sábado, 30 de mayo de 2020

Con Apuleyo en transformación

HAY libros a los que orilla uno en el momento idóneo, pasados los años; libros por los que pasó de soslayo, de los que ha leído un fragmento e, incluso, se conoce la trama o las acciones capitales. Hay libros que quedan a la espera de los hombres, que se cruzan en la vida de un lector ya novicio ya avejentado y que lo revuelve todo y le hace ver de forma diáfana que muchos fueron los itinerarios por los que no recorrimos nuestros días y muchas fueron las opciones que nos condujeron por un sentido y no por el otro de la vida. Hay libros cuyos textos jamás leeremos, también es cierto, y otros que leeremos en varias ocasiones, pero tanto en la acción de leer como en la ausencia de la lectura hay una renuncia y una convicción que provienen de lo que vamos siendo. 
Hay libros como este de Apuleyo, El asno de oro o Metamorfosis, según se quiera en la historia de la Filología, que nos hubiera hecho afirmar otras certeza sobre qué es la literatura o qué pensamos sobre la modernidad o la antigüedad incluso; llevado más allá, nos hubiera hecho desembocar en escribir de otra forma, acaso con otros recursos y otra entereza. 
Como dice Zweig en El mundo de ayer: "Los días memorables de la vida tienen una luminosidad más intensa que los normales" y hoy es uno de esos días luminosos en que, entregado al volumen de Apuleyo se descubre uno mismo, por entero, edificante, que late y piensa y siente.







       

sábado, 23 de mayo de 2020

Eres una pequeña alma que sustenta un cadáver

LA sentencia que funciona de título pertenece a Epicteto aunque proviene ya de Platón. Esa perspectiva es idónea para entendernos, para entenderse en este mundo que nos ha tocado y en cualquier otro. 

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En muchas ocasiones, acudo a un fragmento de Marco Aurelio que, con la templanza que manifiesta de costumbre, nos ayuda a situarnos allá de donde nunca debemos salirnos: el camino de uno mismo. 

"NO consumas la parte de la vida que te resta en hacer conjeturas sobre otras personas, de no ser que tu objetivo apunte a un bien común; porque ciertamente te privas de otra tarea; a saber, al imaginar qué hace fulano y por qué, y qué piensa y qué rama y tantas cosas semejantes que provocan tu aturdimiento, te apartas de la observación de tu guía interior", nos expone Marco Aurelio en en Libro III  de Meditaciones.


Y, de vez en cuando, surge un poema, un incipiente brote que, normalmente, no acaba más que en piedra indeterminada, en figura sin rostro...pero entiendo que ya es suficiente, a veces, dejar sin más una idea, unos versos sueltos de todo sin pertenecer a nada. 


EN lo definitivo de mis días
nada encuentra su cuerpo y su figura:
ni el pasado revive sus razones
ni existe un porvenir, -el falso sueño-,
que transforme el presente en un olvido.

Todo es ya un nuevo día permanente
en el que debes ir a por los bienes
verdaderos y bellos de la vida;
rehúsa de los falsos elementos
que desvían la llama silenciosa
prendida en el interno sol naciente.

En las Meditaciones, Libro octavo,
nos dice Marco Aurelio:
"procura sostenerte con agrado
en el confín diario de tus días";
y guarda en equilibrio tus palabras
sobre el mundo, para los hombres,
porque ellos también serán mortales.

Solo hallarás en ti aquel desvelo
que reina sobre el orden de belleza
y que te hace tan vivo pero fugaz
tan fugazmente vivo en la certeza. 

miércoles, 20 de mayo de 2020

El vacío de ideas en el semillero de la memoria provoca autómatas.

"NO hay orden establecido y duradero
más que el que une su principio con su fin
y lo convierte en un círculo inmutable"

Libro 3, III, de La consolación de la Filosofía de Boecio. Y pienso en esos versos como una cruceta de ideas en que uno puede advertir que la memoria y la experiencia de vida de cada cual forma ese círculo concéntrico que nunca abandonaremos más allá de nuestros días. 
Volver sobre los pasos pero siendo otro, sobre los mismos elementos del pasado que serán presente de continuo. De ahí la importancia de asentar con firmeza y decisión, con fidelidad, los ideales y lo valores para una vida; así podremos seguirlos o transformarlos, revivirlos  o renegar de ellos, pero siempre con ellos. El vacío de ideas en el semillero de la memoria provoca autómatas. 

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"Todas las cosas vuelven a encontrar su curso", escribe Boecio. Ese curso es la armonía de vida que cada cual conduce en el eco de su voz y su memoria. 

   

sábado, 16 de mayo de 2020

Una tarde con Montaigne y Zweig a la acuden Torres Villarroel, Marco Aurelio, Schiller mientras Tolstói sube el volumen de la musica de Wager.

LEE uno de nuevo el capítulo de S. Zweig sobre Montaigne en El legado de Europa
"En épocas así, cuando los valores nobles de la vida, cuando nuestra paz, nuestra independencia, nuestro derecho innato y todo cuanto hace nuestra existencia más pura, más hermosa y más justa, han sido sacrificados a la locura de una docena de fanáticos e ideólogos, para el hombre que no quiere perder su humanidad en el tiempo, todos los problemas desembocan en uno solo: "¿Cómo puedo permanecer libre? [...] ¿Cómo puedo preservar la incorruptible lucidez de espíritu? ¿Cómo mantener incólume la humanidad de corazón en medio de la bestialidad? ¿Cómo preservar lo más esencial de mi alma y su materia, que solo a mí me pertenece, mi cuerpo, mi salud, mis ideas y mis sentimientos, del peligro de verme sacrificado a la locura ajena y a los intereses extraños?". 

Cuántas disyuntivas, cuántas preguntas tan ajustadas a la realidad de cualquier tiempo, a la pura existencia humana. Montaigne es un hombre preclaro, contemporáneo, nunca más actual para una época como esta; la pugna que se dio en su vida por salvaguardar de forma consciente su libertad interior debería ser un territorio fértil para los hombres de ahora. 

De puro contento, acudo a los Ensayos de Montaigne, abro sus páginas, respiro la naturalidad que hallo en sus ideas, la cercanía de sus palabras, la elocuencia con que me va susurrando a cada párrafo quién soy. Y, de un libro a otro, de Zweig a Montaigne, la tarde va cayendo con sus contornos plúmbeos y turnerianos. Un individuo en una habitación, llena de libros, con papeles que contienen trazos, ideas, poemas incipientes, aforismos lee y calla, escucha el diálogo de otros hombres que dijeron en otro tiempo, y de forma inmejorable, qué sucede ahora en mí.

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 Continúo con un aforismo de Diego de Torrres Villarroel que parece haber estado obsrvándome en la escritura y el diálogo con los otros autores y libros, nos dice: "Lo contenido en todos se reconoce en cada uno". 


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Y, alzo la mirada hacia las baldas.... como un faro en la lejanía, una luz, un pájaro en la rama, destaca el libro de Marco Aurelio. Me levanto y acudo a sus páginas. Mientras, suena la música de Wagner,  "El anillo de los Nibelungos", que desde hace semanas, no he dejado de escuchar y estudiar. Suena la música y me dirijo, a su ritmo, hacia el volumen azul de Meditaciones. Al abrirlo, advierto que tenía un lápiz entre sus páginas, con unas marcas que e ayudaban a recordar, como un hilo secreto, en el Libro VI, las siguientes palabras:

"Siempre que te veas obligado por las circunstancias como a sentirte confuso, retorna a ti mismo rápidamente y no te desvíes fuera de tu ritmo más de lo necesario. Pues serás bastante más dueño de la armonía gracias a tu continuo retornar a la misma".  

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Palabras arcanas las de Tolstói en El camino de la vida: "El alma y el cuerpo, eso es lo que el hombre considera como suyo, de lo que se ocupa constantemente". 

Qué párrafo el de Schiller en su Carta XVIII de Cartas sobre la educación estética de la humanidad, mientras prosigue la música de Wagner: "La belleza conduce al hombre sensible a la forma y al pensamiento; mediante la belleza el hombre espiritual regresa a la materia y al mundo sensible". 
Cierro los libros y los vuelvo abrir y a leer pos las mismas páginas; un olvidarse armónico de uno mismo para ser. 











domingo, 10 de mayo de 2020

Hoy el mar, con ríos, con la raíz de luz.

HOY, el mar. El mar es mi infancia más pura, la luz unívoca, pulquérrima; es ahora el territorio que más anhelo. El mar no vale solo en la memoria porque el mar es vida transformada, es trazo de la vida que nos hace ser plenamente. El mar es un estado eventual pero permanente, una idea fugitiva pero constante, un sentir de paso que se sucede sin fin.  Recuerdo unos versos De ríos que se van de J.R.J:

"Cuando esté en las raíces llámame tú con tu voz
Me parecerá que entra temblando la luz del sol".

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Hay ahora una búsqueda panorámica de la vida, una inflexión hacia el tiempo que fuimos como verdadero estigma de vida. En ese melifluo meditar aparecen personas, compañeros, maestros que hacinaron lo que hoy es uno. Leer, la música, el amor, la fidelidad a uno mismo, la permanencia en valores de cultura, acaso la forma misma de educar y enseñar. Hay un principio que lo unifica todo, que lo revuelve todo en una suerte de crisol minúsculo e insonoro: lo denominamos "ser".  

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Comenzar el día leyendo, ese ha sido el hábito durante el confinamiento; leer como el primer impulso para encontrar el tono de la vida, el equilibrio necesario en la desbordante y hueca realidad que nos acoge. Leer como un batir de alas hacia el desvelo, hacia lo incierto, como quería Hölderlin, hacia el incierto camino del verdadero ser. 
Un centro enorme, sin ambages, de círculos concéntricos, de senderos que se diluyen en la falta de consciencia, un centro donde la palabra ya no existe, ya solo es eco del eco; en que la música es soledad del silencio, en que nada sucede y nadie es, en que la sinestesia es pura y todo es un haz y un envés al tiempo. 

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Leo que Deleuze, en Spinoza y el problema de la expresión, llamaba a la búsqueda panorámica de la voluntad en los artistas del XVII: "inflexión, oposición cartesiana, acontecimiento de la línea, virtualidad e ideal".

R.Andrés en J.S.Bach cuando aborda el perfil de lector del músico: "La lectura supone asimilación de conceptos, pero también implica, en su sentido último, la aplicación y la transformación de estos en los diversos lenguajes que una mente es capaz de elaborar".

Y con Bach sucede lo que con Pascal, la dimensión del vivir se bifurca, qué sucede en el universo y qué en el corazón humano; qué en la naturaleza y qué en mi mente...al fin, la génesis del sentido: "¿Dónde está la eternidad de mi tiempo?".

jueves, 7 de mayo de 2020

Leyendo a Schiller, que es como leernos ahora. Tolstói con Marco Aurelio.

[...]" LA voz de nuestro tiempo no parece en modo alguno elevarse a favor del arte, al menos no del arte del que me ocuparé". Estas palabras las escribe el filósofo alemán Schiller en su Carta II en Cartas sobre la educación estética de la humanidad y las lee uno como un salmo, acaso como una profecía antigua en esta tarde de levante primaveral.

Seguimos recluidos en casa, más de cincuenta días llevamos confinados por un coronavirus que azota a mundo. En casa, haciendo del hogar un mercado persa de trabajo y familia, hemos aprendido todos a sopesar lo positivo: nunca antes habíamos estado juntos tanto tiempo, con tanta efusión, con tanta vida compartida. Eso mismo es ya un aviso de los días venideros pues no quiero ahora despegarme ni de E., ni de F. ni dejar de leer con ellos, dormir con ellos, hacer la vida con ellos a cada paso.

Llegué a Schiller cuando estaba leyendo el libro sobre Wagner; me apetecía releer algunas páginas de un pensador de otro tiempo, sin embargo, me han arrojado satisfacción y placidez cuando lee uno pasajes como estos: 

"La utilidad es el gran ídolo de nuestra época, y a él deben complacer todos los poderes y rendir homenaje todos los talentos". 

Un soneto, de duda atribución a Calderón de la Barca, comienza con un cuarteto armonioso y justo para esta tarde. El poema se titula "Mi canto quiero levantar del suelo"

"Mi canto quiero levantar del suelo
y quiérole subir a las alturas
mas porque sin tu luz van muy obscuras
espíritu sagrado, ven del cielo". 
[...]

Y en eso consiste el vuelo de la gracia de vivir, levantar el espíritu del suelo, convertirlo en un confín sin límites, en paradoja viva. Y existen lecturas, ejercicios diarios que conllevan ese apreciado vuelo de pájaro solitario.  Con Tolstói la lectura es diaria, el encuentro es inevitable aunque tengamos ya el plomizo peso de la noche encima; estamos con El camino de la vida (Acantilado) y, en este volumen, a cada página, puede uno detenerse como por un campo bello, botánico. Tolstói cita a Marco Aurelio:
" Acuérdate de esto, eleva el alma por encima de la carne, protégela de cualquier inmundicia cotidiana, no permitas que tu carne la asfixie".     



       

lunes, 4 de mayo de 2020

Designios y besanas

Y TODO comienza en un tiempo extinto en la memoria pero permanente en el vivir. Porque la memoria es un trazado, una besana ininterrumpida, que no tiene principio en nuestros días ni de la que conocemos su territorio. Nos mantenemos siempre en el equilibro de ese surco, como línea cristal o música incendiada. Una geometría de la alucinación. Sabemos de su existencia porque somos en ella pero no intuimos su existencia por no somos nada más que fugacidad.  

Voy encontrado, en estos días, a pesar de todo, un atisbo de feliz comunión con la lectura y la escritura y, mientras, sigo leyendo El anillo de la verdad de R. Scruton (Acantilado). Necesito volver sobre los libros caninamente, como decía el doctor James Boswell. 

Wagner necesitó de la lectura (de los Grimm, de Hegel, de Eliade, de Winckelmann, etc.) para llegar a una consciencia: el arte penetra en el misterioso núcleo de la existencia humana. En esa bruma primera, ese arcano, el artista verdadero no escucha el fondo de lo cotidiano, ha logrado ya evadir toda tentativa de estar. Su deseo de plenitud reside en el itinerario de un es permanente, en el afán de encontrar la objetiva esencia primera, quizás una gramática de lo insondable. 

...puede que como afirma Tolstói en El camino de la vida (Acantilado) "[...] ¿Qué es la consciencia? La consciencia es la voz del ser único y espiritual que habita en todos nosotros". 

Esa voz única me llama, cada día, a volver a la senda de escribir y leer, de leer y escribir, de escribir las lecturas. Además, pienso que cuando un hombre se entrega al principio nítido de su vida, el que lo empuja y precipita a ser "vividamente" está cumpliendo con la armonía general que le designa la existencia.  


     


sábado, 2 de mayo de 2020

Nada puede tener como destino lo que no tiene como origen.

LA composición del Nibelungo de Wagner propone otro ejemplo de consciencia creativa y de la necesidad de leer con inteligencia para poder continuar en el mundo de las artes. No en pocas ocasiones hemos opinado que el fundamento de toda institución humana reside en la tradición y la transformación, mucho más en las artes cuando estas desean apropiarse de la condición humana o relatar su sustancia o narrar su nihilismo o aglutinar acaso su paso por el mundo.   
Cuando Wagner leía a Grimm evidentemente estaba conociendo una realidad que nunca antes había experimentado pero, ayudado por sus lecturas, su propia experiencia cultural, lo que se produjo en él fue una inspiración hacia la libertad creadora que se alzó por encima del momento, con el fin de conseguir, de acercarse, a lo permanente, universal en la experiencia alemana. 
Como es sabido, esto culminó en la composición de símbolos y dilemas humanos perdurables más allá de la Alemania de su época hasta tal punto que hoy, aun recluidos por un virus en este mundo contemporáneo, cuando escuchamos la música nos hace prever nuestra propia identidad y búsqueda.

Porque nada puede tener como destino lo que no tiene como origen, escribía mi admirada Simone Weil en las notas de América en 1942. En esa visión circular de la existencia creo cada vez más. 
La necesidad de leer y escribir durante estos días me han ido girando haca el origen de todo; en ese viraje se va despojando lo superfluo, lo que no forma parte natural de uno mismo. Y comprende la lucha por la vida y la necesidad de vivir entroncando siempre con el camino hacia el origen. Porque el origen no deja de ser más que camino y confin sin límites.

Como decía Steiner en Presencias reales las mejores lectura del arte son arte. Y la vida apegada a una ocultación que nos presenta como el enigma de nuestras vidas.  Esa ocultación nos la describió María Zambrano en El hombre y lo divino: "La forma primaria en que la realidad se presenta al hombre es de una completa ocultación, ocultación radical; pues la primera realidad que al hombre se le oculta es él mismo".   

Y ya con la mañana acogida por el amanecer acudo a las páginas de El luthier de Delft (Acantilado) de Ramón Andrés para concluir con la extraordinaria confluencia de pensadores, músicos, ópticos e individuos que hacían de la anamorfosis, de la lucha por la ruptura con lo aparentemente natural   una geometría de la alucinación.










 

viernes, 1 de mayo de 2020

María Zambrano escribe a lo Wagner mientras Hegel compone el anillo.

AFIRMA María Zambrano en Los sueños y el tiempo que, en sueños, se nos da la imposibilidad de vivir y de ser, de actualizar enteramente lo que somos [...] bajo algo absoluto. Y absoluto es el carácter atribuido desde el primer momento al Ser desde Parménides. 
Añado a las palabras de la autora que para dirimir entre vivir y ser, en la actualidad, el primer ejercicio quizás esté en poseer la consciencia de esas condiciones en uno mismo. Me parece que la cultura, las artes son los conductores idóneos para alcanzar un atisbo; pues una cuestión es sentir la belleza y otra cuestión es vivir la belleza. Puede que una cuestión resida en Ser y otra en pensar el Ser; una en describir lo bueno y otra en ser lo bueno; una en buscar la verdad y otra en llevar la verdad a la palabra, la música humanas.      

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Agarra uno el volumen de Tolstói El camino de la vida (Acantilado) y lee lo siguiente: <<La ley de la vida no puede cambiar, pero las personas pueden comprenderla cada vez más claramente y aprender cómo cumplirla en la vida>>. Palabras que me ayudan, precisamente, a seguir ahondando en la reflexión a la que nos referíamos anteriormente desde la palabra de un individuo fascinante.  

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Y, mientras tanto,  la mañana sucede; leo que Wagner estaba leyendo las Lecciones de Hegel cuando componía el poema El anillo del Nibelungo y que, cuando llegó a la Universidad de Leipzig en 1831, respiró los ambientes profundos de los seguidores del filósofo del Geist, de la sustancia fundamental del mundo, el espíritu. 
Así, el joven Richard comenzaba a entender el mundo como una individualización de ese espíritu en cada uno de nosotros pero con la consciencia de que es más grande que todos nosotros. Existe una condición fundamental en ese pensamiento hegeliano, el Selbstbestimmung, esto es, el proceso por el cual un individuo emerge de su condición natural gracias a la libertad en él. Esta transformación hacia la libertad conduce hacia una dialéctica, una confrontación en un conflicto necesario. De ese encuentro, del autoconocimiento, que conlleva a una voluntad, un destino propio que respeta y se dirime en función de aceptar la de los otros. 
Más allá de cualquier disquisición hegeliana, lo que nos importa observar es cómo un músico necesita de la lectura para entender otorgarle sentido a su creación como propuesta estética que posee una ética, un modo de comportamiento en el mundo. 

Cae uno en la cuenta de que María Zambrano estaba en la misma tonalidad que Wagner, en la comprensión de que el individuo que viviendo intenta comprender que no posee nada de esta vida más que su propia y leve ausencia.