HOY comienza El pastor en la roca (2022). Como un canto monódico lanzado en una iglesia empieza la mañana. Todo está en suspensión: la claridad, el silencio macerado de los libros, el propio pensamiento. Duermen los demás y el pájaro gambetea en el aire como surco del tiempo. El mar lengüetea la orilla como el confín de la memoria. Las palabras comienzan a brotar cada vez que leemos un pasaje del libro que tenemos entre las manos. El ejercicico es siemple; vivir y parecer que vivimos. Como de costumbre, hemos ido a las estanterías para seleccionar algún volumen para que inaugure nuestro día, para que sirva a modo de diapasón para vivir el resto del tiempo con esa clave de vida, con esa posición de entendimiento.
Hay un autor que me sigue fascinando, Boecio. Lo hace porque su obra es un límite traspasado por la propia obra, las palabras trataban de salvar un derrumbe, una pérdida para siempre pero con una obra y un entendimiento equilibrado, de serenidad, de firmeza aunque con el sustento de la verdad, de una verdad, la suya.
Boecio perdió el favor y el reconocimiento de Teodorico; en el 520, junto a otros senadores, fue enviado a Constatinopla para tratar el entendimiento entre Justino I y Teodorico. Al poco, fueron acusados de favorecer favorecer al emperador y, finalmente , declarados traidores (entre otras cuestiones, como mago o sacrílego, por ejemplo). La verdad, los detalles, lo que sucedió realmente en todo este proceso puede que no lo conozcamos jamás. Teología, política, en una época realmente compleja y difícil, en la que un escritor, un estudioso como él, entró en un terreno movedizo en que las ideas y las personas no siempre son puras y leales. No era político, quizás no buscara fama ni reconocimiento algunos pero accedió al mundo de la inmoralidad.
Poco tiempo después quedó arrestado y fue condenado severamente ya que lo enviaron al exilio, a un exilio cuyo fin era la ejecución. A partir de este momento escribe Consolación de la Filosofía y nace la maravilla del arte, del arte que resulta fuera de todo tiempo, que no se sujeta en sus modas y eventos pasajeros sino en la fuerza cenital de la condición humana. Este tremendo varapalo para Boecio, el del exilio, queda reflejado en los dos primeros libros de Consolación:
"Yo, que en otro tiempo, con juvenil ardor
compuse inspirados versos,
me veo ahora, ¡Ay de mí!, obligado a entonar
tristes canciones"
[...]
Ya en prisión, anciano, con el solo poder de la memoria y la búsqueda final de la verdad que rige la fuerza de la vida, confirman su sentencia de muerte. Fue apaleado en prisión, en Pavía, sobre el año 524 o 525 o 526. Justo en los días en que esperaba su ejecución, en que sabía que iba a morir, escribió Consolación de la Filosofía.
A esta se le dio, y se le sigue dando, un sesgo demasiado religioso, es más, llegó a ser considerado mártir de su fe cristiana ortodoxa durante toda la Edad Media. El propio Dante lo incluye en la Divina Comedia, en el Canto X de "El Paraíso" como homanaje a una obra y a una palabra que trasciende su circunstancia y que halla el sendero y el fin de la condición humana.
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¿Cómo recordaba Boecio las citas de Catulo, Juvenal o Menandro? ¿Pudo visitar su biblioteca mientras estaba preso; poseía una memoria privilegiada como la del propio Zweig siglos más tardes o como el propio Tomás Moro? No hay evidencias de que pudiera hacer uso de sus libros; sea cual sea la solución es evidente que la lectura y la memoria eran dos meandros que confluyeron en la consciencia de Boecio.
La obra es una defensa sosegada, ponderada de lo justo, de la libertad frente a la injusticia y la barbarie. Hay una concilaición perfecta entre pensamiento y filosofía. Es una historia íntima, personal, que se expande a cualuier otro lector de otra época; funde el mundo grecolatino con los elementos cristianos que parecen diluidos en esta obra de orden filosófica; no está citado el Evangelio, ni la Biblia pero laten en cada sílaba, en cada fraseo; usa un género literario antiguo, la consolatio pero termina por aglutinar una diversidad de géneros notables; no sabemos si es la prosa y el verso o la combinación de las dos formas, como hace luego Dante en Vita Nuova...
La obra que siempre me lleva un nuevo diálogo entre la libertad humana y la presencia de dios, me precipita a pensar en poder hallar en el reducto invisible y personal del alma el amor y la gracia de dios.