martes, 27 de febrero de 2018

El dragón rojo y la vértebra del tiempo en la sien.

No existirá nada de cada individuo como no ha existido mientras vive a no ser que ejecute arte y obre en esencia. El amor es acto de permanencia en la memoria de los individuos cercanos tanto como el arte, pero la palabra literaria encierra además el desiderio del corazón.

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El uso estilístico del elemento copulativo como estilema del autor: «Cuanto se nos dice puede ser y no ser», Berta Isla de J.Marías. También Vicente Aleixandre participa de lo mismo, entre otros.

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Creo que la mente posee mecanismos que determinan el alma. Y que esa condición es traslúcida y abierta cuando es límpida y verdadera.

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El anclaje, el centro, el dragón rojo: respiración y concordia, evanescencia de la tierra toda en el cuerpo. Levedad y consciencia. El eje vuelve a situarte en el espacio sin tiempo del que no debes distanciarte por el devenir de lo inmediato.

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En tus palabras como en tus acciones porque la palabra es acción del espíritu.

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Un profesor que no lee es un corazón que no siente.

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Con el libro de J.Marías sobre la mesa me asomo para observar la lluvia tras los cristales. Para ello he agarrado «Enrique V» de Shakespeare. Antes de caer en el sueño sin fin de la noche leeré de nuevo a T.S.Eliot. También la levedad del ser posee subjuntivos y trazos de luz.

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En la bifurcación de los jardines, cuando todo se somete al juicio del tiempo, prefiero siempre el silencio solemne de los himnos de la humildad a la sordina imposible de los rumores de lo siniestro. El uno plural al yo de ceniza y miseria. Ética estética.

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La lectura, como forja para el individuo, otorga lecciones de claridad y benevolencia: el tránsito de la memoria en las palabras y su narración.

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En Literatura existe una cosa más perversa que no leer: la envidia y el afán de publicación. La venta del recoleto jardín de la belleza al siniestro existir.