domingo, 4 de diciembre de 2016

Todo tiene su tiempo bajo el cielo y la poesía es acento de eternidad

AYER escribí unas líneas en el cuaderno amarillo, el que se titula Amarillo fulgor. En ese cuaderno recojo impresiones varias, desde meras subjetividad hasta líneas tomadas de otros autores. También se añaden algunas ideas que quedan a medias, como estas líneas, algún esbozo de poema, que casi nunca germina y  las hostilidades, esto es, cuestiones sobre lo que parecía ser en su principio una cosa y han resultado otra. Así, puede que la vida resulte toda una hostilidad permanente, a la manera de Kierkegard y que, como gustaba citar al filósofo con un pasaje de Eclesiastés: “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: su tiempo de nacer y su tiempo de morir”. 
Y la realidad se sucede en esa vaivén de nacimientos y muertes, acaso de renovaciones que viene  a trastocar lo que nosotros habíamos proyectado a priori sobre ese asunto. Después llega su tiempo de muerte y termina todo, incluso algo que estimábamos como bello y necesario. 

De la indolencia a lo siniestro podríamos llamarla, porque el camino a la inversa se me antoja casi imposible. Lo siniestro impera y eso me asusta y me hace que me esconda todavía más del submundo literario en que ha resultado todo. No solo literario sino que en todas las esferas de la sociedad hay una preponderancia de lo siniestro, de lo mediocre, de lo que trata de alzarse como relevante. No hay gratitud hacia lo edificante en esos ámbitos, es más, se copia y se hace lo que los demás y no se dice ni se menciona a quien inventó. Como decía Borges, una literatura de segunda mano, pero que no sufre reelaboración ni despliega homenaje.       

"Siempre has escrito sobre lo que deseabas ser, lo que jamás fuiste, lo que no serás nunca".

Como decía Pessoa en sus Diarios: [...]"Si no hay en cada uno de mis versos un acento de eternidad, habré malgastado el tiempo de los dioses en mí". 
Estas palabras aleccionadoras siempre me han llevado a aplicar una consciencia profunda sobre la creación literaria, sin concesiones a otras bagatelas y queriendo leer con parámetros literarios, sin prejuicios de ningún tipo, solo ejecutando la experiencia literaria que se hace con la lectura. 

Publicarás hoy, pero serás un gran vacío mañana. Verás tu vanagloria hinchada en estos días, pero ni un eco furtivo de tu palabra en el tiempo. Si trasladas a la gente una mentira por ser agradable y querer sobrevivir en ese mundo adyacente a lo esencial terminarás con la tierra en la boca, mudo, hueso profundo y silente. Decía mi admirado Pessoa una palabras que utilizo para cerrar este capítulo:  "Pero el público no comprende ideas complejas. hay que limitarse a darle ideas simples, generalidades vagas, es decir, mentiras, aunque tengan su origen en verdades; y es que ofrecer como simple lo que es complejo,m dar sin distinciones lo que es necesario distinguir, ser general donde importa especificar para definir, y ser vago en materias en las que lo fundamental es la precisión; todo esto es lo mismo que mentir".