domingo, 2 de julio de 2017

El ritmo celeste de Hölderlin y san Juan de la Cruz. La búsqueda infinita del interior.

SOBRE la mesa, apilados, tres libros: Hölderlin, san Juan de la Cruz y la Biblia. Trato de entender el paisaje que siluetea tras la ventana que da al Neckar. La paz de aquel cuarto era una ligazón inexpugnable con Naturaleza; algo parecido a la prisión del carmelita, oscuridad, recogimiento pero preñada de luz.  
Cuenta Wilhelm Waiblinger que al poeta alemán, le encantaba trabajar los huertos de la finca, le fascinaba realizar las faenas de la finca. Como si Hölderlin hubiera de encontrar en aquellas acciones cotidianas la cordura más preclara e irresistible. El testimonio de Bettina Von Arnim ofrece un episodio característico para entender qué era la vida y la poesía para el poeta: "Todo no es más que firmo; el destino del hombre es un solo ritmo celeste, como toda obra de arte es un ritmo único".  

Existen dos poemas que desarrollan esta idea en forma poética, a saber: "Vida más elevada" y "Humanidad más elevada". Podemos leer versos como el siguiente:

Otorgado en su interior es otorgado a los hombres el sentido
[...]

Por esto mismo, esgrimimos que una cuestión es el saber y otra el entendimiento, que una puede adquiriste con el esfuerzo y la lectura y que otra deviene de sí hacia nosotros, que una cuestión es resultado de la voluntad propia y que el entendimiento es el preclaro destino que se manifiesta en el individuo. En san Juan de la Cruz lo leemos así:

[...]
"Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo".
[...]


Por último, en Proverbios (4: 18) podemos leer:

[...]
La senda de los justos es como la luz del alba
que va en aumento hasta llegar a pleno día
[...]
Porque son vida para los que las encuentran
y curación para toda carne.
[...]
Tantea bien el sendero de tus pies
y sean firmes todos tus caminos.

Hölderlin y el poeta carmelita son dos ejemplos de permanencia en el sendero, en el sendero propio de Rilke, en el trazado interior que nada turba porque está repleto de sentido único y razón, de luz y de firmezas. Como proverbios sigue uno leyendo y hallando el sentido en unos pocos libros, -doctos, como quería Quevedo-, en la búsqueda infinita del interior.