LA lectura es siempre eterno retorno. La visión onírica es la plenitud de la memoria.
Después de catorce años de silencio, Rilke escribió Las Elegías.
Tras la consciencia, Valéry comenzó a escribir de nuevo; habían pasado veinte años de silencio.
Leo todo esto y me quedo perplejo, cariacontecido. La valentía y la finura del ser en esos actos valen ya la obra misma. Dos hombres nada temerosos a la muerte, al paso por la vida en la cuerda floja, sin red. Si hay obra debe ser superior a la vida; si hay obra, debe pertenecer a su Tiempo, al de la permanencia.
Hoy presiento que debo comenzar a callar delante del oráculo. Escuchar, reflexionar, leer cómo naturaleza acontece. Naturalidad ante lo inmenso; nunca pertenecimos a lo permanente como seres; tan solo nuestras ideas y propuestas pudieran llegar a serlo para los demás, pero no tendremos evidencia de ello en vida.