lunes, 20 de agosto de 2012

LO declara tan claramente Rilke en la "Elegía séptima":

"una voz emancipada sea la naturaleza de tu grito;" 

Está, con ello, definiendo la voz del poeta: una voz libre, individual, edificada en el silencio del individuo en una forma permanente:

"tan pura como el pájaro"

Una voz, la del poeta que se transfigure en el ser que lo sobrevive y lo sustancia:

"las arterias colmadas de ser"

Es un acto de la individualidad creadora, el resultado de libar en el silencio con una danza de verbos y de astros:

"En ningún sitio, amada, habrá mundo si no es dentro".

En esa bóveda interna la poesía ordena y concierta un mundo imperturbable, como afirma Rilke:

"Nuestra vida transcurre con transformaciones".


Continuos virajes del espíritu, inclinaciones del ser, armonías sucesivas que van ordenando la voz de la poesía que tratamos de tañer. Todo ello por una vivencia ya vivida, más bien, por una reminiscencia. En todo caso, la dialéctica entre palabra y pensamiento, entre palabra y mundo, entre hombre y cosmos. 


"algo que pertenece por completo a lo pensable"