuvo que ir. Se murió un mortal como una rosa apagada de primaveras, aunque el mundo ruge aún por el ídolo joven y se olvide de este trashumante de las letras. Un escritor y un futbolista, dos personas que han cruzado los umbrales de lo finito.
INFORMACIÓN SANLÚCAR, I/IX/2007

miércoles, 29 de agosto de 2007

SE TEME SEPTIEMBRE

A lo largo del mes de septiembre no solo se culminará la obra en marcha de Javier Marías -publicación de la que dimos cuenta hace unas semans en esta bitácora-, sino que otro de los grandes literatos de nuestras letras, Enrique Vila-Matas, publicará igualmente un libro de relatos intitulado Exploradores del abismo, en la editorial de siempre, Anagrama. No puedo esconder el gozo que me provocan estas noticias librescas.

UMBRAL Y ROSAS

Esta bitácora no puede dejar al viento la muerte de un escritor de este calibre. Saben los que escriben que el encuentro con una voz, con una respiración en la escritura, es una hazaña de largo aliento. En ocasiones, los escritores no llegan nunca ha evidenciar en su escritura una evocación, al menos, de su propio fluir en el silabeo. El caso de Umbral es al contrario, pertenece a esa estirpe de arabescos del lenguaje, hacedores de una prosa mortal y rosa. Es precisamente Mortal y Rosa una de las obras de obligada lectura para los que quieran sumarse a los vuelos de su bufanda enroscada en la pasta de sus gafas.
Por otra parte están las columnas en el periódico. No es una aportación menor esta de la escritura en los periódicos, y más cuando el mismo Umbral se saltaba los límites del periodismo para crear novelas, libros de memorias y artilugios de su cosecha. Es difícil y obsceno que una columna diaria raye el alto nivel que conseguía Umbral desde hace años, no solo ahora en El Mundo. Sin embargo, Umbral quedará como una de las plumas renovadoras y exquisitas de las letras hispánicas por la creación de sus novelas. Su grandeza se justifica porque diariamente no defraudaba ni entregaba gato por liebre en sus columnas. Así creo que las columnas lo que justificó fue su entrega como escritor a su oficio, que no es poco en estos tiempos de sabanas blancas, códigos secretos, pinchitos morunos, galas de ñoñerías o monteras de luises. Los premios se lo dieron sus novelas.

lunes, 27 de agosto de 2007

ESSAOUIRA

Debo la recomendación de ciertos espacios geográficos, así como la de libros, a aquellos que me vieron en ellos aun sin estar. Quiero decir que me imaginaron en esa ciudad sin estar presente a sabiendas de que terminaría gustándome. Un caso paradigmático y con el que todavía no he podido desarrollar una relación de amante repentino y esporádico está en Marruecos. Mi actitud ante Marruecos se crió bajo la alargada sombra de Goytisolo – y otros tantos- y por eso es demasiado literaria. Sin embargo, por motivos desconocidos he terminado por mantener una comunicación especial con esa tierra, alambicada ahora entre resortes familiares que me precipitan hacia Marruecos, circunstancia con la que no puedo estar más en concierto. ¡Nada más lejos para argumentar y justificar mi pardrinazgo de un ciudadanito a medias entre el suelo peninsular y marroquí! (mas sin serlo en la oficialidad de los papeluchos protocolarios). No son estas líneas más que una paráfrasis para dejar por extenso la coordenadas históricas de una tierra que espero visitar pronto.
Essaouira fue la bereber Amogdul (“la bien guardada”), más tarde, en portugués Mogdura, en español Mogadur y en francés Mogador. Hoy en día mantiene su denominación árabe que significa “lugar fortificado” y se le debe, como veremos, al sultán alaui Sidi Mohammed Ben Abadía. Essaouira se encontraba bajo el dominio de los fenicios y los cartagineses desde el siglo V a.C., y luego de los romanos, hasta el año 25 a.C. La parte marroquí del Imperio Romano fue conocido como la provincia Mauritania Tingitana con capital en Volubilis. Durante toda la época del Imperio Romano, la zona de Essaouira era especialmente famosa por su producción de púrpura.Poco antes de la caída del Imperio, los vándalos ocuparon la provincia en el año 429. El general bizantino Belisario derrotó a los vándalos en el año 533 y el Imperio bizantino pasó a dominar gran parte del país.Desde el siglo VII hasta el siglo X, la tierra essaouirense, habitada por los bereberes, estuvo luchando por independizarse del dominio de la dinastía árabe Omeya, que reinaba también en la parte ibérica del reino. Sin embargo, durante el siglo XI Marruecos fue incorporado al imperio almorávide por Yusuf ben Tasfin, fundador de la ciudad de Marrakech. Los portugueses, viajantes y “vanguardistas” en descubrimientos de las tierras lejanas, invadieron la costa marroquí en el siglo XV, extendiendo así la Reconquista al país africano. Essaouira fue conquistada entonces junto com Sebta (Ceuta), Agadir (Santa Cruz de Cap de Gué), Melilla, Asilah, Larache, Casablanca y El-Jadida. Fueron los portugueses quienes alzaron las primeras fortificaciones de la ciudad, como la famosa Scala. En el años 1578 el ejército portugués (y español) sufrió una derrota (La Batalla de Tres Reyes), en la que murió el mítico rey Sebastián I. El país nuevamente se encontró bajo el poder árabe, concretamente, bajo la dinastía alauí.El sultán alauí Sidi Mohammed Ben Abdallah, reformó completamente la ciudad de Essaouira en 1764. El nombre de este soberano identifica hoy al Museo de Artes Marroquíes, con interesantes colecciones de armas, alfombras y marqueterías. En el siglo XVIII, gracias al comercio con Europa, Essaouira vivió su época dorada. El sabio sultán la convirtió en el puerto más importante de todo el reino. Era la puerta marítima de Tumbuctú. A la prudencia del sultán se debe la instalación de los consulados extranjeros (como el de Brasil, Portugal o Dinamarca). La era estuvo marcada por una armoniosa convivencia de distintas etnias que habitaban la región (beréberes, judíos, árabes, portugueses, saharianos etc…). Mogador entonces hacía las veces de puente entre África y el resto del mundo. El declive posterior de la importancia de esta ciudad atlántica propició, en parte, el desarrollo marítimo y industrial del puerto de Casablanca. Cabe mencionar que la medina se encuentra en un constante deterioro por causas naturales y antropogénicas. La intrusión salina, el hundimiento del terreno, la erosión costera y la sobre-explotación de los recursos acuáticos contribuyen a la degradación del contexto urbano. Sin embargo, en nuestros días, Essaouira, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, se ha convertido en una etapa indispensable en el viaje a Marruecos. Hasta el momento, el país goza de tener siete de sus numerosas joyas declaradas como piezas del Patrimonio de la Humanidad. A parte de Essaouira, este privilegio se aplica también a lo siguiente: la Medina de Fez (admitida en 1981), la Medina de Marrakech (1985), el Ksar de Ait-Ben-Haddou (1987), la ciudad de Méknes (1996), el yacimiento arqueológico de Volubilis (1997) y la Medina de Tetuán (1997).

martes, 21 de agosto de 2007

ORIENTALISMOS

Las palabras que principian el libro Orientalismos de Edward W. Said, dejan en evidencia una serie de constantes que se han ido arraigando en la mentalidad del mundo occidental y que, analizadas en sí, no forman más que el imaginario inasible de una realidad que no existe o que no es tal cual se perfila. En otras palabras, dice Said que la realidad que creemos en el Oriente (confundida una y otra vez con el mundo musulmán) no es más que la idea que de esa realidad se ha creado Occidente. Algo parecido se plantea en el libro de Juan Goytisolo, De la Ceca a la Meca, en él se puede leer al inicio: “En el auténtico desierto cultural de la supuesta cultura de masas, los estereotipos y clichés se aclimatan con facilidad”. He tirado de la biblioteca para acercarme de nuevo a un libro que me costó cierto trabajo encontrar, pero que releo de buena gana. Se recoge en él buena parte de los escritos que se destinaron a la creación de una serie en TVE, Alqibla, que profundizó en el mundo árabe guiado por el conocimiento de Goytisolo. Su lectura es, cuando menos, reveladora y necesaria para aquellos que quieran exorcizar esas ideas preconcebidas bajo prejuicios que tiemblan y se desvanecen ante las argumentaciones del escritor. Sin embargo, recordé la publicación de otro libro anterior de Goytisolo, Crónicas Sarracianas (1981) – que rescaté, igualmente, de mi biblioteca-, en donde las ideas y las referencias que me valieron en su momento, me parecen más claras y precisas para, simplemente, esbozar aquí lo que pretendo con estas notas.
El objetivo que me mueve es poner en tela de juicio la Historia oficial que se ha escrito y defendido en nuestro país, a pesar de los avances de otras voces disidentes y disconformes con el discurso que se ha mantenido como inamovible. No hay un intelectual después de Américo Castro, Juan Vernet, García Gómez, etcétera, como Juan Goytisolo que haya profundizado en esas tierras cercadas de verdades que expulsan el tufo de la ideología católica imperante. Obras como Makbara, Don Julián o Los reinos de taifas así lo atestiguan.
El artículo que trata de frente el tema del arabismo en Crónicas Sarracianas es “Miradas al arabismo español”. En él leemos lo siguiente: “La antipatía y prejuicios de la mayoría de nuestros escritores respecto a los moros y el islam no es algo que pueda sorprendernos. Que al comentar la expulsión de los moriscos Menéndez Pelayo escriba:” No vacilo en declarar que la tengo por cumplimiento forzoso de una ley histórica, y sólo es de lamentar lo que tardó en hacerse[…] Locura es pensar que batallas por la existencia, luchas encarnizadas y seculares de razas, terminen de otro modo que con expulsiones y exterminios. La raza inferior sucumbe siempre y acaba por triunfar el principio de nacionalidad más fuerte y vigoroso”.
Esta perla que aún se puede leer en ciertos manuales y escuchar en boca de ciertos periodistas es desconcertante. Evidentemente, Goytisolo remata el párrafo con la apertura de miras con la que nos tiene acostumbrado: “el prejuicio antiislámico, señalado incluso por Menéndez Pidal, no es por otra parte privativo de España y abarca, en mayor o menor grado, la totalidad del mundo europeo". Desde esta óptica y con estos precedentes de intolerancia no me extraña que en ciertos medios de comunicación, asotanados y amilanados por el credo impuesto, llamen al escritor en tono despectivo y grosero "Goytimoro".

lunes, 20 de agosto de 2007

TODO ESTÁ EN TODAS LAS COSAS

Tras culminar El arte de la fuga de Sergio Pitol comienza uno a posicionarse de forma distinta en la vida. No es la primera vez que un libro detona en mis entendederas esta vibración extraña y de desasosiego; quizás me esté refiriendo concretamente a la forma en la que está escrito el libro, a las palabras elegidas, los giros seleccionados, la organización de los elementos. Un escritor debe someterse a la fuerza centrífuga de la lengua, pero desde la órbita selectiva de su intuición. De esta forma, al libro de Pitol le dieron un premio internacional en Méjico por el mejor libro de no ficción en el año de 1996, cosa con la que estoy en desacuerdo porque la propuesta del libro es, precisamente, desmontar los géneros, mezclarlos, hacinarlos hasta convertirlos en otro que debe ser, igualmente, sometido a la percuciente ansiedad de originalidad en la tradición.
De entre sus páginas extraigo cualesquiera de las docenas de subrayados y comentarios que he desperdigado por sus páginas. Huelga decir que su lectura es ,cuando menos, exultante.
“Uno, me aventuro, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno está conformado por tiempos, aficiones y credos diferentes. Uno es una suma mermada por infinitas restas”.
Una de las secuencias -capítulo, parte, área, distrito, ¡qué belleza!- de más calado en la obra es la que se dedica a la lectura de Thomas Mann. El narrador se presenta como un poseso de la literatura del hombre de la montaña, como me gusta citarlo, y un devocionario de elementos narrativos que ha aprendido en las aguas de su lectura. Ciertamente, en las líneas de emboscada narrativa (ya no sé como nominar las partes del libro) encontramos lo siguiente, una apología de la narración para escaladores de literatura:
"El narrador que por lo regular aparece en mis novelas ensaya varios puntos de partida en la persecución de una verdad, de una revelación, y en ese empeño perderá mil veces el camino, tropezará a cada instante, mantendrá el paso a duras penas entre alucinado y sonámbulo, para al final declararse derrotado. Llegará a saber que no existe absolutos, que no hay verdad que no sea conjetural, relativa y, en ello, vulnerable. Pero buscarla, por efímera, parcial e inconstante que sea, será siempre su objetivo. El narrador será Sísifo y será Ícaro a un tiempo. Su única certeza es que en la ruta habrá tocado unos cuantos jirones de un tejido maravilloso y deplorable, oscurecido a veces por manchas ominosas o por repentinas e instantáneas iridiscencias cuya contemplación le da sentido a sus esfuerzos".

domingo, 19 de agosto de 2007

EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS

No en pocas ocasiones el inicio de una novela, un cuento o un artilugio lingüístico nos ha dejado perplejos. Los casos son innumerables y haciendo uso de la memoria se me ocurren rápidamente los siguientes títulos: el Quijote, El señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, La metamorfosis de Kafka, La educación sentimenal de Flaubert, La Tempestad de Juan Manuel de Prada, el Lazarillo de Tormes, La Biblia, Crónica de una muerte anunciada, Cien años de soledad del Gabo, etcétera. A esta lista abocetada de grandes inicios de novelas sumo a continuación el siguiente ya que no ha dejado de ensimismarme desde que lo leí:
"Sobre el atlántico avanzaba un mínimo barométrico en dirección este, frente a un máximo estacionado sobre Rusia; de momento no mostraba tendencia a equivarlo desplazándose hacia el norte. Las isotermas y las isóteras cumplían su deber. La temperatura del aire estaba en relación con la temperatura media anual, tanto con la del mes más caluroso como con la del mes más frío y con la oscilación mensual aperiódica. La salida y puesta del sol y la luna, las fases de la luna, de Venus, del anillo de Saturno y muchos otros fenómenos importantes se sucedían conforme a los pronósticos de los anuarios astronómicos. El vapor de agua alcanzaba su mayor tensión y la humedad atmosférica era escasa. En pocas palabras, que describen fielmente la realidad, aunque estén algo pasadas de moda: era un hermoso día de agosto de 1913".
ROBERT MUSIL, EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS, Seix-Barral

sábado, 18 de agosto de 2007

FERIA BASURA

Tenía preparado para esta semana un artículo que comenzaba en Siena y terminaba en Xalapa -o en Veracruz-, tierra del escritor mejicano Sergio Pitol. Sin embargo, corría el peligro de extraviarme de nuevo de lo que en Sanlúcar llamamos “temas locales”, ese acueducto de denuncias en que se mezclan churros, merinas, chivos y cabras.
Después de este regateo al primer párrafo, comienzo a darle pábulo al asunto. Un compañero de vida (llamo de vida a quienes han hurgado hasta las entrañas de mi rutina) decidió una tarde pasear junto al amor en la otra banda. Como tiene por costumbre, se dirigió a Bajo de Guía para embarcarse hasta el Coto. Toda vez que llegaron a la orilla de la playa que se supone en el desembarco, entraron en ese estado de desencanto y convulsión que provoca el aterrizaje en la desidia de los hombres. El panorama es el siguiente: cajas de corcho por doquier, suciedad en el agua, anzuelos, maderas, hierros, restos de gasolina y decenas de botellines de cervezas y güisqui alrededor de lo que parece una botellona. Rápidamente me envían las fotos (que se pueden ver en la bitácora) con la intención de que escriba sobre el tema porque él ha ido en otras ocasiones y el terreno no era el mismo, la dejadez no lo inundaba todo. Escribo esto no para aplacar con la crítica a unas siglas políticas, sino a los ciudadanos que han dejado las playas colmadas de basura.
Pasó el fin de semana y cuando me dispuse a comprar el periódico y a encargar a mi librero algún libro lo primero que hace es darme la mano en señal de bienestar. “Tienes razón en cuanto a la chabola del libro”, todos los años la misma historia. Caigo en la cuenta de que se refiere al artículo de la semana pasada en que pasé de soslayo por el tema de la feria del libro. El librero me traslada sus inquietudes avivado por mis disquisiciones, “¿por qué no se hace una feria del libro con todos sus aliños, es decir, conferencias, recitales, actuaciones musicales? ¿Por qué no se cuenta con los libreros de la localidad? ¿Por qué dura tantos días una feria cuando, normalmente, suelen durar una semana o diez días a lo sumo? ¿Qué impuestos paga? ¿Qué tipo de libros se venden ahí?”. El movimiento de mi cabeza no necesitaba palabras para dejar clara la evidencia de sus preguntas, pero como el tema me toca de cerca, le contesté que la feria del libro no le importa a nadie, que la chabola del libro terminará en cabaña y que ya verá como la virgen, sus santos alfombrados y sus benditos de boquilla gozan de la protección divina del dinero.
(INFORMACIÓN SANLÚCAR -18/08/2007- Sanlúcar de Barrameda)

jueves, 16 de agosto de 2007

DOÑANA Y EL HOMBRE

Tenía preparado para esta semana un artículo que comenzaba en Siena y terminaba en Xalapa -o en Veracruz-, tierra del escritor mejicano Sergio Pitol. Sin embargo, corría el peligro de extraviarme de nuevo de lo que en Sanlúcar llamamos “temas locales”, ese acueducto de denuncias en que se mezclan churros, merinas, chivos y cabras.
Después de este regateo al primer párrafo, comienzo a darle pábulo al asunto. Un compañero de vida (llamo de vida a quienes han hurgado hasta las entrañas de mi rutina) decidió una tarde pasear junto al amor en la otra banda. Como tiene por costumbre, se dirigió a Bajo de Guía para embarcarse hasta el Coto. Toda vez que llegaron a la orilla de la playa que se supone en el desembarco, entraron en ese estado de desencanto y convulsión que provoca el aterrizaje en la desidia de los hombres. El panorama es el siguiente: cajas de corcho por doquier, suciedad en el agua, anzuelos, maderas, hierros, restos de gasolina y decenas de botellines de cervezas y güisqui alrededor de lo que parece una botellona. Rápidamente me envían las fotos (que se pueden ver en la bitácora) con la intención de que escriba sobre el tema porque él ha ido en otras ocasiones y el terreno no era el mismo, la dejadez no lo inundaba todo. Escribo esto no para aplacar con la crítica a unas siglas políticas, sino a los ciudadanos que han dejado las playas colmadas de basura.
Gracias a Manu y a Celia tenemos la oportunidad de ver en qué estado se encuentra el lugar limítrofe entre la infancia, los recuerdos, lo insospechado y lo natural.
(Extracto del artículo para Información Sanlúcar)

miércoles, 15 de agosto de 2007

BOVE Y SUS AMIGOS

El caso de este escritor, Emmanuel Bove, se puede sumar a la estirpe de autores desconocidos y desvalorados en vida, pero reconsiderados con el paso del tiempo. Orillé a sus páginas tras la lectura de Vila-Matas; no en vano, la portada de El Doctor Pasavento es la foto que ahora extrapolo para que mis visitantes gocen de su enigmática pose en los Jardines de Luxemburgo, como no, en París.
He desarrollado el hábito de escribir todos los títulos que los autores desperdigan por sus libros. De esta forma, recurro a ese corpus para obtener todo un telar de tableros posibles de lectura. El caso de Bove se repite en varios libros de Vila-Matas y por eso acudí a la librería en busca de ese autor perdido y, eso sí, desconocido por completo para mí. Algo parecido me ocurrió no hace mucho con Robert Walser. Compré su libro, Jakob von Günten, en una edición de Siruela muy cuidada. La sorpresa fue supina. En este sentido, quizá he optado por la guía de la crítica que propone George Steiner en Presencias Reales: " Las mejores lecturas de arte son arte".
Podemos encontrar la obra de Bove, Mis amigos, en la exquisita edición de Pre-textos bajo la traducción -muy cuidada en todos los niveles- de Manuel Arranz. La obra es sorprendente por el uso singular de la sintaxis y de la descripción. Utiliza Bove la sutileza y la insinuación dosificándolas de tal forma que en cada página y en cada capítulo se destilan los rasgos de los personajes aun sin hablar nada o muy poco; lo mismo ocurre con el escenario, las acciones, etc. Realmente, me ha recordado a los cuentos de Hemingway – que leo en estos días, ¡qué regocijo!- por lo aséptico en el verbo. Es un aprendizaje hacia la literatura sin ambages y despojada de retoricismo, un viraje hasta la mínima proporción de enlace entre lo que se dice y se propone escribir.
El libro está divido en cinco partes que coinciden con el encuentro de cinco supuestos amigos que, el protagonista, Bâton, va tanteando a lo largo de su etapa en París. Todos desembocan en desencanto, en distanciamiento hacia el otro y ,en definitiva, hacia la soledad del protagonista. Lucie Dunois, Henri Billard, Neveu, el marinero, el señor Lacaze y Blanche, son los “amigos” con los que Bâton prospera no hacia la comunicación de sus sentimientos sino hacia la evidencia de saberse pobre, solo y demasiado contaminado de sí mismo. Bâton mantiene relaciones sexuales avocadas al desastre, encuentra trabajo gracias a la chaqueta de un amigo, asiste a las tertulias de los cafés parisinos. Un conglomerado de acciones cotidianas cargadas de trascendencia.
“ La gente no cree en la casualidad, sobre todo cuando ésta es la única excusa”.

martes, 7 de agosto de 2007

ALGA Y PIEDRA EN ITALIA (II)


Así rememora uno Venecia, con la paciencia contenida en un solo dedo. Y sale desvaído, trastocado por la incógnita de una vuelta al azar que se me antoja goloso de sinrazones. Venecia tampoco se acaba nunca, como nunca se acaba la mar para los hombres: “en sueños, la marejada/ me tira del corazón/ se lo quisiera llevar…”. Los versos de Alberti se hacen presentes para los que no han mantenido esa lucha diaria con la fuerza uterina del mar y se ven cortejados por la profundidad y el movimiento marítimos. Porque la mar es movimiento al igual que la vida, ida y venida, fondo desconocido. El mismo J. R. Jiménez lo dijo bien: “Parece mar que luchas/- ¡oh, desorden sin fin, hierro incesante!-/ por encontrarte o porque yo te encuentre […] La tierra lleva por la tierra; / mas, tú, mar,/ llevas por el cielo”. Recuerdo con agudeza haber recitado el poema completo de Alberti frente a las aguas del Guadalquivir aún cuando mi conciencia estaba hipnotizada por la infancia; a pesar de ello, recuperé al viento esos versos cristalinos como si fueran un rosario, cuando volvíamos de Burano y nuestro vaporetto se acercaba al norte de Venecia.
Evidentemente, en los viajes está luego – o quizás primero y yo nunca lo supe- los trajines propios de la comida, del compañero, la sed, el sueño, la transparencia de la debilidad de los cuerpos. Sin embargo, nada más grato que la presencia de los expedicionarios acompañantes, ellos han formado igualmente esa imagen que de Italia poseo hasta el momento. Como en todo movimiento tribal, las conversaciones que alentaron los encuentros fueron de lo más gratificantes. En ocasiones, apoteósicas. Se me viene a la cabeza la tarde en que estuvimos arreglando la política local mientras mojábamos los pies sigilosamente en las aguas del gran canal. Las heridas supuraban con las propiedades del agua tanto como nosotros arreglábamos el espíritu bajo el hechizo balsámico de San Marco enfrente y la fuerza telúrica de la noche abrigándonos casi.
La música, ese orden etéreo imposible para el hombre, amenizó gran parte de las rutas que trazamos al hilo de la espontaneidad. Al igual que la cita nocturna entre amigos, emboscados en el limoncelo; la escusa era la idónea para azuzar los ánimos moribundos por el cansancio. El rincón que nos encontró (porque nadie avisó de ello, ni lo buscó con premeditación a lo sumo) ofreció la coyuntura más adecuada para que se desplegaran el humor, las risas y los recuerdos de otro tiempo y otro espacio esparcidos ahora, allí, por los contornos acuáticos de la amistad. Allá orillamos con los pies al aire y el espíritu subido hacia no sabemos dónde.
Tiene el mar ofrendas de otro tiempo, de una sustancia desconocida para el hombre pero endiabladamente ceremoniosa. Tiene la vida sus resquicios y sus fondos y sus negruras a pesar de sabernos finitos; así rememora uno Venecia, con la paciencia contenida en un solo dedo, con el abismo insoslayable de volver algún día.

ELEGÍAS DEL DUINO

En mi temporada en Italia, concretamente durante los días de estancia en Venecia, tuve la tentación de desplazarme en tren hasta el Castillo del Duino para comprobar cómo es el sitio en que Rilke compuso la mayoría de las Elegías. Estoy tan desconcertado tras la lectura de este libro que me permito declararme rilkeano, al menos, de vocación. En pocas situaciones como lector he presentido que me rodeaba el fulgor de un poeta, la presencia de una voz tremendamente limpia y única. No es de extrañar que Rilke, en una de las Cartas a un joven poeta, dijera lo siguiente: “Una obra de arte es buena cuando brota de la necesidad. En esa índole de su origen está su juicio: no hay otro. Por eso, mi distinguido amigo, no sabría darle más consejo que éste: entrar en sí mismo y examinar las profundidades de que brota su vida; en ese manantial encontrará usted la respuesta a la pregunta de si debe crear. Tómela como suene, sin interpretaciones. Quizá se haga evidente que usted está llamado a ser artista. Entonces, acepte sobre sí ese destino, y sopórtelo, con su carga y su grandeza, sin preguntar por la recompensa que pudiera venir de fuera. Pues el creador debe ser un mundo para sí mismo, y encontrarlo todo en sí y en la naturaleza a que se ha adherido”.
La edición que he manejado ha sido la realizada por Otto Dörr en la editorial Visor. Las traducciones de Rilke se cuentan numerosas y entre ellas están las de varios especialistas como José María Valverde o el propio Torrente Ballester. Sin embargo, tras examinar cada una de las ediciones ( saben de mi bibliofilia patológica) me decanté por la de marras, ya que añadía una serie de comentarios a manera de glosas que no tienen desperdicio, antes al contrario, algunas son de una finura exquisita y complementaria a la lectura directa de la edición bilingüe.
Las referencias a Heidegger, Eliade, la escultura griega, los mitos greco-latinos, Heráclito, la Biblia, Dante, Goethe y demás condimentos culturales están trabajados con tanta sutileza y de forma tan prodigiosa que la experiencia es abrumadora. A todo esto se suma la propuesta estética de un poeta moderno, que principia la escritura como una soga que busca su propio ritmo, alejado de las cuadraturas rítmicas de la tradición hispánica y ,en definitiva, proponiendo tras mucho trabajo y reflexión una poesía que supera el anterior libro, El libro de las horas, y buena parte de la poesía contemporánea de mediocridad rayana en el estiércol.
Se incluye en la edición ciertas poesías sueltas, no por ello eximidas de la calidad precedente; los Réquiem y los tres poemas fundamentales: Una canción de amor, A la música y La muerte, cierran este descenso al latir de un creador vivo en cuyas aguas habría que estar remojado siempre.

DE PURO CONTENTO

Culminé la lectura de El mal de Montano durante las horas de viaje en tren y avión que me ha dispensado el viaje a tierras venecianas y florentinas. A la altura sensitiva que se situó el mismo viaje se acoplaron los resortes de un libro que me ha maravillado y me ha enseñado a construir literatura de una forma diferente pero necesaria. Huelga decir que dentro de mis preferencias literarias últimas, Vila-Matas Pasavento posee un lugar de privilegio en ese parnaso que todos nos construimos a imitación del Dante.
Las páginas de este libro revocan a los rincones más insospechados de la lectura. Está construido bajo un telar de citas literarias y de soportes metaficcionales que se retroalimentan entre sí, esto es, es un libro escrito bajo el hechizo de la literatura, influido por la literatura, con intenciones puramente literarias y que, en última instancia, detonan en el lector el impulso incontrolable de seguir leyendo y escribiendo, según el caso.
A lo largo de sus páginas, se presenta toda una galería de libros de los que se espiga las letras que más han sorprendido al narrador. Esto no es nuevo en Vila-Matas, ya desde Bartleby lo utilizaba claramente. Sin embargo, a pesar de la originalidad del punto de partida con esos escritores del no, el escritor Montano ha sabido dar la vuelta de tuerca incluso a su propia propuesta literaria. Y eso solo lo pueden atornillar los grandes de la literatura.
En este sentido, algo similar le ocurre a Javier Marías. La escritura de Marías es de un poderío de fácil imantación. Así, los dos tomos de su novela en marcha hasta ahora publicados, sobrevuelan obras anteriores como Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí o Negra espalda del tiempo.
“ Me pregunto también por qué debo pedir disculpas por ser tan literario si a fin de cuenta la literatura es lo único que podría llegar a salvar el espíritu de una época tan deplorable como la nuestra[…] precisamente, porque la literatura nos permite comprender la vida, nos deja fuera de ella. Es duro, pero a veces es lo mejor que puede pasarnos. La lectura, la escritura buscan la vida, pero pueden perderla precisamente porque están enteramente concentradas en la vida y en su propia búsqueda”.

El mal de Montano, Enrique Vila-Matas

domingo, 5 de agosto de 2007

DIÓGENES BARRAMEDUS

A veces llega uno a la exasperación y lo convierte todo en mierda. No hay más remedio que decir las cosas a las claras cuando se repiten en este pueblo las mismas situaciones de asquerosidad ciudadana. Perdonen que comience hoy así, de esta forma quizás abrupta y desmedida para un sábado que reposa en el hedor de los contenedores, en la putrefacción del derrumbe masivo de nuestra sustancia más pretérita.
Y empiezo así, con la mierda y oliendo a mierda porque acabo de regresar de Italia y nada más echar un vistazo al pueblo, el olfato se me ha envirotado, las cejas se han arqueado de forma supina (y eso que mis cejas son poderosas, pobladísimas) y las manos se han dislocado en la escritura de esta metáfora del cagajón.
La política es ese habitáculo vacuo pero repleto truhanes, deshonestos y rapaces de las tretas más insospechadas – y así hay que decirlo abiertamente, sin remiendo-. La historia de Alí Baba y los cuarenta ladrones encierra una metáfora que le viene a nuestra ciudad como anillo al dedo. ¡Han dejado al Ayuntamiento más seco que una mojama! Y cuando digo Ayuntamiento me refiero a los ciudadanos, al dinero público que se ha desvirtuado en su uso por el anterior gobierno. ¿Dónde están los euros pactados para los presupuestos? ¿Por qué no aparecen? ¿Cómo se le puede deber dinero a todas las entidades y no comunicárselo a los verdaderos implicados, los ciudadanos?
El PP, en su legislatura anterior llegó al extremo de la sinrazón a un pueblo que ahora está malherido, sangrante e intentando salir de una sequía económica sin precedentes. No se pudo llevar peor gestión de una de las ciudades más singulares de la zona andaluza. Las consecuencias comienzan a sacar la cabeza y a enseñar los dientes. Así nos va, oliendo de nuevo a mierda en el verano, echando a los turistas a otros pueblos de la costa, dejando a los comercios sin sus plusvalías veraniegas, alojando en la mente de los visitantes la sensación de un pueblo acatetado, indigno de su historia, alejado de lo que fue no hace mucho, aladrillado hasta el cuello, y convertido en un crisol de despropósitos que termina, para colmo, en el eterno retorno de la basura en la calle y la mierda en la boca. ¡Pues una mierda!

sábado, 4 de agosto de 2007

ALGA Y PIEDRA EN ITALIA

Definitivamente, sufro el mal de Montano. No creo que deba esconderlo más, antes al contrario, admitirlo es una buena forma de ofrecerme mejor a los que me rodean y a los que les pueda provocar ciertas sinrazones mis comportamientos. De todas formas, el mal de Montano consiste básicamente en verlo todo a través de la literatura y, ya que no soy el único que lo ha sufrido y que lo sufre, he de aclararlo a estas alturas. De esta forma, se entiende mejor que no retoce de admiración cuando contemple la pétrea belleza de Florencia o el dédalo marino que es Venecia -porque Venecia no es una ciudad, es un dédalo infinito, una laguna de la quietud-. No quiere decir esa ausencia de expresiones que no redome en mis adentros cierto conato de embelesamiento incontrolable. Lo que ocurre es que el mal de Montano (recordemos que quien lo sufre es pura literatura y aspira a convertirse él mismo en literatura) me ha llevado inexorablemente al mal del cliché, esto es, a extraviarme de todo aquello a que las masas humanas están acostumbradas, tanto en el decir como en el hacer. Por este motivo digo que el mal de Montano (el del decir) me ha llevado al mal del cliché (el del hacer); defensores somos de la realidad bajo la lengua quienes los sufrimos. No se puede describir la música (¿cierto Iván?), pero además no debemos conformarnos con decir al menos algo: “bonito”, “espectacular”, etc. ¿Es bonita Venecia tanto como una camiseta? En esas andamos los montanos, en escoger el desflore léxico que se ajuste al menos a la sustancia, a sabiendas de su absoluta incertidumbre. Evidentemente, no todo el mundo está poseído por el mal de Montano y creerlo como una obligación es un ejercicio nulo para la libertad. Aunque sí debemos ser conscientes de que los que nos rodean azuzan su mirada de descreimiento ante tanto desplome admirativo.
Obviamente, estos males conllevan para los acompañantes la sensación de estar junto a alguien que no aprehende la euforia colectiva o que no participa de la edulcorada sensación de logro estético. Sin embargo, el desequilibrio es simplemente una cuestión de la mirada, como la belleza (algo parecido dejé escrito en un libro de visitas en Florencia, lo cual no sé si lo reafirmo: “la belleza es una cuestión de la mirada; aquí, en Florencia, la mirada es la ciudad misma”).
De esta forma, ensimismado por las llamas sobre el mar de Venecia principio este ejercicio de la memoria. Ardía el mar sobre el gran canal de Venecia y los versos del poeta Pere Gimferer, Arde el mar, encapucharon mis sentidos. No tenía más intuiciones que ofrecer por la noche que la visión de las aguas almidonadas en el serpenteo del mar. Así estuve al menos una hora, contemplando que mi realidad era un sucedáneo de unos versos que retomo de nuevo:

“Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.”
Arde el mar, Pere Gimferer

Allí estaba el mar, la mecánica más incontrovertible que jamás he visto y el amor. Los símbolos solo dejaban su rumor en cada acercamiento del mar al pequeño mirador desde donde minábamos los iris de belleza. Mal de montano, silencio, símbolos, digestión verbal. A pesar de mi origen marítimo y de mi contacto precoz con el mar, sabía que el mar tiene su mecánica como el amor sus símbolos, pero jamás los auné en una noche.
“¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?”
Arde el mar, Pere Gimferrer, “Oda a venecia ante el mar de los teatros”
Aún no me explico cómo pudo ser todo tan hermoso y tan triste al mismo tiempo. Esa fue la reflexión que cruzó mis entendederas en esa noche, todo tan hermoso (el mar, su mecánica; el amor, sus símbolos) y todo tan triste.
Días antes atravesamos de punta a punta el Cannaregio con la intención de buscar alternativas a la ruta masificada que se establece entre el Puente Rialto y la Plaza de San Marcos. El acierto fue absoluto. Aquí encaja el mal del cliché, del lugar común. Sin embargo, creo intuir que el resto de los expedicionarios que me acompañaban (o mejor dicho, a los que yo acompañaba) descubrió aún sin saberlo que el mal del cliché aparece inesperadamente y que se puede convertir en una epidemia minúscula. En esta ruta que establecimos la noche anterior dimos a parar en la Madonna dell´Orto, y de nuevo, como justifiqué en voz alta, por una cuestión literaria, se prendió el mal de montano. Uno de los puntos decisivos de la novela La Tempestad de Juan Manuel de Prada, es esta iglesia mencionada. Entramos con la esperanza de poder hablar con Alejandro Ballesteros y Chiara. Cosa difícil, por cierto. Mientras tanto, Thomas Mann, la muerte, la poesía, el abordaje a los sentidos nos advertían del finito gozo de Venecia, aunque para ser sinceros, tiene Venecia su mecánica como la vida su tiempo.
He tomado las vicisitudes de mi último viaje para explicar por extenso los males de que adolezco de un tiempo a esta parte. Stendhal y su síndrome surgieron para explicarle al mundo que uno puede morir debido a una sobredosis de belleza. En este sentido, Florencia es un ciudad de trago lento, por eso entiendo que Stendhal se extasiara de esa forma en su visita a la ciudad. Si bien Venecia es infinita como el rumor del mar y de trago largo, Florencia me pareció un rincón que debe asimilarse lentamente.
Sentados en la Piazza della Signora, frente al Palazzo Vecchio, en el mítico café Rivoire, comencé a escribir en mi moleskine algunas impresiones que me parecieron escurridizas para su recuerdo. Al final, no escribí nada, como suelo acostumbrar en los lugares en los que paso pocos días. Pero sí descubrí a lo largo de la mañana que el ritmo interno de aquella lítica ciudad es sereno. De tanta serenidad como el David de Miguel Ángel, ése es el cariz. El David provoca una catarsis de humanidad, una embriaguez de límites para el hombre. Luego descubrimos la paciencia flamenca en la Galleria dell´Accademia y en los Uffizi, los mojones arquitectónicos que los Médicis se procuraron, Pitti etc. toda una panoplia desmesurada de arquitectura, pero necesaria para el espíritu.
Vuelvo de Italia con la sensación de haber encontrado una verdad sin saber cuál es. En cierto modo, quizás esa verdad no exista y sólo sea la necesidad de volver a la ciudad que es un xilófono, un instrumento con todas las melodías posibles a la espera de tañerlas.

viernes, 3 de agosto de 2007

CIUDADANÍA, ¿EDUCACIÓN?

Después de revisar varios libros de textos de la asignatura Educación para la ciudadanía, he de declarar que en su conjunto no supone la conjura del mal como quieren perfilar los obispos. No de otra forma han actuado las sotanas a lo largo de su trayectoria controlando la educación: han adoctrinado de la forma más deshonrosa a los críos de la posguerra y aún a los ciudadanos que llegan a sus faldones. Nada más lejos del espíritu griego (y digo bien espíritu) de la educación como ese conglomerado de mecanismos que deducen tu verdad a sabiendas de que ésta no es más que una interpretación más o menos satisfactoria.
Sin embargo, como Montano o Pasavento, dudo de los virajes cuya apoyatura se justifica en la inversión, esto es, no me convencen que planteen una asignatura como el envés de otra. Y digo como envés porque si en el programa general que se ha publicado para la asignatura todo parece asentarse sobre los pilares de la integridad en la ciudadanía como una amalgama variopinta y heterogénea, los libros de textos y las editoriales camuflan luego esas veleidades en textos concretos y párrafos sentenciosos. Una cosa es el sistema y otra la aplicación real.
Traigo a colación un texto de la editorial Akal -editorial a la que idolatro como una de las más serias en el ámbito de la Lengua y la Literatura- que sirve de sinopsis para un cuaderno que será material de aula.

"A principios del siglo XXI, en la España 'democrática', un partido 'socialista' está a punto de aprobar una asignatura que en la precarizada educación pública pretende 'concienciar', 'animar' a los futuros ciudadanos a la 'participación democrática', en un contexto nacional e internacional cada vez más degradado por la voracidad capitalista. Este ensayo es un tremendo contraataque a tamaña farsa. Ofrece un profundo análisis, auque expresado con llaneza y claridad, en torno a conceptos sociales y éticos tan importantes como la Ciudadanía, la Democracia, la Libertad (pública e individual), el Derecho, la Ley... desde los orígenes del debate en la Grecia clásica, pasando por la Ilustración hasta el convulso siglo XX. El resultado de esta revisión es demoledor: la grandeza de los planteamientos teóricos en los momentos cumbres del discurrir filosófico y político de la Historia de Occidente -la Grecia clásica, la Revolución francesa, las democracias modernas- resulta inversamente proporcional a la miseria, la injusticia, la violencia, la mezquindad y el horror humanos que han caracterizado en el plano 'práctico', a ras de tierra, en todo tiempo y lugar a las sociedades humanas; con una virulencia sin límites en el Capitalismo brutal del último siglo y las cómplices democracias occidentales. La obra revela con datos precisos, directos y sin miramientos políticamente correctos, las principales estrategias de las mal llamadas democracias modernas para perpetuar el desequilibrio; cómo cada intento revolucionario de las sociedades para cambiar el sistema neoliberal capitalista e instaurar otros modelos más justos (comunismo y anarquismo) ha sido violentamente reducido por los mismos estados adalides de la Democracia internacional -se atiende a los casos de Cuba y el cono sur latinoamericano, la URSS, la España de principios de siglo, etc-. Asimismo se defienden con contundencia los actuales y 'vivos' intentos revolucionarios en América latina. Los autores realizan un esfuerzo poco usual por manejar materias en principio tan densas y 'adultas' del modo más accesible e incluso atractivo para cualquier adolescente medio. Las geniales y corrosivas ilustraciones de Miguel Brieva constituyen un pilar fundamental para la obra, que adquiere una riqueza y calado crítico indispensable para las nuevas generaciones de cualquier democracia actual"