sábado, 16 de mayo de 2020

Una tarde con Montaigne y Zweig a la acuden Torres Villarroel, Marco Aurelio, Schiller mientras Tolstói sube el volumen de la musica de Wager.

LEE uno de nuevo el capítulo de S. Zweig sobre Montaigne en El legado de Europa
"En épocas así, cuando los valores nobles de la vida, cuando nuestra paz, nuestra independencia, nuestro derecho innato y todo cuanto hace nuestra existencia más pura, más hermosa y más justa, han sido sacrificados a la locura de una docena de fanáticos e ideólogos, para el hombre que no quiere perder su humanidad en el tiempo, todos los problemas desembocan en uno solo: "¿Cómo puedo permanecer libre? [...] ¿Cómo puedo preservar la incorruptible lucidez de espíritu? ¿Cómo mantener incólume la humanidad de corazón en medio de la bestialidad? ¿Cómo preservar lo más esencial de mi alma y su materia, que solo a mí me pertenece, mi cuerpo, mi salud, mis ideas y mis sentimientos, del peligro de verme sacrificado a la locura ajena y a los intereses extraños?". 

Cuántas disyuntivas, cuántas preguntas tan ajustadas a la realidad de cualquier tiempo, a la pura existencia humana. Montaigne es un hombre preclaro, contemporáneo, nunca más actual para una época como esta; la pugna que se dio en su vida por salvaguardar de forma consciente su libertad interior debería ser un territorio fértil para los hombres de ahora. 

De puro contento, acudo a los Ensayos de Montaigne, abro sus páginas, respiro la naturalidad que hallo en sus ideas, la cercanía de sus palabras, la elocuencia con que me va susurrando a cada párrafo quién soy. Y, de un libro a otro, de Zweig a Montaigne, la tarde va cayendo con sus contornos plúmbeos y turnerianos. Un individuo en una habitación, llena de libros, con papeles que contienen trazos, ideas, poemas incipientes, aforismos lee y calla, escucha el diálogo de otros hombres que dijeron en otro tiempo, y de forma inmejorable, qué sucede ahora en mí.

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 Continúo con un aforismo de Diego de Torrres Villarroel que parece haber estado obsrvándome en la escritura y el diálogo con los otros autores y libros, nos dice: "Lo contenido en todos se reconoce en cada uno". 


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Y, alzo la mirada hacia las baldas.... como un faro en la lejanía, una luz, un pájaro en la rama, destaca el libro de Marco Aurelio. Me levanto y acudo a sus páginas. Mientras, suena la música de Wagner,  "El anillo de los Nibelungos", que desde hace semanas, no he dejado de escuchar y estudiar. Suena la música y me dirijo, a su ritmo, hacia el volumen azul de Meditaciones. Al abrirlo, advierto que tenía un lápiz entre sus páginas, con unas marcas que e ayudaban a recordar, como un hilo secreto, en el Libro VI, las siguientes palabras:

"Siempre que te veas obligado por las circunstancias como a sentirte confuso, retorna a ti mismo rápidamente y no te desvíes fuera de tu ritmo más de lo necesario. Pues serás bastante más dueño de la armonía gracias a tu continuo retornar a la misma".  

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Palabras arcanas las de Tolstói en El camino de la vida: "El alma y el cuerpo, eso es lo que el hombre considera como suyo, de lo que se ocupa constantemente". 

Qué párrafo el de Schiller en su Carta XVIII de Cartas sobre la educación estética de la humanidad, mientras prosigue la música de Wagner: "La belleza conduce al hombre sensible a la forma y al pensamiento; mediante la belleza el hombre espiritual regresa a la materia y al mundo sensible". 
Cierro los libros y los vuelvo abrir y a leer pos las mismas páginas; un olvidarse armónico de uno mismo para ser.