Esta bitácora no puede dejar al viento la muerte de un escritor de este calibre. Saben los que escriben que el encuentro con una voz, con una respiración en la escritura, es una hazaña de largo aliento. En ocasiones, los escritores no llegan nunca ha evidenciar en su escritura una evocación, al menos, de su propio fluir en el silabeo. El caso de Umbral es al contrario, pertenece a esa estirpe de arabescos del lenguaje, hacedores de una prosa mortal y rosa. Es precisamente Mortal y Rosa una de las obras de obligada lectura para los que quieran sumarse a los vuelos de su bufanda enroscada en la pasta de sus gafas.
Por otra parte están las columnas en el periódico. No es una aportación menor esta de la escritura en los periódicos, y más cuando el mismo Umbral se saltaba los límites del periodismo para crear novelas, libros de memorias y artilugios de su cosecha. Es difícil y obsceno que una columna diaria raye el alto nivel que conseguía Umbral desde hace años, no solo ahora en El Mundo. Sin embargo, Umbral quedará como una de las plumas renovadoras y exquisitas de las letras hispánicas por la creación de sus novelas. Su grandeza se justifica porque diariamente no defraudaba ni entregaba gato por liebre en sus columnas. Así creo que las columnas lo que justificó fue su entrega como escritor a su oficio, que no es poco en estos tiempos de sabanas blancas, códigos secretos, pinchitos morunos, galas de ñoñerías o monteras de luises. Los premios se lo dieron sus novelas.
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