sábado, 12 de mayo de 2012

CON POCAS cosas va quedando uno alrededor, con pocas palabras verdaderas. Me conformo con un verso  excelso o con unas palabras procedentes de la consciencia plena. Me reconforta ver a los pájaros y sentirme querido por la humedad de la tierra. De todo ello van quedando leves marcas, acaso las sílabas prendidas de este trópico y la mirada que se inclina hacia la claridad. Tanta estulticia colindante y tantos vividores de la literatura hacen refulgir tan vivamente lo verdadero.  

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LEER  a Boecio y después a Lucrecio es leer a Platón con otras letras, transformación y permanencia. Encuentro en Boecio un tono que me atrae sobremanera, los poemas del Libro III de La consolación de la filosofía, me sobrecogen. Como remate, leo algunos pasajes de Sobre el fundamento de la música y en sus páginas entiendo a Parménides, a Plotino, a Rilke, a J.R.J y a A.C. : "A  la voz continua le pone la respiración humana un término que, de ninguna manera, es capaz de exceder". Reflexiona Boecio sobre los límites del decir en la respiración y la infinitud del entender en la audición. Sístole y diástole, finito en los infinito, consciencia de lo eterno desde lo mortal, estación fugitiva en el centro inamovible, transformación y permanencia otra vez y siempre. 

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E. contiene una danza cautiva que alberga nuestros sueños y esperanzas.