jueves, 22 de junio de 2017

Ser consciente es no estar en el tiempo. Pandémica y celeste.

LEER Y ESCRIBIR son los dos ejercicios que más me unen a la realidad, pues los dos suponen un trastoque del tiempo y del espacio en la mente. La realidad leída es tan verosímil como la realidad vivida, aun más, puede que a fuerza de imaginación, como decía, Montaigne, la experiencia lectora termine por ser más enriquecedora y nutricia que la vida de alcoba. ¿Dónde se va encontrar uno a un personaje como Gregor Samsa, dónde a un Leopold Bloom o dónde a un Pessoa vertido en sus diarios y heterónimos?

Decididamente, leer es vivir y eso no lleva a negar la realidad circundante sino, más bien, a relativizar la valía de esta en nuestra experiencia de vida. Los individuos que no leen terminan por clonarse en aquello que tanto me deslumbró de Herbert Marcuse, el hombre unidimensional. Leer es pluridimensional siempre y si la lectura es de suyo literaria y construida con los ambages de la humanidad, será siempre una huella indeleble en nuestra vida. 

La lectura transforma. Hay libros que nos hacen pasar de consciencia, algo así como pasar de una dimensión a otra de la realidad. Dante es uno de esos autores de la luz, por ejemplo. En este punto, si la lectura no transforma, sino que solo mueve el placer de pasar un rato frente a un objeto, el lector deja de ser todo lo lector pudiera. No consiste este argumento en desdecir el hecho de leer, antes al contrario, en defender el acontecimiento de leer con plena consciencia de que leer es una fascinación para el hombre. 

Pensemos que leer es un hecho artificial en nuestras vidas, no necesitamos leer para que nuestro organismo funcione, para que respiremos, comamos o amemos a otra persona. Leer es un acto individual pleno, pero que, sin embargo, nos incardina en la pluralidad de la vida humana y del cosmos. Nos entendemos en el silencio de la lectura más que en el bullicio de los monosabios. 

Decía Eliot, en Cuatro cuartetos: "Ser consciente es no estar en el tiempo"; y es eso mismo lo que provoca la lectura. También, de un tiempo a estar parte, escribir se ha convertido, para uno, en el envés de la lectura, en la desembocadura de toda la carga de lectura.

Solo en el tiempo de la lectura se conquista la lectura. Somos un misterio y una sombra indescifrables, una acaudalada existencia que conjetura lo que desea aun sin saberlo, una metafísica que no entiende su física, una impostura que anhela volver a la verdad prístina.