lunes, 3 de septiembre de 2012

DE la inmensidad vengo,
a la inmensidad voy,
he escuchado en las sombras,
es nadie lo que soy.

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EL lector y el escritor viven en los márgenes del texto, es esa la franja que oxigena sus acciones. En ese espacio en blanco se produce un diálogo silencioso, individual, plenamente solitario entre el lector y el escritor. Es, desde esa magnitud de la blancura espesa, desde donde el lector debe reverenciar la importancia de la palabra, pues la palabra solo nace de un pálpito ígneo que termina como carboncillo en un papel.