domingo, 25 de enero de 2015

ESTA TARDE he conocido como nunca la muerte, la muerte en la vida. Me ha dado la mano con una fuerza que atenazaba no solo mis dedos sino todo mi cuerpo y me ha mirado sin ver, me ha contemplado. Mi mano tiritaba, pero me impedía soltarla. Sudaban como el sueño de un centauro. Todavía, pasadas unas horas, percibo ese temblor primero en mi piel.