martes, 9 de octubre de 2012


UNA intimidad sin figura, una ensoñación celeste. Como una navegación sin rumbo, precipitada a una deriva gozosa, así la poesía. La poesía conlleva movimientos cíclicos, parecidos a la ensoñación, que nos apartan y nos acercan, nos hacen plenos o nos sacuden en la miserable condición humana. Esa trayectoria, en cualquier caso, debe ser íntima, poderosamente íntima y quedar sujeta al espíritu del individuo que la soporta. Los demás no deben interferir en esa creencia, en esa sucesión incognoscible de la razón y los motivos. Como escribe M.Z.: “El vacío es el lugar del yo. […] Ensueño es intimidad sin tiempo”. 

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PERMANECER es un estado de vigilia completo, alejado de todo ruido y de toda premura sofocante. Como dice M.Z. "lo que precede a la palabra no es, pues, el grito, sino un cierto silencio al que corresponde una distancia y una tensión por parte del sujeto". Creo que esa tensión sacude al sujeto eventualmente y lo trastoca. provoca una metamorfosis del ser que renueva y ajusta lo permanente, lo indudable.  Puede tomarse como una afinación o rearmonización del alma con la memoria nutricia, la que dona la palabra luminosa.