domingo, 1 de abril de 2018

Mediterráneo con Zweig y Montaigne.


Mientras F. y E. duermen, frente al mar, releo el libro de Zweig sobre Montaigne:  "Saber de memoria no es saber; es poseer lo que se ha guardado en esta facultad. [...] ". La lección es diáfana: vivir la literatura, la palabra, la vida en plenitud en tal caso.
En el amanecer mediterráneo, cuando su luz toma los objetos, leo las palabras que Zweig destaca de Montaigne: "Estamos siempre recomenzando a vivir". Frente al recorrido hermético de un tratado Montaigne prefiere el sedimento de los días en la memoria y la palabra. Tal que Zweig.
"Lo soy todo menos un escritor de libros. Mi tarea consiste en dar forma a mi vida. Es mi único oficio, mi única vocación". Montaigne es el maestro de la conjunción cervantina entre vida, ficción y escritura.
Afirma Zweig de Montaigne "Él lo es todo y no es nada. Siempre es otro y siempre el mismo". Y sigue en sus palabras: "Para Montaigne el placer está en la búsqueda, no en el hallazgo". La búsqueda de la literatura y la vida son los derroteros sinuosos que vivimos así.
En el amanecer mediterráneo, cuando su luz toma los objetos, leo las palabras que Zweig destaca de Montaigne: "Estamos siempre recomenzando a vivir". Frente al recorrido hermético de un tratado Montaigne prefiere el sedimento de los días en la memoria y la palabra. Tal que Zweig.
Con Montaigne aprendemos a no leer Historia, estudiar Filosofía para instruirnos y convencernos sino para comparar la historia propia de la condición humana, para vernos a nosotros mismos. Con Montaigne:" es en los actos donde se revela el hombre".
Y concluye Zweig en este pasaje del libro:"no es sólo el yo lo que busca Montaigne sino también lo humano". Y el lector queda azuzado por el afán de lecturas de Montaigne y por el delicado cedazo con que Zweig edifica la imagen, su imagen, de un hombre extraordinario.

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Cada escritor escribe y argumenta la mentira de su vida.
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En Málaga el Mediterráneo derrama una la luz tan diáfana y límpida que todo invita a la contemplación y el regocijo. Mar de Plata y piedra en la luz.
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El poeta busca el poema definitivo porque piensa que en él existe una cifra, un hallazgo concluso; sin embargo, todo poema verdadero provoca una apertura infinita, un renovado vaivén de la realidad, un ángulo nonato por siempre en la palabra y su entendimiento.