domingo, 16 de febrero de 2014

DISFRUTO con la nueva edición de la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora. Recuerdo que, la primera lectura de este texto consistió en una prueba de resistencia inciática. No dejé de leerlo movido por el gusto estético y conceptual de la composición, sino porque no concebía que un estudiante de Filología pasara por la universidad sin haber leído el texto. Justo cuando terminaba los estudios y comencé a leer sin red, motivado únicamente los intereses propios y alejándome de las recomendaciones de los profesores que solo buscaban el beneficio particular, Góngora volvió a ocupar, en la biblioteca personal, un lugar preponderante. Ahora, pasados los años, un conocido realiza una nueva edición de un texto y de un autor que, por los vericuetos de la vida, mantuvo una estrecha y fundamental relación con el Conde Duque de Medina Sidonia. 
Ayer estuvimos en Palacio, en el de los Medina Sidonia. Entrar allí es someterse al juicio de las épocas pasadas. Volvimos a asomarnos al mirador, antaño zona de defensa que desemboca a la llamada Cuesta de Belén, y volvimos  a contemplar el Coto de Doñana ayudados por el amor y la grisura de la tarde. Nos caían algunas gotas de agua pero no les prestamos atención alguna. Muchas veces hemos ido allí, a contemplar la cadencia del río, del cielo, de la desembocadura y ahora lo hacemos, además, pensando en la ficción poética con la que Góngora impregnó, sobre todo, Soledades. Llevaba el volumen en el bolso, lo abrimos y leímos algunos pasajes mientras por competir con el frío y la lluvia era todo oro bruñido al sol de la lírica.   

Afirmaba Hermann Broch, admirado por uno tanto como narrador como poeta, "la poesía es la más extraña de todas las actividades humanas". Como es conocido, este autor fue aprisionado en Altaussee y fue, en esas semanas de prisión, cuando concibió su afamada La muerte de Virgilio.  Las páginas iniciales de esta novela, de esta summa literaria (pues en ella hay drama, lírica y narrativa) las tengo por uno de aquellos arranques que enaltecen a un texto literario. Brindisi, el poeta enfrentando sus ojos a la costa, la muerte, la fiebre, los días, el mar hipnótico, la fuerza militar, el retiro, los versos que pretende arrojar al caldo de las llamas...una panoplia de imágenes sucesivas que perturban sobremanera al lector hasta conseguir una catarsis. Sin embargo, en esta mañana que releo algunos poemas del autor nacido en Viena, recito en silencio:
[...]
"Oh, lenguaje, descriptor para sí mismo indescriptible, que busca
empujando hacia lo indescriptible"
[...] 

Este poeta afirmaba, por lo demás, que la poesía es una actividad irracional del hombre y como tal debe conjugar el raciocinio de la palabra misma con lo irracional del pensamiento que la mueve. Sea cual sea su naturaleza, Broch consideraba, y esto explica muchos aspectos de su obra, que la actividad poética es "la única que sirve para el conocimiento de la muerte".