martes, 15 de abril de 2014

EL caso es que si efectúo un recuento de mis acciones diarias los verbos se repiten con pocos matices. Ello me conduce a reflexionar sobre la minucia que significa todo lo que hago y escribo y a poder, por contra, hallar otros cauces con que ensanchar lo rutinario. Sin embargo, no me he detenido a compilar los mundos semánticos que se han apoderado de mí desde que comencé a leer, ni las dimensiones de la música con su aritmética de cosmos, ni las indescifrables palabras y páginas que todavía resultan inexpugnables para mi sesera. Es, quizás, la propia naturaleza del arte y lo que, por ende, mejor acoge al mortal: la finitud eternizada, la infinita acción unívoca. 

Sí, belleza toda. Belleza es étimo diminituvo de bonus, de bueno. Lo bueno, lo bello, lo justo, la verdad, lo armónico no son más que cadencias de una misma naturaleza, del origen. ¿Qué es ? No lo sé, pero sí tengo certeza de lo que no es.  ¿La falta de su conocimiento anula su existencia? No. No se conoce como cualquier otro concepto. ¿Entonces? Respira, vive el silencio, escribe en soledad, lee, no vuelques tus fuerzas contra lo que nada importa, aléjate de todos y de todo lo insustancial. No hay concesiones, solo engaños. 

Somos huidizo en lo permanente. Sea cual sea nuestra estancia siempre será más breve que cualquier otra realidad de naturaleza. Ella es circular, nosotros, lineales.