lunes, 28 de abril de 2014

TAN acostumbrados al entendimiento lingüístico del mundo que cuando uno lee a Stravinksky queda colmado. Letra sobre letra, el lector va habitando la semántica del mundo nombrado; transita sus parajes, orea por donde antes no había cruzado su entendimiento. 
Stravinsky  desentraña que composiciones musicales aportan ideas, actos de entendimiento que asociamos a edificaciones lingüísticas. Y eso, desdora la capacidad verbal del hombre y, además, deja a las claras, los límites imprecisos de aprehensión del mundo por las palabras. Afirma Stravinsky, en una carta a Iorgos Seferis: "Una idea elevada de la libertad está encarnada en los cuartetos..."; se refiere a los de Beethoven, claro está. Más tarde, sentencia sobre los mismos: "son una carta de los derechos humanos...".

 Dice Kingsley que para la sabiduría es una combinación perfecta ocultarse en la muerte. El argumentario es conciso: todos huyen de la muerte, todos se apartan de la sabiduría. La muerte aparta al individuo de las experiencias ordinarias y lo acerca al límite, al territorio de lo que más tememos. En palabras de Parménides " el transitado sendero de los hombres". En el espacio de la muerte, como usó Dante, no hay familia, pueblos, ni un solo referente con que el mortal puede sojuzgar o caer en apriorismos vacuos. Todo es una mismidad nonata a sus ojos.