miércoles, 25 de septiembre de 2013

ABRO la Divina Comedia, exactamente por el inicio de Paraíso. Tengo anotada a lápiz la estructura de cada estación. En este caso, he dibujado un esquema de los nueve cielos: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Estrellas fijas,  Primer cielo móvil, cristalino. El Paraíso lo cierra y culmina el cielo inmóvil o Empíreo, donde habitan los bienaventurados, los ángeles y la Luz. Por lo demás, las ilustraciones de Botticelli no hacen más que añadir incógnitas y símbolos al texto.   

Desde el primer cielo, los ángeles comienzan a habitar y a convivir con el protagonista. Todo gira en torno a mitigar los apetitos sensitivos. Ángeles y arcángeles que desembocan en la aparición de un sabio, Santo Tomás (y pienso en los poemas de Rilke, en las pinturas de Klimt, en las esculturas de Bernini, en la música de Bach). Pero, estaba describiendo el momento en que el lector se adentra en las aguas del Paraíso. Un momento de resonancias que nunca más volverán a repetirse ni a simularse con esa vigorosa presencia.  Los versos son proverbiales, sobre todo, cuando el lector ha sucumbido y atravesado Infierno y Purgatorio y ya está casi a punto de la transformación, del paso de la oscuridad a la luz que provoca este libro. Escribe el poeta:

En el cielo que más luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;

porque mientras se acerca a su deseo,
nuestro intelecto tanto profundiza,
que no puede seguirle la memoria.

Anuncia Dante el desasimiento de la consciencia temporal en pos de la consciencia cósmica, de la que aúna todos los elementos del ser en una sola evidencia. Esa evidencia es el origen que nos habita y que la palabra no puede asir en su naturaleza, pues esa esencia es inefable. Es ya el intelecto, la ausencia de límites corpóreos y sensitivos, lo que guía el trayecto y la contemplación. Eso es lo que titulo en este diario "Las contemplaciones", los instantes en que el mortal toma consciencia de sí dejando de ser plenamente. 

La memoria no puede continuar el relato porque la luz carece de relato.