jueves, 1 de agosto de 2019

Cuando Proust fue Montaigne y lo escribió Cervantes.

EN EL ARRANQUE de En busca del tiempo perdido de Proust se produce un hecho fabulosos que pasa desapercibido por la prodigiosa magdalena. El acto consiste en la relación entre sueño y lectura, entre el deseo de continuar leyendo un libro y el cansancio físico que nos conduce al sueño profundo. Proust lo convierte en un acontecimiento cervantino de realidad y ficción:
"Durante mucho tiempo me acosté temprano. [...] no había cesado de reflexionar sobre lo que acababa de leer, pero esas reflexiones habían cobrado un cariz algo particular, me parecía que era yo mismo aquello de lo que hablaba la obra".

Un Montaigne aparecido en plena prosa de Proust escrito por Cervantes y corregido por Kafka.

***
En un poema de amor de Quevedo, que sigue restituyéndome en la poesía, puede uno leer toda la teoría simbolista de la poesía posterior, incluido a Bécquer en nuestras letras:

[...]
"Voz tiene en el silencio el sentimiento"
[...]

[Poema: ´Peligros de hablar y de callar y lenguaje en le silencio´].

Y trato de leer los poemarios actuales, las novelas de este día, pero a poco que las abro en la librería para leer el primer párrafo de cualesquiera de ella o cualquier poema de un libro, caigo en la abstención más absoluta, en el desencuentro, en el hastío. Y esto puede ser ya un reflejo de la sociedad en la literatura más profunda que nunca, pero sobre todo es la especulación hecha ya actuación de la estulticia y de la falta de lectura.