miércoles, 2 de febrero de 2011

Todo lo que podamos nombrar no existe. Sólo lo innombrable es lo esencial.


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La palabra actualiza burdamente a pesar de los poetas. Y sólo en la música es posible encontrar rescoldos místicos de la experiencia humana más profunda. Renuncio desde hoy a la excesiva vaguedad del verbo, ya sea principio o delectación. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna; sé de un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alba una aurora. Ser. Total existencia muda. Cambiante terquedad. Unísono movimiento del universo.

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El poema debe aspirar al silencio que antecede al silencio, eso es todo.

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El ritmo en la poesía es una forma de hacer presente el tiempo. Provoca una expectación incitante, que acumula únicamente la memoria de lo escuchado. Es un ir hacia algo, un desvanecerse de la realidad hacia no se sabe dónde. El poema grandioso es el que transforma su ritmo en el ritmo especular del ser del lector.

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Es posible que el ritmo sea anterior a la palabra. Acaso su sustento y su anclaje al mundo.

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