jueves, 19 de marzo de 2015

EL CANTO,  en la poesía sin ambages, celebra y consagra. Y ese es, de pura sinceridad, el criterio de la lectura con los años. Tentado quedo de glosar el concepto de "intermundo" procedente del misticismo sufí para producir una analogía con el estado de la lectura que este tipo de libros, y no otros, provocan en el lector. Pudiera decirse que se produce una conversión, un paso de la sombra a la luz, de una mortalidad monódica a otra polifónica. Sucede con la Commedia de Dante, con los libros de Rilke y de Hölderlin y también con Cervantes...y con otros tantos.  
Ese intermundo es el territorio en que un espíritu privilegiado puede ver las realidades con la luz de un mundo de otro orden. Hay quien reduce esta secuencia a una conversión de lo visible a símbolos, pero lo más atrayente para uno es la convicción de que toda la realidad sensitiva, en ese momento se torna transparente, tan solo con el aura luminoso para poder ser, al menos, percibido, intuido, sugerido. San Juan de la Cruz posee unos versos insuperables a este respecto:

[...]
De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta
era cosa tan secreta
que me quedé balbuciendo
toda ciencia trascendiendo.
[...]

Así la poesía, la poesía del intermundo, claro está, la que edifica en el lector un nuevo orden de la realidad pero no para proponer una avanzadilla política, social o religiosa, sino para convertirlo todo en una transparencia en la que todavía puede percibirse la realidad desnuda. La misma realidad que provoca un acto de entendimiento en la soledad y el silencio. Una realidad ya simbólica que transgrede el raciocinio superficial. El poema de J.R.J., "La transparencia, Dios, la transparencia", parece un poema programático de estas teorías. 

El propio Hölderlin dirá referente a la verdad estética: "Temor ante la verdad, a partir de placer en ella".       







ESCRIBIR, escribir como el sonido
de una rueca incesante que eterniza
lo que resta del paso de tu vida.
Como un sueño metódico no somos 
nada tan vivamente en este mundo,
nada de ti, de quien soñaste ser,
de aquel del que tan solo reconoces
una imagen perdida para siempre. 

 Solo el canto consagra y celebra
la belleza escondida de las horas
y en ella se proclama una verdad
que ha de quedar tan pura a los oídos
que nunca escucharás tu voz en ella.
De todos los contornos de la noche,
de todos sus confines, anchos mares
naufragados sin cuerpo y sin medida,
de todas las palabras de la oculta

armonía de flautas de siringa,
[...]