NO hay asunto más esquivo y resbaladizo que el de las preferencias personales en poesía. Siempre he creído, con George Steiner, que la inclinación de un autor por otro se desarrolla en la obra misma y que es la obra la lectura crítica más fructífera y notable para ese ejercicio del enjuiciamiento.
Claro está que ante ciertas preguntas formuladas con desacierto tan solo caben respuesta demediadas y despelucadas, todo lo más impresiones a medias tintas que nunca me han dejado satisfecho.
Sin embargo, en las respuestas de los demás, incluso en el planteamiento de las cuestiones, puede uno apreciar ciertos gustos contemporáneos y ciertas capacidades de lectura que se me antojan insólitas. ¿Es certero afirmar que Garcilaso escribía para que Herrera lo comentara posteriormente?
Ni lo uno ni lo otro me provocan reacción alguna más que la de volver a leer la música ensoñada del poeta, el latigazo melódico a una lengua postrada en artes menores y relegada a temas de alcoba y regustos populares, expresados mejor con la gracia popular que con la firmeza culta.
El propio Boscán afirmaba sobre el encuentro en Granada, en 1526 con Navagero, cuando no solo el endecasílabo sino la forma y el sentido de la poesía italiana penetraba en nuestra lírica: "Así comencé a tentar este género de verso, en el cual hallé alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro", cuenta Juan Boscán al respecto.
El artificio y la originalidad en el siglo XVI merecen la atención de un estudio por lo menudo, pero no es este el espacio para desarrollar tal asunto, tan atractivo para uno, dado el caso; más bien, quisiera señalar que el lector debe aprender a transformarse en lector, que el lector debe atender a la guerra del tiempo en poesía y desnudarse de todos sus ropajes, prejuicios y creencias a priori.
¿Nadie recuerda que Garcilaso estuvo en Nápoles, como Velázquez, y que se trajo de allí el oído musical del Renacimiento? ¿Nadie recuerda que no solo "imitó" a Petrarca (ahí es nada), sino que dialogó con Sannazaro, contemporáneo de entonces? ¿No se escucha a Virgilio, Ovidio, Horacio en los versos del poeta?
La poesía de Garcilaso, como la de otro cualquier poeta de una época pretérita, traslada no solo el manifiesto individual de un poeta, sino la cosmovisión de un momento, en diacronía lírica, de la historia de la poesía. Sucede con Leopardi, con J.R.J., Rilke, con Dante, con los propio Virgilio, Ovidio y Horacio. Así leídos, a los ojos de la actualidad, sus obras no permean en el sentido inmediato que posee actualmente la poesía; son autores de otro calado, que pronuncian las sílabas encendida de la belleza y la verdad trasladada a la lengua de hierro y mezquina de la poesía. Escucharlas es abrir el corazón; percibirlas necesita de la pureza ética en el individuo para principiar el diálogo perpetuo de su propia condición.