domingo, 18 de agosto de 2013

SUELO recorrer las mismas calles cada vez que vuelvo al lugar. Sea el que fuere, ciudad inabarcable o recoleto pueblo, el rito es condición indispensable para rastrear en la memoria. Un paso tras otro, mientras en nuestro interior el latido sigue marcando el ritmo que jamás abandona al hombre hasta que su cuerpo perece. 

Estamos construidos por un ritmo interior que pocos escuchan y al que pocos atienden. Ese ritmo es un latido que brota a las pocas horas de ser concebidos y que se suma al desarrollo temprano del oído. 
Agua, vibración, ritmo están en nuestro origen. Con el tiempo, con el devenir, el mortal desea escuchar ,como si volviera a estar en el útero, ese ritmo de su vida que se solapaba con el de la madre. Un latido y otro latido confundidos.
Con los años, ese latido, ya es exógeno: es el del universo, el de la magna mater. Y cuando cae en la consciencia su naturaleza comenzamos a entender lo inexplicable de nosotros mismos.