domingo, 20 de febrero de 2011

Leo una reseña sobre un libro de poesía de uno de los que el mercado tiene por mejor poeta desde hace años. Junto a las palabras del crítico, que me resultan una renuncia inconcebible a sus credenciales y una reseña que pudiera aplicarse a cualquier otro libro del momento, se ofrecen un par de poemas. Los poemas son tremendamente nefastos desde todos los puntos de vista con que pudiésemos leerlos. Después de este ejercicio, me confabulo para mí que la literatura debe irse al garete y que debemos empezar de nuevo, cada cual, desde sus principios. Lástima que el mercado y la política y los medios de comunicación no lo entiendan así y que ellos alcen y eleven a un mediocre a la categoría de vate de la poesía de estas décadas.

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Por el contario, comienzo a leer una novela prodigiosa de Melania G. Mazzucco, La larga espera del ángel, centrada en los últimos quince días de vida febril de Tintoretto. Con sólo leer las primeras líneas, ya sabe uno que se enfrenta a una ejecución sólida, meditada, ajustada a su propósito. Así mismo releo las páginas de Eugenio Trías sobre Stravinski y la coda filosófica que ofrece en el anterior volumen de sus ensayos titulado El canto de las sirenas. En este libro, podemos leer sentencias de este calibre: “La música no es únicamente un fenómeno estético. Es una forma de gnosis sensorial, una forma de conocimiento”. Palabras que, por otro lado, valen mil veces más que cualquier verso del inmundo poeta reseñado.
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...y siempre Platón, cada vez más, con voz de encina, con voz de estanque macerado en la garganta del mundo.

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