viernes, 8 de diciembre de 2017

Madrugada y fulgor con Marco Aurelio y la prosa de Javier Marías.

DE UN TIEMPO a esta parte, comenzar el día leyendo, -agarrando un libro y entregándose al texto que le da sustancia-, es un acto ya de total rebeldía en este mundo. Ese rito, esa acción insonora e individual, alejada de toda trivialidad y desazón, cuenta en la vida de un individuo como un ejercicio de consciencia y plenitud. Como dice Marco Aurelio en Meditaciones,  Libro VI: "Las mejor manera de defenderte es no asimilarte a ellos". 

Suena Scott Hamilton y sigo con Berta Isla de J. Marías, es decir, con la narrativa y la prosa condicional y subjuntiva de un autor excepcional. Todo relato interno, toda historia que lamina el libro me resulta insignificante en comparación con la factura singular de su prosa; porque en Marías, y así se hace llamar en el lomo de la novela, Marías, a secas, como el joven Marías que fue, sin el nombre, construye un discurso narrativo en que la evolución semántica del relato se entrelaza con el  discurrir sintáctico de una manera tan enjundiosa y particular que trastoca la forma misma de entender la vida cuando uno sale del texto. O puede que, como sucede con Bernhard o con Kafka o con Cervantes el texto seda más vida que libro para el lector. 

Y la lectura congracia al ser individual con la armonía de la especie que lo acoge. El natural discurrir de nuestro paso por estos días fugitivos adquieren la semblanza natural cuando actuamos según los instintos y los pálpitos que nos guían desde el interior. Con Marco Aurelio en Libro VI 11., ahora que empieza a despuntar el sol, añadimos a la lectura de Marías, la siguiente reflexión de M.Aurelio: 

"Siempre que te veas obligado por las circunstancias como a sentirte confuso, retorna a ti mismo rápidamente y no te desvíes fuera de tu ritmo más de lo necesario. Pues serás bastante más dueño de la armonía gracias a tu continuo retornar a la misma".