sábado, 5 de septiembre de 2015

ENCINCHADA asoma hoy la luz entre las nubes y apenas lame el escritorio y el mundo todo. Grises precipitados en este largo lamento del verano y grises mis manos tañendo melodías tan azules como fonéticas. 

La música ahora es Debussy, el piano del francés tomando la casa en cada uno de sus recovecos. A E. la deja meditabunda cuando comienza a sonar, "el pianito", me dice y uno entra en el sosiego fluctuante y delicuescente de esta música como si fuera cogido de la mano de E.

El compositor francés estaba obsesionado con los libros de Poe. No en vano, la ópera en un acto inacabada "La caída de la casa Usher", había surgido de la lectura de un cuento del escritor titulado "The fall of the House of Husher". Sin embargo, la vida del compositor francés estuvo llena de episodios azarosos, amores, despechos, intentos de suicidios de antiguos amoríos, que establecen, junto a su muerte temprana, el relato de una vida singular. 

Su composición "La mer" parece que la concluyó en Eastbourne mientras huía de las noticias de un intento de suicidio de una antigua novia. Allí, en Inglaterra, alejado de su rutina y cotidianidad tan amada por el francés, -como todos los franceses-, concluye esa hermosa y prodigiosa composición. 
Imagino al autor que ya tenía avanzada la partitura con ella en la cabeza, en la idea, en la mente precipitando compases sin tener en cuenta nada más que el momento de creación, la sublime conexión armónica con el mundo.

Mientras tanto, tras el galope de estas notas en el cuaderno, la música ha ido impregnando un espíritu en el hogar, una atmósfera sobrecogedora que a todos nos deja en mejor estado, en mejor estar en este mundo incomprensible.