jueves, 3 de mayo de 2012

ESCUCHO a J. M. Molter y sus cuerdas son la mañana misma. Tan al unísono se convoca el mundo con sus acordes que vuelvo la mirada a la lluvia de plata y encuentro un eco de idilios. 


¿NO lo recuerda? En Barcelona, junto al perro,  nos acompañó Platero. Qué dulce su rebuzno y sus orejas envirotadas. En su rebuzno se encontraba una mansedumbre: el latín andaluz de los salmos, el sol, ya rosa, que quebraba su rayo. Un rebuzno endulzado, altivo, que casi lo divinizaba todo, allá, por el puente. En su flanco, agarrado a la crinera, venía Mauricio con su toque de flauta, qué melodía de sol y de encina.