lunes, 7 de mayo de 2012

PERCIBES el fuego y la noche porque tú eres fuego y noche; notas la humedad de la tierra y el canto de los sauces porque tú eres tierra, todo tú, y humedad y leve arboleda. Es preciso que la consciencia albergue toda la luz y toda la oscuridad juntamente y que conforme los contornos de un bosque y un círculo; que la palabra edifique sin temblor alguno y sin los pareceres de los mortales en los que no hay verdadera solidez. Preguntando por ti mismo estarás interrogando al hombre, pues todos los mortales en un hombre solo habitan.


COMO dictara Cicerón, pensar es aprender a morir; pensar y ser son coordenadas de una misma vivencia: la poesía verdadera brota ampulosa de esa fuente vivida y de muerte, de luz y oscuridad.


NO son banales las palabras, sino quienes las pronuncian.  


LA poesía instaura un reino de lo bello.

CUÁNTAS veces no han dicho los profesores y entendidos que Hegel ha dañado la historia de la literatura con sus elucubraciones, delirios e ideales. No sabían, estos eruditos, que Hegel defendía un reino, el del arte, como naciente del espíritu que se convierte no solo en apariencia, sino en dasein, existencia y vida: el ideal mismo encarnado. Es así como Hegel entronca con el mundo griego, comprendiendo la unidad de lo sensible y lo espiritual, la unidad de un contenido espiritual y su forma perceptible en el fruto artístico. Dice Hegel en su Filosofía del arte o estética: "La obra de arte debe probarse como siendo una, es un todo y eso solo puede obtenerlo de un individuo; un pueblo no hace ningún poema, sino un individuo".


TODA obra de arte debe crear una naturaleza en la que poder percibir la transformación y permanencia.