jueves, 12 de noviembre de 2015

YA VAN QUEDANDO solo las contemplaciones. El acto plural de observar detenidamente el mundo circundante adquiriendo una posición ética de templanza ante todo. Una templanza sólida y fecundada en unos principios férreos, indubitables sobre las manifestaciones artísticas. Alejarme de ellos es alejarme de mí, renunciar a ellos es renunciar a lo único que nos hace en este mundo: la idea que poseemos del mundo. esa idea establece un centro, la entrada a un bosque llameante, la vivencia en círculos concéntricos repletos de destellos y sombras.  
Todo es mutable, los que opinaban una cosa hacen la contraria; los que parecían benevolentes asoman el hocico de la vanidad. La literatura ha sufrido un viraje del que me siento en la cuneta, del que cuando me acerco, percibo vibraciones que me hacen temblar, llorar, sacudirme en el estrépito. Es una postura más, como la de otro, una opinión sobre un hecho que vale tanto como la de otro hombre, pero tiene entidad para uno. Migajas, como digo, de uno, despojos de un hombre cualquiera.

Esta mañana escribía los ojos eléctricos de Rilke, las manos templadas de Leopardi, la ficción de Cervantes, el dulce diablo de Valéry...era una letanía, la escritura de una supuesta metamorfosis deseada, una desideración ante lo literario. Va quedando la música de las contemplaciones; Shopenhauer afirmaba que en la música los sentimientos vuelven a su estado puro, y así lo creo en el vaivén de esta música silente.