jueves, 13 de febrero de 2014

ME voy conformando con pocas cosas cada vez. Una palabra nueva de E.; su sonrisa de lapislázuli cuando trato de imitarla y ríe y me acaricia y levanta mi sombra de puro contento; observar la lluvia y percibir la humedad del tuétano de la tierra; contemplar y alejarme de las infidelidades a la poesía; leer mucho, todo lo que pueda, leer y releer la literatura y estudiarla, para así pensar que el tiempo no acaba nunca; besar y amar con determinación de siervo herido en la noche; dialogar con el que no entiende de logos para no faltar, al menos, al principio de consciencia de verdad y justicia; mantenerme fiel a la soledad y el silencio, únicos espacios favorables para la estética; también, fidelidad en la amistad, pero, ¿de cuántos amigos hablamos realmente?; como dije antes, leer y releer, como sístole y diástole coronarios; últimamente, tratar de ser profesional en el trabajo al máximo nivel de exigencia, porque entiendo en ello una consagración ética con los demás; comer con delicadeza de siroco; beber buen vino sin más ni más; escribir en este diario que roza el delirio por mi parte y cuyas ramas ya desconozco y pienso, cada vez más, que son inservibles y que están desnortadas; ser siendo y tener la consciencia percuciente de que la vida se derrumba con sucesiones de difuntos en las que pensamos que permanecemos; evocar en las ruinas la extensión de lo que fuimos, porque en el deseo puede encerrase la medida de la eternidad para el hombre.    

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Literatura es todo texto que convoca a la belleza en sus hechuras y las actualiza en una forma para siempre.