miércoles, 31 de diciembre de 2014

EL problema de la ética-estética deberá afrontarse desde el límite entre la palabra y la realidad. Acaso, lo que uno pensaba que era todo (la palabra) es la nada; y lo que era nada, lo innombrable, es el todo. Este territorio es el mismo del arxé, el ergo, el apeiron, las mónadas... el origen o cualesquiera de los nombres que le hemos otorgado a esa realidad primera y fuerza teológica. 
Ante este abismo, me pregunto, como Boecio, "¿qué razón discordante rompe/ la unión y armonía de las cosas? En esta disyuntiva me resguardo en que el hombre participa, al menos, de esa inquietud que anima el espíritu. Porque es innegable que a pesar del velo, de la ceguera que provoca el cuerpo ante la luz verdadera de la realidad, nuestro espíritu arde apasionado buscando las huellas secretas de la verdad. Algunos dicen que dirigirse con la literatura hacia el significado de estos términos es una entelequia y un romanticismo trasnochado, pero, a estos bardos de lo moderno les lanzo la pregunta por si pudieran entenderla: ¿Puede desearse lo que no se conoce? 
Sea cual sea la orientación de la muerte, que es certeza,  cuando estamos vivos nos situamos en un estado intermedio en que tan solo intuimos el todo, el conjunto de las cosas y no sus partes y porciones armónicas. Quizás la muerte es comenzar a vivir las partes armónicas del cosmos, participar de su ciclo y abandonar la rectilínea vida de mortal.  


¿QUÉ es eso de una obra acabada? Me apabullan los que afirman "estoy trabajando en un poema" o "me han pedido un poema para tal o cual cosa", aunque, en el fondo de todo, puede que esto no sea más que consecuencia del gran miedo, del gran vacío que vivo desde hace unos meses y que no deja de derrumbarse a golpe de oscuridad, a cuchilla de sombras.  

Termina el año 2014, con el la sucesión de este diario en este curso. ¿Seguirá en el 2015?