sábado, 27 de mayo de 2017

A más Parménides menos Platón.

Y, releo a Parménides por entero, en una edición filológica, meticulosa, que se adentra en la transmisión textual del poema. Si es verdad eso de que, al fin y al cabo, los filósofos son literatos, puede que ningún texto filosófico haya superado al poema de Parménides como manifestación suprema de la ética-estética. Con Parménides entiendo que las cosas, para que puedan revelar su significado esencial deben ser contempladas.


El amor a la literatura es soledad; con María Zambrano: "escribir es defender la soledad en que se está" ("¿Por qué se escribe?").

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Quien no conoce el amor no entiende el nosotros.

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Libertad no conozco sino la de haber sido nadie, como Ulises, como ser uno siempre en nada.
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[...] La vida está en el arco de tu sangre, -óvalo transparente y desvestido-, como suceso de la luz y trama [...]
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En Literatura el estilo es designio y huella: el sonido de la palabra en su timbre y pensamiento nunca inventados.
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Cuanto más te alejes del logos tu palabra irá siendo una hueca resonancia de la nada.

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Desde Parmémides, en poesía se evidencia, como en ningún otro género literario, lo que es tanto como lo que no es.
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Cuántos Antístenes, Crates de Tebas, Diógenes de Sinope y Menipos, cuántos cínicos y tristes, cuántos. Floripondios del arte poética.
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Detrás de un hombre o hay palabras o hay acciones. Y pienso que las palabras son acciones en el ideario de lo que mostramos.
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Hubo un tiempo en que la literatura era una forma de transmisión de las Humanidades, de conocimiento. Aunque parezca inverosímil.

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La ignorancia conduce a la envidia y remonta en vanidad. En la ignorancia todo es egolatría. Nunca la belleza procede del silbo ignorante.